Repaso a la cartelería, así se venden los candidatos a presidente
Las apuestas gráficas de los partidos de ámbito estatal están siendo muy dispares. Destaca Sánchez con su ‘Haz que pase’. Las demás campañas están pasando más desapercibidas por incongruentes. Todas tienen su miga cuando se las mira con detalle. Y además, este artículo contiene, a modo de bonus, el mejor cartel de toda la hornada de las generales de 2019.
La imaginería electoral siempre es muy interesante. Los diseñadores gráficos están obligados a condensar todos los mensajes de campaña en muy poquitas palabras. Eso ahorra mucho tiempo y dado que nos vamos a tirar en campaña hasta junio, no conviene sobreexponerse a los mensajes electorales.
Han dicho que el lema de Pedro Sánchez es muy Ikea. Haz que pase... ¿qué? Deja una duda, fuerza a pensar en qué demonios quiere el PSOE. Nadie sabe exactamente qué tiene en mente el PSOE o qué esconde Sánchez dentro de ese cráneo perfectamente proporcionado. Porque todo el mundo sabe que Pedro es muy guapo. Hay que explotar eso. En el cartel no aparece la rosa, casi tampoco partido, pero la cara de Sánchez sale tan grande que no cabe todo el pelo. Eso sí, alguien ha colado entre las letras un corazoncito que recuerda a un emoticono, a un beso. Es que Sánchez es terriblemente guapo, besable, y, por si fuera poco, es el presidente. Además está en blanco y negro. A uno le viene a la mente la Transición, aquel tiempo que se vende como de reconciliación entre españoles, o eso dicen los de ‘Cuéntame’. Sánchez es un líder como los de la edulcorada Transición: Sánchez es Suárez. Quiérele. Vótale.
El cartel de Pablo Casado es aburrido hasta el extremo. Pero es un aburrimiento buscado, como el del lema ‘Valor Seguro’. Resulta tan aburrido que parece un cartel de «atrezzo» de una película americana. De cualquiera, lo mismo podrían haber puesto una foto de Leslie Nielsen. Es muy yanqui. Encaja en tanto que a Casado le gusta pasear con su esposa como una Primera Dama y se las da de familia perfecta, como se hace en EEUU. Pero hasta ahí. La idea de fondo es que, a río revuelto, ganancia de pescadores. El PP se presenta sólido, como una roca, dentro del pimpampún electoral: el valor seguro. No es mala opción... si su líder no tuviera una escopeta en la boca. Casado es un liante y en cuanto pilla un micrófono se mete en un berenjenal. El cartel y Casado no van en la misma dirección y el cortocircuito es evidente.
Si Casado tiene una escopeta en la boca, a Albert Rivera le falta la metralleta en la mano. Sale del cartel como Rambo dejando atrás una explosión rojigualda. El nuevo héroe de acción tiene nombre, aparece abajo a la izquierda: Albert R. Y esta R es grandísima, más incluso que las letras del partido. El mensaje es un «¡Vamos!» que mantiene la épica del resto de la escena, recuerda a los triunfos de Nadal, todo resulta muy enérgico y, lo peor, también bélico. Pero resulta obvio que se han pasado un poco de frenada. Rivera cotiza a la baja y este tono triunfalista parece no ir acompasado con la realidad, de ahí que chirríe aún más.
Podemos, el partido más personalista de todos, no trae la cara de su candidato. ¿Dónde está Pablo Iglesias? ¿Dónde está ÉL? Resulta muy difícil no enlazarlo con el polémico cartel del regreso de Iglesias tras su baja paternal, cuestión que el partido vendió como una especie de travesía mesiánica en el desierto. Puede que el de la coleta acabe apareciendo, pues un cartel así es jugársela mucho. Si se le mira con más detalle, el conjunto de cartel y lema es rompedor. Iglesias no está porque «la historia la escribes tú». Nada menos. Constituye otra vuelta de tuerca al «No nos representan» del 15M. Aun con todo, tiene aire una genialidad de despacho. Lo tiene todo, pero exige reflexionar demasiado y por eso no funciona. La gente no le dedicará el tiempo suficiente, pues el cartel no parece lo suficientemente atractivo gráficamente. Ni siquiera hay un rostro. Si se lo comparña con la idea del «Haz que pase» de Sánchez, se ve que esta es más directa y, por eso, funciona mejor. El de Podmeos resulta demasiado enrevesado.
El cartel de Vox mantiene el blanco y verde andaluz, la tierra que catapultó a este engendro de partido. Lorca, que quería verde hasta el viento y las ramas, se revuelve en su tumba. Llama la atención que Santiago Abascal no mire de frente al votante. Su mirada se pierde hacia un lado (hacia la derecha, claro). Tiene dos motivos. El primero es que Abascal bizquea un poco. Y, claro, eso en un cartel electoral, pues se nota un poquito. El segundo, es dotar de un aire de líder mesiánico a la imagen. Abascal ve cosas que el resto no vemos: un camino hacia la luz o vete tú a saber. Se acompaña del texto «Por España», que parece el grito que lanzan antes de su acometida los Tercios de Flandes en una novela de Pérez Reverte. Este fervor patrio se refuerza pintando las letras de rojigualda. Lo tiene todo para funcionar y, con todo, no funciona. El conjunto tiene una estética chabacana en general, muy alejada del resto que sí tienen una factura de calidad.
Este cartel no debería estar aquí, porque este no es un partido español. Pero merece la cosa rescatarlo puesto que es una joya de la propaganda electoral. La idea es una foto de Oriol Junqueras que alguien ha tratado de arrancar de la pared. Se ve en el primer golpe de vista, no exige reflexión alguna como lo hace el cartel de Podemos. Lo que han arrancado a Junqueras es la boca, lo que aporta a la imagen crueldad, dinamismo y fuerza. La misma forma que tiene la franja rasgada evoca a otras imágenes en favor de la libertad e expresión. Detrás del cartel rasgado aparece, en amarillo, el lema «Va de Llibertat». Ahí está la cárcel. Entonces el cartel obliga a mirar el rostro, que es la cara de un preso. La expresión de Junqueras es dulce, acentuando la injusticia. En su versión para farolas, el cartel se acompaña de otro banderín con el lema repetido tres veces, que martillea con el «Va de Llibertat». Le dice al votante que no se deje llevar por ningún otro mensaje, que no se distraiga más y apoya a ERC. En definitiva, toda una obra de arte de la ingeniería publicitaria.