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Aguantar la risa, el reto más difícil para un botones en San Fermín

Todo el mundo está de acuerdo en que, en sanfermines, la fiesta está en la calle. Pero todo el mundo se equivoca y la juerga se cuela por cualquier rendija hasta la mejor habitación. O, si no, que lo pregunten en las sufridas recepciones de los hoteles ubicados en Alde Zaharra de Iruñea. Cada establecimiento tiene su propio anecdotario que se amplía año tras año. Un príncipe saudí y el saxofón de un cachondo mental, protagonizan dos de las mejores historias.


«¿Quieres saber qué es lo más raro que ha dormido en una habitación del Hotel Yoldi? Te lo digo rápido: un saxofón», asegura Marcos Daspa, gerente de ese establecimiento. «Cuando me lo contaron ni les entendí. ‘¿Un sexofón?’, pregunté. Ya sabes que en sanfermines se ven cosas muy raras. Pero no, lo que estaba durmiendo bien tapadito bajo las sábanas de una de nuestras mejores habitaciones era eso, un saxofón. Con sus bombones, su pañuelo y todos los detalles que ponemos para estas fechas. Ahí los tenía, sin tocar. Se quedó varios días», continúa.

Este silencioso huésped debía tener acento andaluz. Al parecer, un grupo de músicos de Sevilla vinieron a sanfermines y, en el último momento, les falló uno de sus miembros. Tras discutirlo mucho, decidieron no ceder la habitación a nadie y que lo oportuno era que durmiera allí el instrumento.

Muchas veces es mejor así: que los clientes del hotel se estén calladitos como saxofones para no meter la pata. «Nos han preguntado que cuándo pasaban los toros por la avenida San Ignacio y también nos ha venido a dormir unos cuantos que pensaban que los toros estaban todo el día sueltos por las calles», prosiguen en la recepción del Hotel Yoldi. Aunque también hay casos opuestos, como el de un japonés que llegó con un libro manuscrito, lleno de apuntes entre los que estaba el comerse un pintxo de huevo en el bar Río. «Fue antes de que se extendiera tanto internet. ¡El huevo del Río había llegado a Japón! Me pareció alucinante. Estuvimos chequeando aquellos apuntes, porque a veces vienen con alguna locura gorda. Por eso todavía me acuerdo de esas notas de aquel japonés, no faltaba un detalle y eran una auténtica joya».

Príncipe de faja y pañielo

En plenos sanfermines, alquilar una suite en el único cinco estrellas de la ciudad, La Perla, no es para nada barato. Pocas carteras se lo pueden permitir. Por eso, entre los trabajadores de ese hotel se recuerda con cariño y algo de pena a un cliente que –probablemente borracho como una cuba– consiguió a duras penas llegar hasta la puerta de su carísima suite. Mientras sujetaba la llave dentro en la cerradura intentando abrir, cayó derrumbado por el sueño pasando la noche en el pasillo y en esas trazas se lo encontraron los de la limpieza.

Quien atesora el anecdotario de La Perla es el historiador Fernando Hualde, que lleva exactamente 41 años tras la recepción. Recuerda que tuvieron que sudar frío en sanfermines de 1978 para salvar a un cliente que sacó fotos de las brutales cargas policiales. «Hubo que discutir para que solamente se llevaran el carrete y no al cliente. Costó lo suyo. Eso sí, les entregamos un carrete de fotos que no era el que buscaban», dice Hualde.

Con la última reforma, cuando se convirtió en un hotel de superlujo, el número de excentricidades se dispara. Han tenido clientes que tenían la firme intención de presentarse en el hotel aterrizando en helicóptero en plena Plaza del Castillo. Obviamente, no pudo ser. Pero quizá una de las anécdotas más disparatadas la protagonizó un príncipe saudí.

«Imagina lo que nos costó organizar la comitiva de coches oficiales y de seguridad para que aquel príncipe pudiera entrar hasta la Plaza del Castillo», empieza Hualde. Resulta, además, que los príncipes saudíes no solo son líderes políticos, sino también espirituales. La llegada era pues, una operación harto delicada.

En La Perla además, tenían miedo de cómo reaccionaría la marabunta si el príncipe aparecía en pleno corazón de la fiesta vestido con la típica chilaba blanca y el pañuelo blanco con tira negra típica del Golfo. La solución fue convencer al príncipe para que se cambiara dentro del coche y se vistiera de blanco y rojo para camuflarse. Hualde y los compañeros del hotel le consiguieron convencer. «Con lo que no contábamos es que esa gente está acostumbrada a bajarse del coche y saludar», confiesa el recepcionista.

Y así lo hizo el anónimo príncipe de faja y pañuelo, irrumpiendo en la Plaza del Castillo agitando la mano como una infanta. Según afirma Hualde, la reacción de los sanfermineros fue mejor de lo que cabía esperar. «A la gente le debió hacer gracia haciendo ese gesto y lo cierto es que todo el mundo le devolvió el saludo sonriendo», comenta Hualde. Al parecer, los navarros le parecieron gente simpatiquísima.

Un «encierro» de ida y vuelta

Hace un par de años, unos gamberros se colaron en el hotel Maisonnave, en plena Calle Nueva. Subieron hasta los pasillos de las habitaciones, hicieron ruido y acabaron agarrando los extintores poniendo todo perdidito de espuma blanca.

«El compañero de seguridad fue a por ellos. Les persiguió por pasillos y escaleras, pero lograron escapar. Sin embargo, era tal el cabreo que llevaba mi compañero que salió del hotel y les persiguió también por la calle», recuerda Íñigo, que hacía el turno de noche aquel día. Entonces cambiaron las tornas. Como es lógico, los gamberros corrieron hasta donde habían dejado a sus amigos. El de seguridad, ya cuando estaba a punto de atraparlos, se vio superado en número. Y fue él quien tuvo que poner pies en polvorosa, perseguido por gamberros hasta que se refugi&bs;ó de nuevo en el hotel.

Iñigo recuerda a otro cliente que había alquilado una de las mejores habitaciones, que puso a prueba su paciencia durante todas las fiestas, exigiéndole cosas que contravenían las reglas. El último día, justo antes de marcharse, aquel impresentable le reveló que era un alto directivo de la cadena Marriott. «Me dijo que me daba trabajo en el hotel de la ciudad que quisiera: en Nueva York, en Abu Dhabi...», asegura el recepcionista. Y es que, probablemente, el mejor lugar del mundo para curtirse en la recepción de un hotel sea Iruñea, del 6 al 15 de julio.