Alabin, alaban, ala bin bon ban... Altuna, Altuna, geuria!
Tal vez como calentamiento de la segunda cita deportiva dominical en Bilbo, el ambiente de la final pelotazale se asemejó muchísimo al de los futboleros, con Urrutikoetxea ejerciendo de jugador local y Altuna III de visitante. Fuera como fuese, ambas aficiones fueron dignas de sus pelotaris.
Los aledaños del frontón Bizkaia no ofrecían mucho ambiente a pocas horas de la gran final pelotazale. El jaleo estaba en Alde Zaharra, por eso más de uno no se dio cuenta de que las grúas estaban llevándose varios coches mal aparcados. Pero a medida que se acercaba la cita deportiva, el calor del recinto comenzó a llamar a los aficionados, tanto a los de Urrutikoetxea, que jugaba como local, como a los de Altuna, el visitante. Sin embargo, poco se notó que el amezketarra jugara a domicilio, porque en las gradas las fuerzas estuvieron igualadas.
El olor a palomitas motivaba aún más a entrar. Dos chicas jóvenes parecían tener hambre de maíz, porque llegaban bien hidratadas, pero tuvieron que dejar la botella de agua por estrictos motivos de seguridad. No tenían motivos para preocuparse, porque en los bares interiores se vendía agua embotellada.
A medida que el primer partido del festival iba avanzando, los gritos de las hinchadas fueron aumentando en decibelios. Las gradas fueron poco a poco ocupándose –con muchos niños con camisetas de sus ídolos–, mientras Altuna, aparentemente tranquilo, hacía acto de presencia en una de las butacas.
Los gritos y gestos de los aficionados recordaban a los futboleros, tal vez como calentamiento del partido del Athletic, la otra cita dominical en Bilbo. Sobre todo cuando, ya arrancado el encuentro, los seguidores del pelotari de Zaratamo cantaban aquello de “Alabin, alaban, ala bin bon ban, Urruti, Urruti, geuria!”. A lo que los hinchas del guipuzcoano respondían con gritos a favor de su pupilo.
La final también tuvo su moviola, como en el fútbol. A los intensísimos pitidos de todo el frontón se les sumaron los juramentos de un anciano, con el bastón en mano, hasta que un “Lo lo lo, Jokin txapeldun!” dejó claro quién era el vencedor. De camino a vestuarios, y ya con la txapela, Jokin Altuna y Erik Jaka se fundieron en un caluroso y emotivo abrazo, con las lagrimas brotando por la cara de Jaka y erizando los pelos de los allí presentes. No era para menos.
Ya en la cola del párking, aún asombrado por el partidazo, un amigo le decía a otro: «Para ser tu primera final, ya no hace falta que vengas a más». A estos dos la grúa no les llevó el coche.