Cuarenta años es tiempo suficiente para que algunos maduren
Aste Nagusia de Bilbo entra en una nueva década en la que el modelo se confirma como fórmula de éxito, elogiada hasta por quienes siempre recelaron del mismo. No obstante, los discursos no siempre cuadran con las prácticas. Este análisis incide en las contradicciones y también en las oportunidades perdidas.
Aste Nagusia ha finalizado y es el momento de los balances. No cabe duda de que las fiestas han sido un éxito, con el único pero de las agresiones sexistas denunciadas, aunque en este terreno se ha avanzado mucho.
Lo que no cambia es la actitud del Gobierno municipal hacia las comparsas, tratando de restar importancia al gran trabajo que realizan y su papel como dinamizadoras de los festejos aportando frescura. Aunque han transcurrido ocho años de que las fiestas se tiñesen de negro en defensa de un modelo popular y participativo, las camisetas con el lema ‘‘Aste Nagusia defendatuz’’ han seguido viéndose por las calles del Botxo. Razones no faltan.
La celebración de los 40 años de la primera Aste Nagusia ha sido una oportunidad perdida por parte del PNV para hacer autocrítica pública de su actitud hacia las fiestas. Muchos han sido los cargos de ese partido que, en privado, han reconocido durante estas cuatro décadas que se han equivocado en sus tácticas hacia las comparsas. De significativa puede calificarse la reflexión publicada por el consejero de Cultura y Política Lingüística en las páginas de “Deia”.
«Con el paso del tiempo –escribió Bingen Zupiria– Bilbao ha consolidado un modelo festivo propio y singular, variado, donde todos los planes son posibles y donde cada uno y cada una puede encontrar los ingredientes para confeccionar su propio programa. Cuarenta años es un periodo suficiente para recordar algunas de las barbaridades que se han cometido y para pedir perdón o disculparse por algunas de ellas». «Es un buen momento también –añadía el consejero en su comentario del primer domingo festivo– para reconocer el trabajo de miles de profesionales y voluntarios que con su compromiso han permitido mantener el espíritu de fiesta y celebración pacífica que Aste nagusia debe preservar».
Pero, por desgracia, algunos gestos denotan que los jeltzales no han madurado. Sabin Etxea no acaba de comprender el espíritu de 1978, el de la colaboración entre diferentes para hacer unas fiestas. ¿Cómo si no se puede entender el acto de celebración del 40 cumpleaños de Aste Nagusia, organizado por el Gobierno Aburto con el Gremio de Pastelería Artesana de Bizkaia, donde se excluyó a los grupos de la oposición y a las comparsas? El ansia de Juan Mari Aburto por figurar como protagonista hasta en actos en los que es un mero invitado tiene un punto enfermizo. A menos de un año para los comicios locales, se impone el marketing político brutal.
El alcalde buscó la foto del reparto de pastelitos y de paso, pretendió mejorar su imagen respecto al trato del Consistorio a las personas migrantes entregando la recaudación a CEAR-Euskadi. Lo cierto es que la recaudación no fue buena y el Ayuntamiento se las ha tenido que ingeniar para dar salida a cientos y cientos de chuchos de chocolate.
Por no hablar de la superficial exposición en Euskal Museoa sobre el 40 aniversario de Aste Nagusia, donde se ha rehuido cualquier referencia a episodios protagonizados por los alcaldes de turno contra el carácter popular de la fiesta o la persecución a símbolos de estas. Otra oportunidad perdida. Ahí está el emplazamiento lanzado por Bilboko Konpartsak a la colaboración para ganar en fiesta.
Hay muchos ámbitos en los que es posible introducir mejoras, consolidando el referente festivo que es Aste Nagusia, pero para ello es preciso huir de recetas del pasado. Un ejemplo es el excesivo despliegue de la Policía Municipal, hacia el que Bilboko Konpartsak manifestó su «malestar y desacuerdo» emplazando a que se haga «de otras maneras muy distintas» y planteando la recuperación del espíritu de los guardamokordos de antaño.
La respuesta dada por el alcalde a las críticas comparseras está fuera de lugar. El operativo policial desplegado más bien parece dirigido a contentar al caladero conservador en el que pescan los jeltzales en las elecciones municipales. Las fiestas son seguras y no hace falta sacar a toda la plantilla de guardias a patrullar El Arenal.
En 1981 se constituyó la Comisión Mixta de Fiestas, conformada por corporativos y comparseros, a la que se fueron sumando otros representantes de colectivos sociales de la villa. A pesar de que nació a raíz de la crisis de 1980, cuando el alcalde Jon Castañares organizó una fiesta para el pueblo sin el pueblo, la Comisión Mixta nunca ha funcionado como tal por la falta de voluntad del PNV. Es otra asignatura pendiente. Juan Mari Aburto dijo en la recepción oficial del jueves en el Salón Árabe que Aste Nagusia «la hacemos todos y todas, y es para toda la ciudadanía».
Lo cierto es que eso no es así, porque por debajo de la imagen amable del primer edil está su intención de seguir con modos de actuar del pasado, hablando de popular y participativo cuando teme que ello suponga dejar de imponer sus ideas al resto. No se puede entender de otra manera las prisas de Aburto para hacer un balance festivo de urgencia, saltándose foros como la Comisión Mixta de Fiesta.