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ANA ESTÉVEZ
DOCTORA EN PSICOLOGÍA EN DEUSTO, EXPERTA EN JUEGO PATOLÓGICO

«Se apuesta 24 horas, ya no hay tiempo para pensar en las consecuencias»

Profesora en la Universidad de Deusto, donde dirige el Máster en Psicología General Sanitaria, Ana Estévez es una de las principales referencias a la hora de hablar de juego patológico y nuevas adicciones sin sustancia, sus principales áreas de investigación.


Para rebajar el alarmismo se dice que aquí se ha apostado siempre. ¿Lo compra?

Que se haya jugado siempre no quiere decir que no haya habido problemas. ¿Cuántos caseríos se han perdido en apuestas? Pero, además, las posibilidades ahora son mucho mayores y el acceso mucho más sencillo. También su normalización, que es muy peligrosa, sobre todo entre los jóvenes. No es lo mismo jugar con 18 años o con 40.

¿Qué cambia con la irrupción de las apuestas online?

Más que de online hablaría de los soportes digitales. Algunos autores hablan ya de “efecto pantalla” para explicar que la conciencia de lo real disminuye a través de las pantallas. En las apuestas, es muy diferente sacar 50 euros y ver cómo van desapareciendo físicamente a hacerlo online, donde puedes tener un saldo con -1.500 y, sobre todo entre jóvenes, no darte cuenta de las consecuencias que eso tiene.

Y por otro lado, la tecnología está abierta 24 horas. El bar cierra y tú te vas a casa. Ahora puedes jugar en cualquier sitio y a cualquier hora. No hay límite para parar y pensar en las consecuencias, y eso favorece mucho la adicción. Y aunque no siempre sea así, porque con los móviles cambia todo, el juego online favorece la privacidad y el hacerlo en solitario, que también es peligroso.

¿Dónde está la frontera entre un juego responsable y una adicción?

Hay muchos botones para detectar el problema. Uno de los más importantes es la pérdida de control, no poder dejar de hacerlo pese a asegurar a tu entorno que sí. Otra línea roja es la mentira, cuando dices que has estado en un sitio y has estado apostando, o cuando ocultas el dinero que te has dejado. También cuando se empieza a hacer en solitario.

Se suele decir que los salones de juego tienden a instalarse en barrios obreros. ¿Tiene constancia de que esto es así?

Una de las cosas que la publicidad ha impulsado es que el juego es una vía para ganar dinero. Es una de las cosas que más nos preocupan con la apuesta deportiva; la idea que va penetrando entre los jóvenes de que, como saben de fútbol o del deporte que toque, eso les va a servir para ganar dinero. También conecta con la imagen que todos tenemos en nuestro ideario sobre esa gran jugada que nos va a solucionar todos los problemas. Supone depositar tus expectativas de futuro y de cambio en el juego, y eso es muy peligroso como idea social. Y en este sentido, está claro que tiene mayor predicamento entre la población con mayores necesidades económicas. Pero lo cierto es que alguien que juega de una manera indiscriminada y durante mucho tiempo, va a perder seguro.

¿El jugador nace, o se hace?

Ambas situaciones son posibles. En el mundo de la psicología siempre nos hemos centrado en cuáles son los factores intrínsecos de la persona, los factores de vulnerabilidad. Y eso es muy importante. Sin embargo, más allá de que esas personas sean más impulsivas o menos, creo que lo más importante es el contexto en el que esas personas se mueven y desenvuelven, pues eso hace que la balanza vaya hacia un lado o hacia otro. Porque esa impulsividad, esa búsqueda de sensaciones, se puede satisfacer también con la práctica misma del deporte, por ejemplo.

En este sentido, ¿cree que son suficientes las campañas de prevención de las administraciones públicas?

Para nada. La concienciación social sigue siendo una tarea pendiente, sobre todo con campañas tan agresivas que utilizan a cantantes o deportistas de élite, empezando por Usain Bolt y hasta llegar al entorno más cercano. Lo que hacen es asociar la apuesta con el triunfo. Creo que como sociedad tenemos que pensar qué estamos haciendo y qué consecuencias tiene, porque si seguimos con la línea actual, va a haber cada vez más personas con problemas de juego social. Las asociaciones están ahora mismo desbordadas.

¿El prohibicionismo puede aportar alguna solución?

Lo primero sería hacer estudios serios y con profundidad. Y luego ver qué tipologías de juego son especialmente adictivas, porque no todos los tipos de juego son iguales. Por ejemplo, aquellas en las que sabes en el instante si has ganado o no son muy peligrosas. Creo que en algunos casos, en esos más dañinos, la prohibición es una buena opción.

En Italia han prohibido la publicidad en las camisetas de los equipos de Fútbol.

Es una decisión muy acertada, a mi juicio. Ojalá hubiera más sensibilización social también aquí. Siempre pongo el mismo ejemplo; cuando yo era pequeña íbamos a la tienda y había cigarrillos de chocolate con las marcas de verdad. ¿Qué pensaríamos hoy en día? Creo que hay que centrar el foco en esta generación que estamos formando y educando, hay que darles otros valores que no sea el de la inmediatez y que impliquen un esfuerzo, que sean capaces de esforzarse.

¿Está suficientemente controlado el juego de menores?

Está prohibido, pero eso no quiere decir que no haya personas menores de 18 años que jueguen, igual que ocurre con el alcohol. En Internet el control es mayor, porque se necesita una identificación.

Desde una perspectiva de género, el apostador sigue siendo sobre todo hombre.

La proporción es aplastante. Pero hay estudios transculturales que muestran que, en otro lugares, son las mujeres las que juegan más. Por tanto, creo que es un tema cultural; aquí el juego ha estado ligado a locales cerrados y ambientes masculinos. Pero nos preocupa que, con el cambio digital, la mujer se convierta en un nuevo nicho de mercado.