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El fracaso planea sobre el histórico debate del aborto

Una sociedad argentina movilizada como nunca a lomos del poderoso movimiento feminista mira al Senado, reducto de los sectores conservadores y sensibles a la influencia de la Iglesia, principal opositora a la despenalización del aborto, que se vota mañana. Marcará un antes y un después en Latinoamérica.


Pocas son las veces en las que un asunto político se instala en una sociedad de forma amplia y transversal y deriva en un debate profundo. Hace ya meses, los argentinos de todas clase e ideología están inmersos en la discusión –cada vez más intensa– sobre la legalización o no del aborto, que contó con una histórica media sanción en la Cámara de Diputados y mañana jugará su suerte definitiva en el Senado.

Contra todo pronóstico, los diputados aprobaron el proyecto de aborto voluntario por 129 votos a favor y 125 en contra, tras una sesión de más de 20 horas. El estallido de júbilo cuando los diputados aprobaron el proyecto fue un grito de desfogue para una lucha social de años que está a punto de culminar, aunque posiblemente, sin final feliz.

Un tabú para toda Latinoamérica

América Latina es una de las regiones del mundo en las que el aborto está más restringido por ley. Según el Centro por los Derechos Reproductivos (CRR, por sus siglas en inglés), entre los países en los que la interrupción legal está más cercenada se encuentran Brasil, Paraguay, Venezuela y las naciones centroamericanas. El aborto voluntario es legal en Uruguay y (con matices) en el Distrito Federal mexicano.

El Código Penal argentino es menos restrictivo, al avalar el aborto en casos de riesgo para la salud de la madre o cuando el embarazo es producto de una violación, pero contempla cárcel para la interrupción voluntaria, tanto para la madre como para el médico que la realice.

Los intentos de impulsar su legalización no son nuevos. Sin embargo, una campaña gradual pero constante de sectores feministas que conformaron el colectivo Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito –cuyo pañuelo verde se volvió emblema–, con poderosa amplificación mediática gracias al apoyo de artistas y actrices reconocidas, logró instalar con éxito la cuestión de la legalización el año pasado.

El presidente, Mauricio Macri, contrario a la legalización, anunció a principios de año que avalaría el debate y no vetaría la ley si es aprobada, lo que aceleró los tiempos, llevando la reivindicación de la calle al Congreso.

Proyecto transversal y disruptivo

El proyecto llegó en marzo a la Cámara de Diputados avalado por legisladores de todos los partidos. Todo un epílogo de lo que vendría luego: el tema se convertiría en un debate acalorado y transversal en el que trayectorias e ideologías de los políticos pasaron a segundo plano.

La diputada Silvia Lospennato es una de las espadas parlamentarias de Cambiemos, la coalición entre liberales y socialdemócratas que gobierna Argentina hace dos años y medio, y simboliza las paradojas que hizo emerger este debate. Su partido, el PRO, fue fundado por Macri y está integrado por un ala socialcristiana y otra más liberal. El PRO, como el kirchnerismo, el peronismo y todos los demás, está fracturado en este tema y lo demostró su forma de votar: seis de cada diez de sus diputados votaron contra el proyecto; el resto, a favor.

«Macri hizo lo que no había hecho nunca otro presidente, promover el debate sobre el aborto en el Congreso. Nos dieron absoluta libertad para votar, porque además no es un tema que estuvo en nuestra plataforma electoral», explica Lospennato a GARA, aunque admite que por esto se han generado tensiones en el seno de la coalición. «Es interesante que se permitió construir una mayoría trasversal que hace mucho tiempo no sucedía. Desde la extrema izquierda pasando por todos los partidos», recalca.

La diputada fue la elegida por Cambiemos para representar en el hemiciclo al sector a favor de la ley y su vehemente discurso fue sorprendentemente ovacionado por sus adversarios políticos. Su bajo perfil ese día se revolucionó: su exposición fue la más viralizada en redes sociales y los medios, triplicando en un par de días su cantidad de seguidores en Twitter. Un ejemplo del fenómeno social de esta campaña.

Sobre cómo compatibiliza su postura en un partido de perfil más conservador, Lospennato señala: «Soy profundamente liberal en lo político y (legalizar el aborto) no me parece en absoluto contradictorio. Defender una agenda de género que reconozca derechos de las mujeres es defender una agenda liberal. Nadie me cuestionó en el partido y me dieron total libertad».

Además, expresó entusiasmo por que este debate tenga un «efecto regional». «Argentina siempre fue un faro para América Latina en términos de derecho. Así ocurrió con la ley de cupo femenino (30% de mujeres en las listas de candidatos parlamentarios), que luego tuvo réplica en otros países, y con la ley de divorcio en los 80», señaló.

