El encierro hoy, en números: no tan masificado, joven y novato
Las encuestas del Consistorio de Iruñea en los últimos años y el informe de la Mesa del Encierro basado en ellas corrigen muchas impresiones falsas sobre el encierro. Por ejemplo, la masificación no va en aumento sino al revés, y los corredores locales son franca minoría.
Con los temibles Cebada Gago, los que más cornadas promedian, mañana arranca en Iruñea otro curso de los encierros más salvajes e imprevisibles. Y con ello vuelve también una catarata de tópicos e impresiones falsas que los datos cuestionan. Esta es la radiografía actual y real de los encierros:
20% menos
La cantidad de corredores no solo no va en aumento, sino que se reduce año a año de forma bastante importante. Si bien en 2016 no decreció tanto respecto a 2015 (un 1,09%), en relación a 2012 la participación ha caído un 20%. Desde que hay datos fiables en forma de encuestas y recuentos, la evolución va de los 20.500 humanos que saltaron al recorrido en 2011 a los 16.448 del pasado año.
El mito de la masificación creciente se alimenta de hechos como el montón producido en la entrada a la Plaza de Toros el 13 de julio de 2013, pero lo cierto es que estas contingencias se registraban incluso cuando las calles estaban más despejadas: la primera gran montonera documentada es de 1960 en la Bajada de Javier, en mitad de Estafeta.
2.706...o menos
Si hasta la aparición de estos registros se consideraba que entre Santo Domingo y la Plaza cada mañana a las 8.00 podía haber 4.000-5.000 personas, la estimación concluye que el encierro más concurrido del año pasado reunió a 2.706 corredores (o simples curiosos). Era viernes y segunda carrera, dos factores que suelen disparar la participación. El primero, por la cercanía del fin de semana y la consiguiente llegada de visitantes; el segundo, porque contra lo que pudiera pensarse el día 7 no siempre es el más masivo (bien porque la juerga del día 6 hace mella o porque mucha gente prefiere ver antes de correr).
Sí es hecho probado que la participación va disminuyendo con los ocho días. En el encierro de la jornada del Pobre de Mí desde 2011 no se han superado los 1.800 humanos.
46% novatos
Aunque la difusión actual (cámara ultralenta, repeticiones, viralidad en las redes...) haga famosos a un buen número de corredores, lo cierto es que casi la mitad de quienes se animan (46%) lo hacen por primera vez, y en casi todos los casos también por última. Ello deja patente el atractivo de los encierros para los visitantes ocasionales de los Sanfermines. El porcentaje puede parecer muy alto, y sin embargo también va descendiendo: los novatos habían sido un 59% en 2015, un 65% en 2014 y un 56% en 2013.
Por cierto, hablando de mozos clásicos, esta edición se caracterizará por la ausencia de quizás el más famoso: el hernaniarra Julen Madina, fallecido tras un percance ocurrido en agosto pasado en la playa donostiarra de la Zurriola. Sus amigos le recordarán el día 12, que tenía un significado especial para Madina por motivos familiares y por ser el día en que salvó la vida en 2004, cuando un Jandilla se enceló con él propinándole cinco cornadas en el callejón.
40% fuera del Estado
Los corredores de Iruñea ocupan sin duda porcentualmente más espacio ante las astas, pero su cuota dentro del conjunto de mozos es cada vez más pequeña. La tradición local ha mutado a experiencia universal. En 2016 solamente en el último encierro los autóctonos superaban el 25% (27% eran de Iruñea y otro 5% del resto de Nafarroa). En la parte contraria, el sábado 9 los navarros constituían solo el 6% de la mocina, lo que refleja que cuando llega la marabunta del fin de semana los de casa prefieren retirarse.
Los participantes de fuera del Estado español rondan el 40% por término medio, pero este porcentaje se dispara al alza los primeros días, elegidos por los tour-operadores para sus ofertas sanfermineras. Así, en los últimos Sanfermines este grupo llegó a suponer el 56% el día 7, el 53% el 8 y el 59% el 9, para descender después claramente.
75% menor de 35
Otra percepción errónea, derivada de la lista de heridos de los últimos años, consiste en que la edad de muchos participantes en el encierro es elevada. Los datos municipales reflejan por contra que el 75% tiene entre 18 y 35 años, un 23% se sitúa entre 35 y 55, y únicamente un 2% supera esa edad. Los partes médicos dicen otra cosa: repasando solo el pasado año, un vecino de Iruñea de 66 años resultó contusionado el día 7 en Santo Domingo, un sudafricano de 73 fue corneado el 8 en la Estafeta, un estadounidense de 63 padeció un golpe el 11... En una actividad sin tope de edad y con semejante violencia, la edad supone un serio hándicap. El penúltimo fallecido en el encierro, el iruindarra Fermín Etxeberria, tenía 63 años.
Como curiosidad añadida, destaca la juventud de los corredores austrialianos, ya que un 95% no llega a 35 años. En el extremo contrario están los estadounidenses, con un 4% mayor de 55 años: algunos de ellos suman décadas viniendo a correr a Iruñea.
92% hombres
Se considera generalizadamente que la presencia femenina en el encierro va creciendo año a año, desde un punto de partida en el que simplemente no existía, pero los datos contantes y sonantes no lo confirman con rotundidad. En 2016 el 8% de las personas que se echaron a la calle junto a los toros eran mujeres frente a un 92% de hombres. Un año antes fue solo el 6%, pero en 2013 había alcanzado el 9%. Queda claro, en cualquier caso, que es un entretenimiento muy marcadamente masculino.
Las dieciséis personas fallecidas en el encierro de Iruñea desde que existen hemerotecas fiables eran hombres. Aunque dos mujeres, una niña y su tío, dejaron una de las imágenes del encierro más espeluznantes del siglo pasado, cuando en 1939 un toro rompió el vallado, salió del recorrido y las persiguió. Ambas se encontraban como espectadoras y lograron salvar la vida.
82% acompañado
En esto hay menos sorpresas; el encierro es una actividad básicamente colectiva. Más de cuatro de cada cinco encuestados entra en el recorrido arropado por amigos o compañeros de aventura. La compañía es algo especialmente necesario para templar los nervios a medida que cada vez hay que acceder antes al interior de las tablas por motivos de seguridad; este año, tope a las 7.15.
Aunque esto es mucho más subjetivo, asciende también al 82% el porcentaje de quienes se definen como «corredor perfecto», en función de parámetros como saltar a la calle después de dormir, cumplir las normas y ser consciente de que se puede morir.
86% descansado
Abundado en el apartado anterior, parece ir creciendo la tasa de quienes corren tras haber descansado, lo que encaja con la percepción de que va perdiendo peso la concepción del encierro como tradición y lo gana la de experiencia deportiva. En 2016 apenas un 14% de los encuestados señalaron haberse puesto ante los toros después de estar toda la noche de fiesta sin dormir. En 2014 esta cifra se elevaba al 18% y en 2013 al 21%, y si hubiera datos de los años 70 u 80 seguramente el porcentaje sería más elevado. También hay que añadir aquí que es habitual que las policías retiren cada día del trazado a algún aspirante a corredor en visible mal estado o directamente no dejarle entrar, algo que antaño apenas se producía.
Por concluir con una anécdota, en la última encuesta solo uno de los 771 sondeados, australiano por más señas, se definió como «perfecto inútil»: ni había dormido, ni sabía las normas, ni era consciente del riesgo. Y luego hay quienes, como Matthew Levin, estadounidense de 39 años cogido en el muslo, acaban declarando que la cornada ha sido «la mejor experiencia de mi vida».