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Una performance para abrir los ojos a la ciudadanía y remover conciencias

Decenas de jóvenes bailan sonrientes. Disfrutan de una jornada soleada, hasta que la calma se ve interrumpida por el ruido de las bombas. Unos caen al suelo, y otros salen corriendo desorientados. Algunos se montan en una lancha para huir, sin saber que es lo que encontrarán al llegar a la otra orilla. Los más afortunados podrán pie en tierra y conocerán los campos construidos por los gobiernos europeos para encerrar a quienes huyen de la guerra, sufrirán discriminación o serán rehenes de las mismas mafias a las que pagaron para subir al bote. Y muchos morirán. Se ahogarán en el Mediterráneo. Serán un nombre más en una larga lista a la que, desde el año 2000, se han sumado más de 37.000 personas.

Permormance llevado a cabo en Gasteiz. (Juanan RUIZ/ARGAZKI PRESS)

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Las chicas y los chicos de Esperantza Eskaut Taldea han realizado este domingo una performance en la plaza Zuberoa de Gasteiz para mostrar a la ciudadanía los horrores de la guerra. La cruda realidad a la que hacen frente miles de personas en oriente medio. En lugares como Siria, Irak o Afganistán. «Imaginar que estamos en Vitoria, en un día solado, y de repente comienzan a caer bombas. ¿Qué hacer ante esta situación? Huir. No queda otra opción», ha señalado la periodista Delia Tobías, que se ha encargado de presentar el acto, en el que también ha participado Iker Tapia, un bombero gasteiztarra que ha estado trabajando con la ONG Salvamento Marítimo Humanitario en la isla de Kios, «la segunda con más pase de personas migrante que salen desde Turquía».

Ha explicado a los presentes cuál era su labor en Grecia, cómo trataba de ayudar a las personas que se echaban a la mar en embarcaciones sin quilla, a hombres y mujeres que pagaban 1.000 euros para poder subir a un bote, 100 más para poder tener un chaleco salvavidas rudimentario, que se hundía cuando se empapaba. Con cuidado de no entrar en aguas turcas, los voluntarios de las ONG salían –y hoy en día siguen saliendo– en busca de embarcaciones en las que viajaban más de medio centenar de personas.

«Imaginar la situación. Cuando te acercas a ellos comienzan a gritar porque todo el mundo quiere recibir ayuda y hay que tener cuidado porque si se mueven se puede desestabilizar. Les pedimos que se estén quietos y levantamos el pulgar pata preguntar si todos están bien. Después les pidamos que nos siga, ya que no podemos remolcarlos porque nos acusarían de tráfico de personas. SI vemos que no tiene motor, pedimos una autorización para poder remolcar la embarcación, pero es muy difícil que te la den», ha añadido.

Algunos rescates son espacialmente dramáticos. Visiblemente emocionado, Tapia ha narrado dos experiencias trágicas, en la que no pudieron hacer nada para salvar la vida de dos niños. Uno iba cubierto por mantas para evitar el frío y había muerto asfixiado en los brazos de su madre. En otra ocasión, cuando preguntó a los ocupantes de una balsa si todo el mundo se encontraba bien, una mujer levantó el cuerpo de su hijo, que había fallecido en el viaje hacia Europa, un continente en el que «encuentran muros, cárceles y comida asquerosa». «La desesperación de algunas persona es tal que hay casos de suicidios y altercados entre los refugiados. Y hay gente que intenta volver a Turquía nadando. Eso no se lo merece nadie, es una injusticia», ha manifestado.

La performance celebrada hoy en la plaza Zuberoa ha puesto el broche final a la exposición Errfuxiarte, que cuenta con el apoyo de Gasteiz Irekia y del Ayuntamiento. Tras haber sido expuesta en diversos centros cívicos de la capital alavesa, la muestra llegará en los próximos día a Arabako Errioxa. «Nuestra labor es sensibilizar y dar a conocer la situación en la que se encuentran los regados», ha señalado Juan Pablo Álvarez, uno de los artistas que participa en la exposición, que ha sido vista por cientos de personas. «Estamos muy satisfechos», ha indicado.