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En defensa de la ponencia


Del Pleno del Parlamento que hace una semana debatió la proposición no de ley del PP en contra de los recibimientos de sus convecinos a los expresos al salir de la cárcel, la mayoría de los medios destacó el rechazo de la Cámara autonómica a lo que denominó «homenajes», resaltando además el no apoyo de EH Bildu a la iniciativa. Pero aquel debate tuvo otras dos derivadas: por un lado, un enfrentamiento público entre los grupos que participan de la Ponencia de Memoria, Convivencia y Derechos Humanos &discHyphen;—a la que no asiste el PP— sobre una cuestión que está en el núcleo de los debates que están manteniendo en privado para la búsqueda de acuerdos que no estén condicionados por la interferencia de la exposición mediática de las posiciones de cada cual; y, por otro lado, sirvió al PP para poner en solfa la propia necesidad de la Ponencia, cuando Borja Sémper restregó por la cara al resto de partidos que «en cinco años» de reuniones «no han sido capaces de acordar en su seno lo que hoy vamos a acordar votando». «Votando y en público», enfatizó, antes de preguntarles «cuál es la virtualidad, cuál es la utilidad» de la mencionada Ponencia.

A nadie se le escapa que la propuesta del PP contra el Informe de Torturas recoge planteamientos suficientes para volver a generar choques en público entre los grupos que tienen en conculcaciones de derechos humanos como la tortura un elemento sobre el que alcanzar consensos en el seno de la Ponencia. La exigencia de la retirada del Informe, el negacionismo sobre la existencia misma de la tortura, la definición de la investigación como una afrenta a la Ertzaintza y la petición de un apoyo incondicional para el conjunto de la acción de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado tras la denuncia de 4113 casos de malos tratos, son materias sensibles capaces de hacer saltar chispas entre partidos que, al final, y en un entorno de necesario sosiego, probablemente estén en condiciones de adoptar una posición común en contra de la tortura.

No se puede descartar que, precisamente, una de las intenciones del PP con este tipo de propuestas sea ir socavando la necesariedad de la Ponencia de Memoria y Convivencia, para tratar de volver a un escenario de frentes. Como es difícil de creer que ante la lectura de la proposición del PP ninguno de los otros grupos haya visto la necesidad de responderle con una enmienda, y apenas hay precedentes en 250 debates, cabe pensar que inteligentemente todos ellos han acordado optar por la contención en beneficio de la Ponencia.