«En Argentina hay un serio problema de salud pública asociado al aborto clandestino, ya que 50.000 mujeres son hospitalizadas por año a causa de abortos inseguros, con enorme costo social y para el sistema. Si bien en la práctica no hay persecución real del delito, no hay persecución tampoco a las clínicas clandestinas, alrededor de las cuales hay un gran negocio ilegal», explica Lospennato, recordando que ese es uno de los pocos artículos del Código que desde 1921 éste nunca se ha reformado.

El proyecto ha causado paradojas también en los grupos de oposición. Sobre todo en el kirchnerismo, que si bien mayoritariamente votó a favor, tiene el pasado reciente en contra: la expresidenta Cristina Fernández se había posicionado contra el aborto y bloqueó el debate que solicitaban algunos de sus diputados. Ahora senadora, Fernández votará a favor aunque no se manifestó públicamente, igual que su grupo minoritario en el Senado, y dio libertad de voto en la Cámara Baja en la que es diputado su hijo, Máximo Kirchner, que sí dio su apoyo público.

El Senado y bloqueo conservador

Tras el tratamiento en las comisiones, la Cámara Alta debatirá mañana el proyecto, con «muy pocas posibilidades de aprobarse», según pronostica a GARA el politólogo y periodista parlamentario Pablo Winokur. «Esto es porque en el Senado están sobrerrepresentadas las provincias del norte, más conservadoras. Los senadores de la región centro y patagónica están mayoritariamente a favor de la legalización. Igualmente, si se le realizan modificaciones podría ser la alternativa para que se apruebe, aunque luego los diputados deberían volver a debatirlo», explica.

De todas formas, advierte que en la Cámara baja la situación inicial «era parecida, aunque mucho más pareja. Los indecisos aparentemente se iban a volcar por el ‘No’, pero finalmente ganó el ‘Sí’, y ese cambio ocurrió una hora antes de votar».

Cronista parlamentario desde hace 17 años, Winokur asegura que el debate es histórico porque «la posición no es partidaria, hay libertad de conciencia, como ocurrió con el matrimonio igualitario (en 2010), aunque hoy los legisladores ven la cuestión como de vida o muerte. Nadie se horrorizaba por el casamiento gay pero aquí algunos directamente acusan de estar matando a bebés a sus propios colegas de grupo». Y señala también que «esta es la primera vez desde el regreso de la democracia que la Casa Rosada no da una instrucción de voto y eso lo convierte en algo único. Por eso, además, el grupo de Cambiemos termina mucho más peleado que los de la oposición».

En efecto, de 24 provincias 11 son las norteñas, de matriz conservadora y cuya élite política es mas influenciable por parte de la Iglesia. Aunque representen menos del 20% de la población del país, tienen 33 de los 72 escaños del Senado, actuando en muchos casos como un verdadero dique progresista.

Para Lospennato, sin embargo, hay más posibilidades: «El Senado es un terreno difícil pero tengo fe en que se va a aprobar, porque es muy fuerte lo que está pasando en la calle, especialmente en los jóvenes. Hay compañeros míos de grupo que cambiaron de posición tras hablar con sus hijos».

Y son exactamente los senadores el objeto de la presión del poder fáctico que ha liderado la campaña contra la legalización: la Iglesia. Días pasados, de hecho, el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, del entorno más cercano del papa Francisco, convocó a una reunión a todos los diputados que votaron en contra del proyecto para agradecerles su posición y pedir renovar los esfuerzos para boicotear la aprobación en la Cámara Alta.

El aborto ha vuelto a tensar, además, una vieja disputa entre Macri y el cardenal Jorge Bergoglio. Como liberal típico, Macri fue el primer político con aspiración presidencial en avalar el matrimonio igualitario en 2009, lo que provocó un quiebre con el hoy Papa. Durante la campaña presidencial, desde Cambiemos recordaban este hecho cuando Francisco se manifestaba proclive al triunfo del candidato kirchnerista, Daniel Scioli, un peronista conservador que jamás hubiera avalado el debate por el aborto. El vínculo entre la Casa Rosada y el Vaticano pasa tal vez por su peor momento.

A pocas horas de la votación, la incógnita son los legisladores «indecisos» que aún no han manifestado su voto. Por el empate de posiciones, crecen las opciones de aprobarlo con cambios respecto a la objeción de conciencia de los médicos y a la reducción de las semanas de gestación para permitirlo.

Ahora cobra más actualidad que nunca una vieja reflexión del cardiólogo y filántropo René Favaloro, creador de la técnica bypass y el médico más importante de la historia argentina. Cuando se le consultó a finales de los 90 sobre el aborto, dijo: «Los ricos defienden el aborto ilegal para mantenerlo en secreto y no pasar vergüenza. Se nos mueren chicas pobres para que las ricas aborten en secreto. Con el divorcio decían que era el fin de la familia y solo fue el fin de la vergüenza de los separados ilegales. Con el aborto legal no habrá ni más ni menos abortos, habrá menos madres muertas».