GED echa el resto para desatar la «tormenta perfecta» este 2018
Gure Esku Dago presenta el sábado su gran movilización del próximo junio. No será una más, ni por su dimensión ni por su contexto. Consciente de que 2019 es año electoral, GED aspira a que 2018 sea año de cosecha por el derecho a decidir, a partir de las semillas sembradas aquí y las aparecidas fuera.
Este mes se cumple una década desde que la dinámica Nazioen Mundua echó a andar en Goierri. Sobre esta y otras iniciativas locales terminó surgiendo hace cuatro años la iniciativa nacional Gure Esku Dago. Desde el inicio apuntó que no nacía con vocación de eternizarse ni de ser un agente más, y por ello el año que acaba de empezar se plantea como crucial. En 2018 GED va a «echar el resto» con la primera consulta en una capital (Donostia), el cierre del Pacto Ciudadano, la campaña «2019 razones para decidir» (que arranca la semana que viene con mintegis sectoriales) y sobre todo la gran movilización de junio, que presentará el sábado y cuyos detalles se reservan por el momento. Todo ello se plantea como «el sprint final de una maratón» de casi un lustro, tras la que todo es posible pero nada está garantizado. Hay oportunidades objetivas a la vista, así como avances quizás imperceptibles en estos años, pero junto a ello aparecen igualmente el riesgo de que nada termine cuajando y la cuenta atrás del reloj electoral de 2019.
Comenzando por las oportunidades, GED advierte elementos suficientes para que cristalice una «tormenta perfecta» por el derecho a decidir. A los vientos de otros lares (Catalunya) se suman los movimientos de fondo en Euskal Herria (deshielo sobre una cuestión antes conflictiva, ponencia de nuevo estatus en Gasteiz) y algunas circunstancias casi «climatológicas» (como el centenario de Eusko Ikaskuntza, que se muestra dispuesta a hacer su aportación al respecto).
Gure Esku Dago tratará de sacudir más el panorama con la movilización de junio, ese Pacto Ciudadano que entiende que puede tener un valor añadido para la ponencia de Gasteiz, las consultas de primavera (Aiaraldea, Portugalete, Muskiz, Malerreka...) y de otoño (Donostia, Irun...) o las mesas redondas que ultima en las cuatro capitales para enero y febrero.
Siguiendo por los factores en contra, ¿no parece el mar vasco demasiado en calma para soñar con esa tormentas? ¿No señalan las encuestas que el procés ha provocado aquí tanto o más temor que ilusión? Y ¿no se ha revelado Europa como un muro frente al derecho a decidir? GED no niega estos elementos, pero sí los relativiza. Entiende que el proceso catalán ha entrado en otro ritmo y que ello ayudará por un lado a disipar «fantasmas» y por otro a abrir el foco a Euskal Herria. Considera revelador cuántos medios internacionales se han interesado por la situación política aquí, al hilo de lo que ocurría en Catalunya.
En cuanto a la esfera internacional, GED acepta el reto y confía en ir operativizando factores no explotados hasta la fecha, como la diáspora vasca, con la que cuenta desde el principio y a la que observa cuantitativa y cualitativamente capacitada para ejercer de lobby futuro. Pero para ello, claro está, el primer paso son los acuerdos en Euskal Herria que GED trata de facilitar.
Es aquí donde hay que valorar algunos logros de estos cuatro años de «maratón» aún inconclusa. Si se parte de aquel grupo casi experimental de Idiazabal, brotó en un momento en que el derecho a decidir era un tema que se evitaba en las cuadrillas y un motivo de fricción incluso entre los partidos políticos partidarios de ello. La cadena humana de 2014 demostró la voluntad y la capacidad de unir manos sin preguntar quién estaba al lado. Ello catalizó una unidad de acción pueblo a pueblo que ha roto moldes anteriores. En el camino, GED ha logrado mantener su autonomía de actuación respecto a las formaciones políticas e instituciones, desde pilares como la autoorganización y la autofinanciación.
A la espera del sprint final, la secuela de consultas ciudadanas también es puesta en valor por este movimiento ciudadano. Se han celebrado hasta ahora en un espacio geográfico que engloba a unos 800.000 habitantes, con participación del 23%. En términos de movilización, son cerca de 200.000 votantes. Mirado en porcentaje, GED invita a hacer un ejercicio mental: si por ejemplo en el Estado francés, pueblo a pueblo se hubiera articulado una reflexión sobre qué marco se desea para el país, consensuando la pregunta, organizando las consultas sin impulso ni financiación oficial, y en ese proceso participara casi uno de cada cuatro ciudadanos, «nadie dudaría de que eso es un gran movimiento en una sociedad políticamente concienciada». Ese sirimiri es otra razón para creer en la «tormenta perfecta»... y un legado de futuro.