Economía feminista
Históricamente, en la relación Norte-Sur ha sido el Norte quien ha diseñado los proyectos de desarrollo o de cooperación, dejando al Sur el papel de receptor o ejecutor. En esta ocasión las tornas se han cambiado, pues han sido las mujeres mesoamericanas las que han pensado y puesto en marcha en sus países las Escuelas de Economía Feminista, que ahora han empezado a hacer su recorrido en Euskal Herria.
Las Escuelas de Economía Feminista (EEF) son fruto del trabajo realizado a partir de 2008 por la Red de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna en Costa Rica, Chiapas, El Salvador, Guatemala, Honduras y Panamá. Basadas en experiencias de Educación Popular y Pedagogía Feminista, las mujeres mesoamericanas elaboraron un programa compuesto de cinco módulos, cuyo objetivo es aprender a politizar sus situaciones vitales, descubriendo el funcionamiento del sistema patriarcal y el neoliberal, con el impacto que ambos suponen en sus vidas.
Los primeros tres módulos introducen los principales conceptos, que luego se profundizan. Se trata de ‘El patriarcado, división sexual del trabajo y economía feminista’, ‘El neoliberalismo en la vida de las mujeres’ e ‘Iniciativas económicas de las mujeres’. Los dos últimos módulos, de carácter más práctico, son ‘Experiencias económicas de resistencia desde las mujeres’ y ‘Propuestas sistémicas de resistencia anticapitalista, antineoliberal, antipatriarcal y decolonial’.
Una de las promotoras de la iniciativa mesoamericana es la hondureña Ana María Ferrera, que ha viajado a Euskal Herria de la mano de Mundubat –ONG vasca que desde 1988 coopera con asociaciones y comunidades del Sur en proyectos de desarrollo y transformación social– para participar en el tercer Encuentro de Economía Feminista, que se ha desarrollado en Eskoriatza. Las dos anteriores ediciones tuvieron lugar en Ozaeta en 2015 y en Zornotza el año pasado.
«En pocas palabras, Economía Feminista es economía para la vida y no para el mercado. Con las escuelas buscamos cambiar nuestras prácticas de vida, de consumo. Analizamos el papel fundamental de la mujer en la sustentabilidad de la economía mundial: si algún día las mujeres dejamos de hacer trabajo doméstico, productivo y reproductivo, la economía se viene abajo» señala Ana María.
La fuerza del patriarcado, el sometimiento de las mujeres, la división sexual del trabajo, son factores muy presentes en la vida de las mesoamericanas. Y el sistema neoliberal es el caldo de cultivo ideal para que esta situación se prolongue. De ahí que las EEF incidan con fuerza en la labor de concienciación, de politización de las mujeres, para luego pasar a trabajar experiencias de autocuidado, consumo responsable, empoderamiento económico… En palabras de Ana María, la formación recibida conlleva «cambios transformadores en la vida cotidiana de las mujeres, sea en el hogar, en el municipio, o en las comunidades. Partiendo del ámbito familiar, las mujeres están yendo más allá y asumiendo un papel de vanguardia en defensa del medio ambiente, de la tierra, cuestiones muy en boga en Centroamérica».
Más de 250 mujeres
Hasta el momento más de 250 mujeres mesoamericanas han completado el curso completo de las EEF, en diez escuelas territoriales que se han desarrollado desde 2012. No es fácil para muchas de ellas; si ya su vida cotidiana es muy sacrificada, con una dedicación casi total –y asumida en exclusiva– al cuidado de la familia, con jornadas que muchas veces se inician a las cuatro de la madrugada, el hecho de tener que desplazarse hasta la EEF y cumplir el horario de los cursos supone un esfuerzo más, añadido. Y no hay que olvidar que la toma de conciencia y la politización que se produce en estas mujeres las pone muchas veces en peligro en unas sociedades en las que actualmente «se vive una situación de enorme violencia, con feminicidios que quedan sistemáticamente impunes, y con un retroceso terrible en materia de derechos humanos y reproductivos. En las EFF nos toca hacer también de sicólogas, pues nos topamos frecuentemente con casos de acoso sexual, incesto…», señala Ana María.
En el aspecto puramente económico, de empoderamiento a escala personal o familiar, las EEF están permitiendo que las mujeres dar pasos, modestos en términos absolutos pero de gran importancia relativa, en cuestiones de alimentación, por ejemplo. Aunque resulte llamativo y difícil de comprender dado el clima y la fecundidad de la tierra en Centroamérica, lo cierto es que estos países padecen una gran dependencia alimentaria de las multinacionales. Hay que comprar lo que estas grandes cadenas decidan y al precio que establezcan. Pues bien, las EFF han dado a las mujeres las enseñanzas necesarias para preparar pequeños huertos familiares, donde recolectan todo tipo de verduras, o molinos domésticos, lo que les proporciona un cierto grado de soberanía alimentaria y ayuda a reducir el consumo de alimentos altamente procesados e insanos con que las grandes cadenas inundan el mercado.
Seis escuelas en Euskal Herria
Como hemos apuntado, las Escuelas de Economía Feminista han saltado hasta este lado del Atlántico. Las primeras EEF de Euskal Herria se crearon en 2015, a partir de la metodología desarrollada en Centroamérica, pero adaptada al contexto vasco, pues «el patriarcado y el neoliberalismo nos afectan a todas, pero de manera diferente», señala Sarai Martín, de Mundubat. En este momento funcionan cuatro escuelas en Bizkaia, dos en Araba y otras dos en Gipuzkoa, con cursos de un año de duración en los que se imparten los cinco módulos citados.
Es importante aclarar que no estamos hablando de cursos académicos convencionales, sino de sesiones de trabajo en equipo, de intercambio de experiencias, intercaladas con prácticas lúdicas. En los grupos vascos se da una presencia considerable de mujeres inmigrantes, que junto a las nativas conocen experiencias alternativas y de resistencia, caso, por ejemplo, del Huerto Urbano del Barrio de San Francisco (Bilbo), el Banco de Tiempo Feminista Ematruke (Donostia), la Cooperativa de Consumo Kidekoop (Bilbao) o el grupo de mujeres baserritarras Etxalde, que han intervenido en las EEF.
Lo aprendido y lo vivido en la escuela tiene posteriormente un efecto multiplicador, pues las mujeres-alumnas expanden esos conocimientos adquiridos en otros ámbitos de intervención, como indica la zarauztarra Ana Rosa al hacer su valoración de la EFF: «Es un subidón cuando te encuentras con compañeras de la escuelita en algún curso, en foros sobre soberanía alimentaria, bien vivir, ecofeminismo… Nadie dijo que los procesos de empoderamiento individual y colectivo fueran fáciles ni cómodos, pero creo que las compañeras de la escuelita feminista ya no somos las mismas mujeres que nos vimos por primera vez en la primavera de 2015».