INFO

Embrujo, tradición y desafío

Las hogueras, el baile en torno a ellas, brincar sobre las llamas... el fuego es el elemento dominante la víspera de San Juan, pero los ritos y costumbres que acompañan a esta noche mágica, cuando la relación entre el ser humano y la naturaleza es más estrecha, son incontables.

Un chaval salta entre las llamas de una hoguera en Ituren. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)

Sobre la noche de la víspera de San Juan y el ambiente jaranero que le acompaña se han escrito tantas páginas como apuntes, cuadernos y libros han ardido en sus hogueras. Porque a nadie se le escapa que la celebración ancestral del solsticio de verano, transmutada en homenaje a San Juan Bautista, coincide con el fin de curso y es el txupinazo que anuncia el inicio de las vacaciones para los sufridos escolares. Y seguramente algo de ello tendrá que ver en el éxito arrollador de una de las fechas marcadas en rojo en el calendario festivo vasco.

Pero tampoco se trata de ser injusto y ligarlo todo a la parranda prevacacional, pues más allá de las coincidencias del calendario lectivo hay que reconocer que la noche sanjuanera tiene un componente especial que la hace mágica, seductora y fascinante. No es casualidad que eruditos de la talla de Joxemiel Barandiaran o Julio Caro Baroja dedicaran tiempo y esfuerzo para desentrañar su origen y sus secretos. En Euskal Herria, como en otros países europeos y en buena parte de las naciones originarias americanas, el solsticio de verano, como símbolo del tránsito entre dos etapas diferenciadas del año, ha sido siempre objeto de celebración, dedicado a la comunión entre el ser humano y la naturaleza en su sentido más profundo, telúrico.

Ritos y tradiciones

Y con el tiempo, a su vera han crecido un sinfín de ritos y costumbres, un patrimonio cultural a veces desconocido más allá de los lindes en los que se ha mantenido pero que supone un muestrario de lo fértil que es el imaginario de nuestro país.

El agua, la naturaleza y fundamentalmente el fuego, como elemento purificador o regenerador, protagonizan la mayoría de los rituales asociados a la víspera de San Juan. El más extendido es el de encender hogueras y saltar sobre sus ascuas o entre las llamas para atraer a la buena suerte. No hay pueblo ni barrio en Euskal Herria donde este hábito no haya prendido. Pero más allá de esta costumbre generalizada, diversos municipios y comarcas mantienen tradiciones propias ligadas al mismo objetivo: hallar la buenaventura.

Así, en varios lugares se considera que la víspera de San Juan es la noche de los genios, y que si se deja una cajita abierta en el monte se puede atrapar a uno de ellos. Este, al día siguiente ofrecerá sus servicios mágicos al propietario de la trampa. Se desconoce si alguien lo ha conseguido, pero si hubiera sido así tampoco lo habría contado, fijo.

Por otro lado, en algunas localidades, el mismo día de San Juan, a primera hora, hay costumbre de bañarse en el río o de pasear descalzo –incluso desnudo– entre la hierba o en campos cargados de rocío para evitar la sarna, herpes u otras enfermedades de la piel. Asimismo, en otros municipios en la noche del 23 de junio los mozos y mozas plantan un árbol en un lugar visible, en la plaza o cerca de una iglesia, a modo de ofrenda.

Hablando de iglesias, no son pocas las personas que la mañana del día de San Juan llevan al templo más cercano ramos de flores o simples hierbas para que sean bendecidas. Luego, en lugares como Luzaide esos ramos consagrados eran depositados en los sudarios o mantillas de las personas fallecidas antes de ser introducidas en el ataúd. En otra localidad navarra, Urdiain, había costumbre de que las mujeres, ataviadas con ropa confeccionada para la ocasión, pasaran la noche cantando agarradas de la mano, en círculo, en medio de un campo de trigo. Así se aseguraba buena cosecha para todo el año. Esta tradición urdiaindarra fue recuperada por el etnógrafo José María Satrustegi, y a comienzos de este siglo se ha extendido a otras localidades.

En Zerain, y en otros pueblos, el día de San Juan era habitual encender a primera hora un fuego delante de la casa familiar y dar vueltas alrededor entonando la siguiente letanía: «San Juan dala, sugea ta zapoa kanpora, artoa ta garie barrura».

Refranero popular

Y es que esta festividad es también rica en dichos populares. Algunos hacen mención a su relación con el tiempo y la cosecha, como «San Juan euri gabie, urte ogi gabie»; «San Juan euritsu, urtea ogitsu» o «San Juan, artoa eta ogia kanpoan». Otros tienen maneras de conjuro: «San Juan goixeko inontzagaz, ankak busti ezkero, gatxak kendu »; «Gaur dala, biar dala Doniane, etzi San Juan biaramone, gure soloan lapurrik ez, badagoz bere erre beitez»; «San Juan bezpera, sarna fuera, ogie ta ardoa etxera, atso zaharra gangelpera, neskatxa gaztiak txokolate hartzera ». Y los hay que reparan en su lugar en el almanaque: «San Juanek esku batean suba eta bestean uda»; «Sua Gabonetan txapan, San Juanetan plazan» o «Eguzkian San Joanetan dantza ». Estos refranes son de Bizkaia –pueden encontrarse en bizkaiera.biz– pero el resto de herrialdes también son prolijos.

Otras costumbres

Pero como ya se ha dicho, no es el nuestro el único país donde San Juan acelera el pulso cotidiano. Por ejemplo, en algunas localidades costeras del norte peninsular se cree que darse un chapuzón en la playa durante la noche asegura buena salud para todo el año, y hay quien sostiene que si se saltan nueve olas dando la espalda al mar, mirando a la tierra, se consigue eliminar energías negativas y aumentar la fertilidad femenina. Dos por el precio de uno, una ganga.

Poner una rama de hiedra bajo la almohada –o muérdago, o nueve flores, las variantes son numerosas–; encender una vela blanca hasta que se consuma, o dos rojas, si buscas amor; hacer una cruz en un árbol a medianoche; plantar una hortensia... hay rituales de todos los colores.

La mayoría no pasan de ser acciones sin peligro ni complicaciones para aplacar supersticiones o mantener tradiciones, aunque también hay costumbres que entrañan un desafío. Como atravesar una fogata de un salto, un rito iniciático para aquellos pequeños que sueñan con ser mayores. Es casi tanto un reto como un divertimento. A quien no se atreva o no le apetezca siempre le quedará el gozo íntimo de ver arder los apuntes de clase. Eso sí que es mágico.