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Presidente por sorpresa gracias a Ana Pastor, gran amiga de Mariano Rajoy


Al secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, lo sacaron al mediodía de una reunión para hacerle una entrevista en la Ser y dejó a todo el mundo pasmado:

– «Presidente por sorpresa», le puso el balón rodando el periodista...

– «También para nosotros», respondió el político. Y a partir de ahí empezó a contar que cuando presentaron la moción, hace una semana, tampoco esperaban que triunfara. Pero que una cosa ha llevado a la otra y que todavía tenían poco trabajo adelantado. Fue la suya toda una oda a la sinceridad (casi suicida) y también a la improvisación.

Ábalos echó por tierra en pocos segundos todo el trabajo que desde antes venía haciendo el navarro de Milagro, Santos Cerdán, secretario ejecutivo de Coordinación Territorial del PSOE, que desde primera hora de la mañana estaba contando, por ejemplo en Radio Euskadi, que Pedro Sánchez ya tenía previsto hasta el nombramiento de los futuros ministros.

Frente a los exégetas que interpretan tras cada acto un catálogo de maniobras intencionadas –cuando no un ejercicio conspiranoico–, la evidencia demuestra que las coincidencias se producen, aunque haya que ayudarles.

Pedro Sánchez y los suyos tuvieron el impulso de presentar la moción de censura, probablemente para retratar al resto más que para llegar a La Moncloa. Mariano Rajoy erró en el cálculo –lo suyo es perder el tiempo, no ganarlo– y conminó a su amiga Ana Pastor a acelerar los plazos para que el mal trago parlamentario pasara cuanto antes, pensando que bebería hiel pero no cicuta.

Si el Gobierno del PP hubiera dado a sus enemigos dos o tres semanas para preparar la moción de censura, habrían acabado peleándose entre condiciones y ultimatums. Con los plazos acortados y la decisión de Pedro Sánchez de no entrar en negociaciones (más allá de las imprescindibles), todo se ha convertido en un plebiscito: Mariano Gürtel sí o no. Y ha ganado el sentido común, del que tanto habla Rajoy y del que tan poco uso ha hecho estos días.

Pedro Sánchez es un presidente por sorpresa, también para él, que tiene poco y, por tanto, poco tiene que perder.