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El PSOE volverá a ser clave tras el ciclo de renovación de partidos

PP y Podemos cierran su renovación interna. Los primeros, con Mariano Rajoy como líder indiscutible. Los segundos, reforzando a Pablo Iglesias. Solo falta el PSOE, que es la pieza clave para la restauración.


Al final el paralelismo entre un congreso del PP de filas prietas y la asamblea ciudadana de Podemos desarrollada entre cuchillos no fue tal. Mariano Rajoy puede presumir de «estabilidad», pero Pablo Iglesias, de autoridad después de un proceso fratricida pero que le legitima como autoridad suprema en el partido morado. Para completarse el proceso de renovación de los partidos que ha seguido a un año de parálisis política falta el congreso del PSOE, que sigue siendo la clave para que Rajoy siga como presidente. Y si la disputa en Podemos ha parecido enconada, habrá que ver hasta dónde llegan Pedro Sánchez, Patxi López y la previsible Susana Díaz. Por ahora, la jornada más bochornosa de los últimos años sigue siendo la del Comité Federal del 1 de octubre donde Sánchez terminó marchándose.

La Convención Nacional del PP estaba pensada para pasar desapercibida y, finalmente, tuvo más disputas de las esperadas. De hecho, la bronca del sábado por la tarde a cuenta de la «enmienda anti Cospedal» fue una anomalía en Matrix teniendo en cuenta ese estilo «rajoyesco» de que todo transcurra manso y aburrido. Los analistas, que siempre tienen (tenemos) que decir algo, aseguraban que el cónclave inauguró un PP basado en el «marianismo». Lo cierto es que Génova lleva en «año Mariano» desde 2008, cuando el inquilino de la Moncloa salvó la embestida del «sector liberal» capitaneado por Esperanza Aguirre. La única consecuencia del cónclave al contexto político actual es que el PP renueva su estrategia de comerse a Ciudadanos. El partido naranja tiene complicado sacarse el sambenito de «cero a la derecha». Ni el pasado fin de semana, cuando celebró congreso, logró que Albert Rivera sacase la cabeza, convertido como está en muleta gratuita de Rajoy.

En Podemos pintaban bastos y, la verdad, Vistalegre II transcurrió con más calma de lo que se había previsto. La apabullante victoria de Pablo Iglesias y que el cónclave estuviese dominado por sus fieles facilitó que no se desatasen tensiones entre facciones. El secretario general seguirá marcando la línea política y el verdadero cambio vendrá con Iñigo Errejón, previsiblemente degradado. Sus seguidores han plantado batalla y han quedado medidos: son el 33% de los inscritos. Ahora habrá que ver cómo los vencedores gestionan su triunfo. Buena parte de los medios españoles hacían mención al miedo a la «purga» que se ha instalado dentro del partido. En realidad, se trata de un temor justificado a medias. Como indicaba ayer en Onda Vasca el diputado por Nafarroa Eduardo Santos, es lógico que una nueva dirección busque perfiles de confianza, también entre los trabajadores, especialmente después de un congreso tan a cara de perro. Sin embargo, todo tiene su medida. Si se produjese una «limpia» y el sector minoritario fuese relegado (se habla de la desaparición de la Secretaría Política y la sustitución completa de otras áreas, como la de argumentario) se lanzaría el mensaje de que la nueva dirección gobierna contra un tercio del partido. A ver quién gestiona eso a largo plazo.

En términos prácticos, está por definir en qué afecta la victoria «pablista». Desaparecerá la bicefalia y habrá una única línea. ¿Será muy diferente a lo que se ha estado haciendo en los últimos tiempos? No lo parece. Para explicar el sector afín al secretario general se ha tirado mucho de caricatura, pero eso no sirve para la comprensión. Por ejemplo, ayer la prensa española hablaba de «sector duro». ¿De verdad puede considerarse a un ex Jemad como Julio Rodríguez o un antiguo guardia civil como José Antonio Delgado políticos dispuestos a asaltar el palacio de Invierno? Como todo lo que ocurre en el último año, es el PSOE el que tiene la última palabra sobre cómo evolucionará la política en el Estado.

Es el PSOE quien decidió entregar el Gobierno español a Rajoy y es Ferraz quien tendrá en su mano qué hacer con los presupuestos. Rajoy ya ha dejado claro que su intención es seguir en la Moncloa hasta agotar la legislatura, y solo un veto a las cuentas le podría obligar a volver a convocar elecciones. Convenciendo a PNV y a Coalición Canaria podría rechazar todas las enmiendas a la totalidad y luego, negociar con el PSOE cada una de las partidas. Todo ello dependerá de quién se haga con el poder en Ferraz.

La Gestora, que lleva atrincherada en el poder desde octubre, insiste en no avalar los presupuestos. También aprovecha para castigar a Iglesias con la parodia del «pablismo-leninismo». Esa parece la estrategia que adoptará Susana Díaz, si es que decide presentarse. Más hábil, Pedro Sánchez se ha aplicado en los últimos días en seducir a un votante «moderado» de Podemos al que, supuestamente, Iglesias le daría miedo.

Renovados PP, Podemos y Ciudadanos, solo falta conocer quién liderará el PSOE que surja tras un año de parálisis política que lo sumió en su peor crisis de las últimas décadas. Ahí se juega cómo se define la restauración y si, definitivamente, el Estado deja atrás la fase de aspiración democratizadora.