Sube el tono en el TS tras el alegato político de Junqueras
Junqueras y Forn fueron ayer los primeros en declarar en el juicio contra el 1-O. Siguieron dos estrategias notablemente diferentes: el primero optó por el alegato político, mientras que el segundo se limitó a una defensa técnica.
Si una de las características de los juicios políticos es la dialéctica entre el interior y el exterior del tribunal, ayer se vivió una jornada ejemplificadora. Eso sí, los ejemplos vinieron por separado. A modo de resumen: Oriol Junqueras pronunció todo un alegato político dirigido al exterior del tribunal, pero rechazó contestar a las acusaciones; todo lo contrario de Joaquim Forn, que contestó a la Fiscalía y a la Abogacía del Estado, pero cuyo interrogatorio –el que corrió a cargo de su propio abogado– huyó de cualquier lectura explícitamente política, lo que llevó en algún momento a una depreciación de los hechos de otoño de 2017.
La jornada empezó con la intervención de Marchena para concluir las cuestiones previas. Aunque aceptó algunas pocas peticiones de las defensas –la comparecencia del exministro Juan Ignacio Zoido, por ejemplo–, rechazó la mayoría, dejando las cuestiones sobre la vulneración de derechos fundamentales para la sentencia.
De igual modo, dio a los acusados –no así a los abogados– la opción de expresarse en catalán, ofreciendo una traducción sucesiva –que no simultánea–. Eso sí, no lo hizo en nombre de sus derechos lingüísticos, sino como una gracia para atender supuestas «razones emocionales». Vistas las limitaciones, Junqueras y Forn declararon en castellano.
Convicciones irrenunciables
Junqueras arrancó con fuerza: «Puesto que yo no voy a renunciar a mis convicciones democráticas, y entendiendo que las acusaciones no van a dejar de perseguirme por ello, creo que me encuentro en una situación de indefensión; se me acusa por mis ideas y no por mis hechos y por lo tanto, entendiendo que estoy en un juicio político (...) no contestaré a las acusaciones».
Es posible que en los corrillos de periodistas se siga debatiendo hoy sobre esta decisión de no contestar a la Fiscalía. Por un lado, vista la actitud de los fiscales en la víspera, Junqueras evitó de este modo entrar en un debate en el que juega con clara desventaja –es el fiscal el que impone los términos del debate–. Al mismo tiempo, eludiendo el cara a cara con la acusación, Junqueras no discutió de forma directa el relato de la Fiscalía que las defensas consideran adulterado. Y de paso, quizá, restó valor a su declaración a ojos del tribunal, al que no suelen apasionar los acusados que solo responden a sus defensas. De ahí que quepa entender que los principales receptores del alegato de Junqueras estaban fuera.
De buen humor, con ironía y con muchas ganas de explayarse –«llevaba año y medio sin hablar y tenía ganas»–, Junqueras repasó los principales hitos que llevaron a Catalunya a las puertas del 1-O, reivindicó que hacer un referéndum no es delito y lamentó que, en la mesa de diálogo en la que siguen sentados, «al otro lado la silla siempre está vacía». Pese a ello, insistió en una salida política al conflicto entre Catalunya y España basada en tres premisas: negociación, votación y respeto al resultado de la voluntad popular.
Tras una pausa de media hora, el abogado le llevó a tratar de desmentir algunos de los puntos del relato de la Fiscalía. Así, negó que el 20 de setiembre se obstaculizase la operación judicial en la conselleria de Economía. También aseguró no conocer el documento “Enfocats”, en el que la Fiscalía basa buena parte de su relato sobre un supuesto comité secreto que preparó la secesión de Catalunya. Y concretamente sobre el 1-O, no desaprovechó la oportunidad para pasar a la ofensiva en un discurso largamente aplaudido ayer por el independentismo: «Votar no es un delito, en cambio, impedirlo por la fuerza, sí».
Una DUI ilegal
Casi en las antípodas, el interrogatorio de Joaquim Forn a cargo de su abogado, Xavier Melero, trató de desmontar jurídicamente todas las acusaciones que pesan sobre el exconseller de Interior y ahora candidato a la Alcaldía de Barcelona. Y lo hizo, a ratos, pagando el precio de rebajar el valor del otoño de 2017, considerando que el 27 de octubre no se aprobó una Declaración de Independencia, que no ocurrió nada que pudiera desembocar en el nacimiento de un nuevo Estado y subrayando que no hubo ninguna resistencia al artículo 155, entre otros.
La de Forn ayer fue una defensa técnicamente impecable pero políticamente desarmante, aunque esto pudo pasar más desapercibido gracias en buena parte a los pobres interrogatorios de la Fiscalía y la Abogacía del Estado, a los que Marchena tuvo que regañar en varias ocasiones y de cuyas preguntas Forn escapo, en general, de forma más que solvente. De hecho fue la insistencia del fiscal en mezclar la ideología del acusado con su desempeño como conseller lo que consiguió politizar, en cierta medida, su declaración.