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Conjura de alcaldes para preservar la soberanía catalana frente a Madrid

Tras la proclamación, unos 400 alcaldes juraron lealtad a la República catalana desde las escaleras del Parlament, vara en mano. Ante el riesgo real de que Madrid se lleve por delante todo con el ariete del artículo 155, la Asamblea de Cargos Electos se perfila como una institución clave para resistir.


El repiqueteo de las puntas metálicas de las varas contra las baldosas reflejaba el nerviosismo que se vivía en el patio interior del Parlament. Los cerca de 400 alcaldes que acudieron a la proclamación de la independencia apenas si cabían allá. La tensión se disparaba con el recuento manual de votos de Forcadell. Los alcaldes rompieron en aplausos por primera vez cuando votó Puigdemont, a quien seguían a través de una pantalla gigante. Aplaudieron una segunda vez y más fuerte cuando le tocó a la presidenta del Parlament el turno de introducir la papeleta. Y estallaron cuando se oficializó el resultado, entonando “Els Segadors”.

Era curioso, porque el tronar de sus aplausos y sus voces se colaba dentro del propio hemiciclo y en las pantallas se veía la reacción que despertaba ese apoyo entre los parlamentarios.

Ya al término de las votaciones, los alcaldes avanzaron juntos y comenzaron a subir por las ya famosas escaleras del Parlament. Eran tantos que tuvieron que apiñarse en los escalones. Levantaron sus varas de mando y gritaron “Llibertat, llibertat”.

Desde la balaustrada más cercana a su despacho, se asomó entonces el president, flanqueado por Oriol Junqueras y el resto de su gobierno. Alguien había colocado cuidadosamente junto al Govern una urna superviviente del 1-O, una bandera de la ONU y otra que pedía la libertad de Jordi Cuixart y Jordi Sànchez. Abajo, la mayoría de los alcaldes lucían lazos amarillos en solidaridad con esos presos políticos.

Quien tomó entonces la palabra fue la alcaldesa de Badalona, la ciudad más grande con alcaldía independentista. Dolors Sabaté conminó a todos los demás alcaldes a comprometerse con el nuevo país que nacía y los presentes gritaron que sí con la vara en alto. Luego estallaron en vivas a la República.

Representantes de la tierra

La conjura de ayer en las escaleras no fue un gesto para la galería. Los alcaldes habían sido invitados a ese pleno por algo. Los catalanes no son ilusos, saben que el 155 atropella ya a su Govern y Parlament. De ahí que gane peso estratégico la Asamblea de Cargos Electos, un ente legítimo para seguir adelante en caso de que Madrid les despoje de toda la autonomía.

Son casi 11.000 los miembros de dicha Asamblea. «Los 11 regidores de mi pueblo formamos parte», comentaba Rosa Vestit, alcaldesa de San Quirze de Besora. «Ojalá no tengamos que coger las riendas, porque significaría que no hay Parlament», confesaba. Aun así, Vestit transmitía gran seguridad. «Sé que estoy haciendo lo que debo hacer», decía con ojos brillantes.

«Me convocaron y vengo por lealtad. Una lealtad institucional y una lealtad con mis vecinos», afirmaba el alcalde de Copons, Cesc Salamé, envuelto en una bandera de los Jordis.

El alcalde de Rui Daura era consciente de que «esto no es el final de nada». David Jare sostiene que esta República viene de abajo. «A mí me presionan mis vecinos y yo traslado la presión en el ámbito comarcal. Y de ahí, hacia arriba. Por eso Puigdemont no podía convocar elecciones», aseguró. Para Jare lo de ayer fue el culmen de un trabajo que arrancó hace siete años. Un largo proceso con una fecha clave: la del referéndum. «¿Conoces el ejercicio en el que te lanzas de espaldas, sin ver nada, y tienes que confiar en que los demás te cogerán? Eso vivimos el 1-0. Había que confiar en que la urna estaría y estuvo. Sobre esa experiencia ha nacido hoy la República», sentenció el alcalde conjurado.