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MAITE SÁNCHEZ Y PERU DEL HOYO
COMPAÑERA E HIJO DE KEPA DEL HOYO

«Que los políticos nos escuchen y vean si la dispersión merece la pena»

Las emociones siguen a flor de piel cuando solo han pasado once días desde que perdieran a Kepa del Hoyo, y eso da aún más valor a su decisión de aceptar esta entrevista y de cargarla de razones. Un testimonio humano y a la vez político, tan emotivo como constructivo.

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La vida cambia en un momento. En una maldita mañana de un lunes 31 de julio. Peru volvía de Hatortxu y llamó a su ama, Maite, para que le ayudara con las maletas. «Vente a casa», fue la respuesta. Al llegar allí se topó con un montón de amigos y conocidos, se preparó para lo peor. Peru no puede recordar a su aita en libertad, solo tenía mes y medio cuando lo encarcelaron, y tampoco lo verá ya volver a casa libre. Para Maite, tras 28 años de relación, casi siempre acotada a cinco miserables minutos de teléfono al día, Kepa sigue vivo en muchas cosas, incluido en Peru: «Son iguales». Para ambos es y será una inspiración; y su muerte, un acicate para acabar con la crueldad carcelaria.

Ante un shock así, ¿hay algo que consuele?

Peru DEL HOYO: Sí, el apoyo que hemos notado ha sido muy heavy. Cuando te pasa algo así, necesitas apoyo, está claro. Y hemos recibido ayuda de amigos de toda la vida y de conocidos, pero también de desconocidos, de gente que viene y te dice «yo conocía a tu aita de toda la vida» y tú no lo sabías... Yo lo he agradecido un montón. Pero la semana ha sido muy dura y noto que aún no he tenido mi momento para digerir esto. Luego fue Bolueta, Galdakao... no he tenido tiempo para reflexionar. Ha pasado una semana y pico, pero cuando hablo de mi aita aún me sale hablar en presente, no lo he asumido, no me lo creo. Con todo, mi ama es fuerte, creo que somos fuertes. Quizás sea porque estamos acostumbrados a esto, a sufrir, porque siempre lo hemos tenido a 750 kilómetros. La semana ha sido demoledora, pero igual estamos aquí porque todo esto anterior nos ha hecho fuertes, duros.

Maite SÁNCHEZ: Estaba sola en casa cuando me dieron la noticia, y enseguida empezaron las llamadas de amigos, los mensajes... Quiero agradecer de corazón a todas las personas que nos han arropado, no solo ahora, sino en estos 19 años. Y también a los que no han querido molestarme pero he notado su apoyo, sé que se han acordado de nosotros. Siento que he contestado algunos mensajes aunque fuera sin palabras, pero los he contestado. Mensajes de gente que estaba de vacaciones, en Kenia, Ibiza, Tailandia, Argentina, Venezuela... Mil gracias a Mikel e Igor, que estaban con él en Badajoz, y al resto de presos y familiares que sé que lo han sentido mucho, no olvido a ninguno de ellos. También a los voluntarios de Mirentxin, un abrazo, son muchos años de viaje cuando podíamos ir en furgoneta a Badajoz o Alcalá. A los médicos y sicólogos, que no han dado mucha ayuda. A quienes ayudaron a Kepa con sus estudios, muchísimo. He repartido más abrazos y besos que nunca, y sí, nos hemos sentido reconfortados. Como dijo su amigo Roberto en el tanatorio, Kepa vive en nuestros corazones. Y como decía él, beti aurrera!

P.D.H: No he leído mucho lo que se ha publicado, pero sé que también ha habido críticas y quiero decirlo aquí. Mi aita está muerto y veo muy fuerte que en el siglo XXI haya quien le critique en ese momento. No me parece normal. ¿Y nosotros? Nosotros no hemos hecho nada, somos totalmente inocentes. No sé de qué tengo que ser culpable, ¿de haber nacido?

En la comparecencia de Sare se explicó que sumando el tiempo que pasaste con tu aita, salen solo 19 días en 19 años. Un dato tremendo...

P.D.H: Sí, pero tengo que decir que no fueron 19 días, fue menos. Yo en verano no iba a ver a mi aita, en verano Badajoz es un infierno literalmente. Algunas visitas fueron muy cortas. Luego, un año entero tuvimos el parón de los vises por los cacheos. Y cuando era pequeño, ese tiempo contaría seguramente para mi aita, pero no para mí, yo era demasiado pequeño. Así que el dato está guay, pero creo que 19 días son demasiado para lo que he estado con él.

¿Cómo ha sido la relación entre los tres en estos 19 años? ¿Cabe una vida familiar en estas circunstancias? ¿Os imagináis cómo habría sido de otro modo?

