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Nada nuevo sobre el escenario

[Crítica: 'A Star is Born']

Koldo Landaluze

Siguiendo la estela de lo que con anterioridad rodaron William A. Wellman en el 37, George Cukor en el 54 y Frank Pierson en el 76, se presenta una nueva versión filmada y co-protagonizada por Bradley Cooper junto a Lady Gaga. La cuestión principal es saber qué demonios puede aportar esta enésima recreación del mito de Pigmalión y la respuesta es evidente desde sus primeros compases, nada.

Cercana en sus intenciones al remake que protagonizaron en la versión setentera Barbra Streisand y Kris Kristofferson, lo que se plantea en esta almibarada propuesta no es más que un encadenado de canciones y diálogos diseñados para seducir a los Grammys y, hasta si me apuran, a los Óscar. La presencia de Lady Gaga condiciona cualquier opinión relativa a las interpretaciones ya que por muy desmaquillada que aparezca en la pantalla, el espectador sabe que se trata de la diva -lo mismo ocurrió en su día con Streisand- y siempre tenderá a relacionarla con su rol acostumbrado sobre los escenarios y como estrella pública.

Resulta loable el empeño que la cantante hace por hacernos creer que es actriz pero es tal el peso de su fama que cualquier atisbo de drama queda eclipsado por completo por culpa de un guion muy previsible, cortado a su medida y que subraya su condición estelar dentro de un producto de consumo rápido que nunca apuesta por el riesgo y que se conforma con cumplir sin arriesgar en exceso.

Decepciona que Cooper, en este su debut detrás de la cámara, no haya apostado por seguir la senda que abrió Cukor a la hora de aprovechar el filme para reflexionar en torno al "star system" del Hollywood dorado y todo quede en un folletín en el que un cantante alcohólico, aquejado de una sordera progresiva y en pleno declive, observa cómo su compañera va camino de convertirse en una estrella del pop. Como la vida misma.