La campaña catalana afronta su última jornada tras un debate que no da para más
La comunicación política crea estatuas de sal, siempre rígidas y atadas a guiones que cada vez dejan menos lugar a la improvisación. Un debate televisivo es terreno en el que un candidato puede hundirse fácilmente pero donde es difícil ganar votos, por lo que se sale a no perder.
Con estas certezas bajo el brazo, los siete candidatos (o sus colaboradores más cercanos, que en Catalunya hay un cabeza de lista en prisión como Oriol Junqueras y otro en el exilio como el president Carles Puigdemont) a las elecciones del jueves han participado en un debate muy predecible, de frases tan escritas en casa como los cartones de Xavier García Albiol y sin margen para las novedades.
En realidad, se trata de un buen resumen de una campaña previsible, casi de trámite, donde da la sensación de que el pescado esté vendido y se aguardan únicamente los resultados. Desde la guerra de posiciones del inicio hasta el barullo final, con Marta Rovira (ERC) instando a Inés Arrimadas a no mentar a Junqueras, no había argumento que no se haya utilizado desde un estrado o apoyados en la barra de un bar. Quizás es que sobre Catalunya ya está todo dicho.
Aunque existan dos bloques definidos, independentista y unionista, con Catalunya En Comú jugando el papel de llave antes de ir a las urnas, en los debates se exhiben más las contradicciones entre los propios que hacia los ajenos. Por un lado, en el soberanismo, Junts per Catalunya y ERC buscan un liderazgo marcados por la CUP, que es la que se presenta como vigilante de que no se recule hacia el autonomismo. En el bloque unionista, Arrimadas aparece como líder indiscutible, segando la hierba a los comunes y con Miquel Iceta (PSC) en el papel de estadista secundario en comparación con Albiol.
Vamos al contenido, a lo que se habló. Que es lo mismo que se había hablado y lo que se hablará hasta el viernes, cuando ya veremos dónde se reubica cada uno dependiendo del apoyo popular.
Arrancaba Turull reivindicando que ellos han apostado por el diálogo pero que no renuncian al mandato popular. Recogía el guante Rovira, apuntando a la «demofobia» del Estado español y seguía Riera vigilando. En el otro lado, Arrimadas se reivindicaba como la representación del ‘seny’, Miquel Iceta clamaba porque el independentismo no había logrado cumplir con sus objetivos y Albiol tenía a bien comenzar en castellano y atacando a Vicent Sanchís, director de TV3 y moderador para la ocasión.
En el sector independentista, sorprende lo que a priori parece un intercambio de roles entre Turull y Rovira. El primero, convirtiendo el regreso de Puigdemont desde Bélgica y la restitución de la legalidad rota por el 155 en la base de su discurso. La segunda, con guiños hacia la gestión, como preparándose para un nuevo Ejecutivo en un ciclo diferente aunque sin abandonar la retórica de construcción republicana. «No se puede hablar de pantanos o de producción», planteaba Turull. En la misma línea, Riera continuaba recordando que la CUP se sumará a estrategias que sirvan para implementar la República pero que no aceptará regresar al autonomismo.
Arrimadas lo tiene fácil dentro de su bloque. Se lleva los principales apoyos unionistas convertida en la representación catalán del tándem Jaime Mayor Oreja-Nicolás Redondo Terreros y le basta con presentarse como la única alternativa para quien defiende la bandera rojigualda. Incluso se atreve a jugar con la idea de suprimir la inmersión lingüística, que está en el origen de Ciutadans. Llega incluso a apuntar a los votantes de En Comú Podem, ubicando a Xavi Doménech ante la (falsa) disyuntiva de nación (independentistas) y derechos sociales (que representaría un gobierno de Ciudadanos). «Podemos ganar» es una frase repetida en muchas ocasiones por la candidata naranja, que es el modo de dar por perdidos a PSC y PP y jugar con el supuesto unionismo de la base de ECP.
Mientras, Domenech hablaba de «futuro» poniendo como modelo el gobierno tripartito de PSC, ERC e ICV (en esta ecuación, ellos son ICV) que se extendió entre 2003 y 2010 y que fue el que promovió el Estatut que luego sería recortado por el TC. Una propuesta que Iceta ha descartado previamente, por lo que apenas tiene recorrido.
Con Sanchís desbordado por tópicos y barullo, el «yo no le he interrumpido» como gran invención de la comunicación política después de «el medio es el mensaje» de Marshal McLuhan, quizás lo más relevante es tener la grabación para saber qué es lo que cada uno mantiene a partir del jueves.