P.D.H: Me resulta díficil imaginarlo siquiera. Mi ama siempre me dicho que yo soy como él pero en pequeño (ríen ambos), ¡y eso que ahora yo ya era más alto! Está claro que nuestra relación no ha sido la de un hijo y un aita normales y corrientes, aunque cuando me ha tenido que echar la bronca. Sobre todo con los estudios, me ha echado la bronca ¿eh? Vamos, unas broncas hasta quedarme llorando y todo. Pero tengo claro que él quería sobre todo que los dos estuviéramos felices.

M.S: Kepa se implicaba para todo, para todo, y también para con la familia. Incluso a nivel económico, siempre estaba diciendo que a ver si podía hacer algo... Era todo mi apoyo y siempre estaba pendiente de nosotros. Y luego, los genes son los genes, Peru es como él, aunque algo más calmado. Es algo muy curioso; pensaban los dos igual y entonces, pese a lo que poco que han vivido juntos, yo a veces le pedía a Kepa que me ayudara con Peru, a saber qué está pensando, a ver por qué hace esto y lo otro... Igual esto a él le causaba cierta impotencia ahí dentro, impotencia de quererme ayudar más y no poder.

En la cárcel también sabían que la forma de hacerle daño era meterse con nosotros, con una foto, con unas palabras... siempre nos utilizaban. Pero éramos una pareja y éramos felices. Los pocos momentos que podíamos tener los intentábamos utilizar, las llamadas de cinco minutos...

P.D.H: La última vez que hablé con él fue mediante llamada. Y fue de las mejores que hemos tenido. Yo había tenido conciertos y le dieron un cartel en la última visita y me dijo que estaba muy orgulloso de mí. Eso sí que ha sido la ostia para mí, lo recuerdo como algo guay.

M.S: Son cinco minutos, pero a Kepa también le ayudaban a sobrellevar el día, igual que los vises o las visitas.

Tras vuestra experiencia, ¿qué creéis que buscan con el alejamiento? ¿Y qué consiguen?

P.D.H: Lo único que buscan es alimentar el círculo del odio, nada más. Aunque con nosotros no lo han conseguido. Si lo único que buscan es joder, ¿cómo voy a pensar algo positivo de ellos? Tampoco les deseo nada malo, pero no puedo decir nada positivo sobre ellos...

Maite, el día después pudiste estar en la cárcel Badajoz con Igor Sola y Mikel Orbegozo, ¿cómo fue el momento?

M.S: Para mí fue muy importante, muy reconfortante. Tanto a nivel político como a nivel personal habían compartido mucho con él. La sensación que tuve con Mikel, y que tengo con tantos otros, es que queda algo que mantiene vivo a Kepa. No sé cuándo empezaré a sentir su falta, pero veo un trocito de él en cada una de esas personas. Con lo bueno y lo malo que tenía, noto que está vivo y que están vivos los objetivos que él tenía, y me gusta hablar de eso con sus amigos y con sus familiares. Percibo que ha dejado su huella.

Me cuesta encontrar las palabras para decir esto. Pero, por ejemplo, en el tanatorio vino una amiga de Kepa que me dijo una cosa que se me quedó dentro. Es una de muchas personas que han ido a visitarle estos años, a veces quizás un poco por compromiso, y siempre era él quien terminaba animándoles (ríe). «He tenido que hacer de sicólogo», me contaba luego. Bueno, pues a esa amiga le conté en el tanatorio lo que me dijo el forense: «Ha tenido una rotura de corazón». Y ella me dijo: «No me extraña, hain handia zuen!».

P.D.H: Me he quedado impresionado de ver que a los actos que ha habido estos días la gente no ha ido porque fuera un preso y hay que apoyar a los presos, sino porque le ha apenado la muerte de mi aita, porque realmente lo ha sentido. Nadie está obligado a llorar, quien llora es porque realmente lo siente.

En vuestro discurso hay dolor pero también serenidad. En las concentraciones de estos días se ha palpado lo mismo. Pero ahí adentro tiene que haber otros sentimientos: rabia, indignación, impotencia...

P.D.H: No. Es solo pena, mucha pena. En mi caso, quizás por la vida que he tenido, siento que he desarrollado empatía. He pasado por sicólogos, junto a otros niños y niñas que han tenido su padre o madre en la cárcel. Y recuerdo que había un niño cuyo aita había muerto en la cárcel. Yo en aquel momento sentía su dolor al escucharle, y me doy cuenta ahora de que siento exactamente lo mismo de entonces, es el mismo dolor. Fíjate, pensaba: «Jo, este tío es un crack por seguir adelante», y ahora estoy yo pasando por eso... No sé, igual hace falta sufrir para empatizar en la vida, igual algunos de ellos no han sufrido en la vida y por eso siguen con la dispersión y les da igual... No siento rabia, de verdad, siento tristeza. A estas alturas, todo me parece muy triste.

