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Madrid y Barcelona miden la distancia que les sigue separando

Estado y Generalitat reanudaron ayer, tras siete años de bloqueo, la comisión bilateral entre ambos, con Meritxell Batet y Ernest Maragall, otrora compañeros de partido, a cada lado de la mesa. Aunque ambas partes valoraron la reunión positivamente, el Estado se cerró en banda a hablar de presos y autodeterminación.


La ministra de Administración Territorial, Meritxell Batet, y el conseller de Acción Exterior, Ernest Maragall, desempolvaron ayer la comisión bilateral entre el Estado español y la Generalitat de Catalunya. Baste decir que la última vez que se había reunido dicho foro, ambos militaban en el mismo partido. Era 2011 y entonces en la mesa se sentaron Manuel Chaves y Josep Antoni Duran i Lleida, dos grandes animales políticos extinguidos a día de hoy. Tal es la dimensión del terremoto registrado durante los últimos siete años.

Al frente de una reunión a la que asistieron 14 personas –siete a cada lado de la mesa–, Batet y Maragall dieron ayer seguimiento al deshielo de las relaciones escenificado el pasado 9 de julio por Pedro Sánchez y Quim Torra en el palacio de la Moncloa. De momento es eso, una escenificación, una expresión de buena voluntad a la que es difícil ver una salida futura, dado que el Gobierno de Sánchez se niega a incluir un referéndum de autodeterminación pactado, que es el mínimo aceptable en Catalunya.

Pero lo importante para Sánchez, tras la accidentada y sorpresiva salida de Mariano Rajoy de Moncloa, es representar cierta distensión. Y qué mejor mes que agosto para el deshielo. ¿Hasta cuándo? Hasta que en Catalunya convenga, quizá coincidiendo con el juicio al independentismo previsto para otoño. La temperatura política volverá a subir a partir de setiembre, y hay quien se anima ya a jugar con la idea de unas nuevas elecciones al Parlament a finales de año. Nadie en la arena política lo ha sugerido abiertamente, pero el ruido existe y son varios los políticos que han tenido que salir a intentar frenar los rumores. El último de ellos, ayer mismo, el vicepresidente, Pere Aragonès (ERC). Mientras, Puigdemont, reforzado tras la victoria en los tribunales alemanes y en el congreso del PDeCAT, opta por guardar esa carta y lanzar algún aviso que tanto vale para Sánchez como para sus socios de Govern. «El periodo de gracia se acaba», aseguró el sábado en su regreso a Waterloo.

13 puntos encima de la mesa

Los representantes de las ambas partes afrontaron ayer un nutrido orden del día de 13 puntos –desde la autodeterminación y los presos a conflictos competenciales, financiación e infraestructuras– sobre los que no trascendió acuerdo concreto alguno. Cabe decir, en cualquier caso, que no se esperaba lo contrario. La víspera, la consellera de Presidència y portavoz, Elsa Artadi, presente también en la reunión de ayer, ya avanzó que considerarían un buen resultado el hecho de que se crearán grupos de trabajo sobre los diversos puntos tratados, con el objetivo de que cristalicen en acuerdos concretos en una segunda reunión prevista para otoño.

Pero ni dichos grupos de trabajo se concretaron al final de una reunión que Batet quiso sobrevalorar. La ministra aseguró que tienen «un proyecto para Catalunya», pero su par al otro lado de la mesa, Maragall, no tardó en rebajar las espectativas creadas por la emisaria de Sánchez. El conseller de Acción Exterior valoró positivamente el tono de la reunión, que dará pie a desencallar asuntos de segundo grado, pero aseguró que sigue desconociendo el proyecto del PSOE para Catalunya. La cerrazón a hablar de presos y de autodeterminación se mantuvo.