Quiero decir otra cosa. Igual mi aita y otros han hecho cosas que yo no apoyo, pero han actuado por amor; amor a su pueblo, a sus familiares, a nuestra identidad... Sin embargo, ellos lo único que han aplicado es el odio, el odio a lo que somos, el odio a lo que queremos... Creo que ahí hay una diferencia.

¿Hay algo que os pudiera consolar a futuro, alguna opción de sacar algo positivo de este drama? Habéis dicho «ojalá Kepa sea el último», pero también eso se ha dicho otras veces antes y no ha sido el último...

M.S: Yo sí que lo pienso y que lo espero. Que aunque Kepa ya no pueda verlo, esto sirva para algo. Porque además él era muy conocido, tenía muchos amigos en el espacio político y en el no-político, y quizás mucha gente ahora se dé cuenta de qué es la dispersión y simplemente no se haya puesto a pensarlo antes. Porque la dispersión no sirve de nada. Quizá algunos piensen que es un método que sirve para algo, y no es así. En nuestros caso, siempre conseguíamos superarla, siempre decíamos: «No nos robarán nuestros sueños». Hay algo que nunca nos van a quitar: esa sonrisa, ese sueño, ese momento en el que lo he podido tener solo para mí...

P.D.H: ¿Si esto va a cambiar algo? Yo espero que sí, por lo menos voy a darlo todo para que así sea, para que la gente piense. Mira, yo escribo rap y el miércoles tuve un concierto en Astrabudua y canté la letra que leí en el acto de Galdakao. Y me vino una chica y me dijo: «mira, yo no entendía cuando decíais ‘euskal presoak etxera’, al fin y al cabo pensaba ‘han hecho algo y están cumpliendo condena’, pero ahora me he dado cuenta del dolor que os causa tener que hacer tantos kilómetros, hasta Badajoz». Para mí, que una persona que antes no pensaba así me dijese eso... le pegué un abrazo y me sentí la persona más afortunada del mundo porque he ayudado a cambiar la forma de pensar de una persona. Ojo, yo no quiero que la gente piense como yo, pero sí quiero que piense con la cabeza. Aunque sea a través del dolor...

Si tuviérais delante a quienes pueden acabar con la dispersión, ¿les diríais algo?

P.D.H: Sí, les diría que hablen con nosotros, o por lo menos que nos escuchen. Porque yo estoy seguro de que si alguien se sienta conmigo a escucharme, que es lo que se supone que tienen que hacer los políticos (ya que nos obligan a ser parte del Gobierno de Madrid, por lo menos que nos escuchen), estoy seguro de que esa persona, sea de la ideología que sea, sea un sinsangre o sea alguien lleno de empatía, por lo menos tiene que dudar de si merece la pena seguir con la dispersión. Si algún político escucha esto –sea de izquierdas, sea de derechas o de centro, me da igual–, me gustaría que contactase con nosotros para hablar el tiempo que haga falta, y luego que valore si merece la pena seguir con la dispersión. Y si realmente mi aita es el último en morir, me sentiría afortunado. Al menos habrá servido para cambiar las cosas, habrá servido para algo, no habrá sido en vano.

 

Peru: «Para mí Badajoz era un infierno»

¿Cómo va minando la dispersión? ¿Llega un momento en que uno se harta de viajar tan lejos, piensa en tirar la toalla, tiene miedo...?

P.D.H: Para mí Badajoz era horrible, y en verano un infierno. Ese calor, no había agua, llegaba y estaba deseando volver... A veces tenía que elegir entre mis conciertos y la visita. En junio no pude ir porque me puse enfermo, con paperas; eso no fue culpa de la dispersión, pero si hubiese estado en Basauri claro que hubiera ido a verle, tardas diez minutos desde casa. No hay forma de justificar que tengas que ir a Badajoz a ver a tu padre. Para lo único que sirve es para joder. Hay veces que he tenido que faltar a mi propia fiesta de cumpleaños, porque yo el 12 de diciembre lo celebraba con mi aita, no con mis amigos.

Quizás solo sea una anécdota pero, ¿cómo tomáis que el Ministerio de Interior y dirigentes del PP hayan remarcado que Kepa nació en Almendralejo (Badajoz)?

P.D.H: Si es una broma, me parece muy pesada. Mi aita ya casi solo tiene allí a su amama.

M.S: Es absurdo. Si la lógica fuera que ha nacido allí, lo primero que tendrían que hacer entonces es que los nacidos en Euskal Herria estén en Euskal Herria, ¿no? En fin... Kepa estaba allí como castigo, y ya eran quince años. Y todo iba a peor. Cada vez me costaba más pedir los vises porque cada vez los separan más, no podía haber más de dos o tres visitas de presos políticos a la vez cuando luego veías habitaciones libres... no hay razón para ello, pero es que además no consiguen nada. Cada vez nos quitaban más cosas, estábamos peor a nivel de condiciones, cada vez era más difícil pensar en una fecha y con quién podría ir porque no tenemos coche... Pero insisto, los sueños no nos los quitaban. R.S.