Doping electoral
Hemos asistido al primer gran debate televisivo entre los cuatro presidenciables (es un decir) de la política española, e inevitablemente la pregunta que flota en el aire es quién ha ganado. La respuesta es que han ganado todos; los cuatro. ¿Por qué? Pues porque en dos días de debate (esta noche hay partido de vuelta) los líderes del PSOE, PP, C's y Podemos van a tener acceso a cerca de veinte millones de posibles votantes, y no hay mitin ni propaganda que compita con ello. Lo dijo Pablo Iglesias en TVE: «Un debate es mucho más importante que cualquier cartel electoral». Y tiene razón.
Entrar en la última semana de campaña con dos debates consecutivos y una audiencia millonaria es un chute de presencia pública por el que deberían estar agradecidos Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias . Alguien opondrá que al final son ellos quienes se juegan las llaves de La Moncloa, y que de lo que se trata es de decantar la balanza hacia una de esas cuatro esquinas. Que unos ganan y otros pierden. Pero aunque parezca mentira, en estas elecciones no compiten solo ellos, y de hecho en algunos lugares pugnan a brazo partido con otras fuerzas por un mismo escaño.
Ocurre en Euskal Herria. Por ejemplo, a PNV y EH Bildu les conceden entre 8 y 11 diputados (Navarra Suma está representada por el PP y C's, y Geroa Bai no parece tener opciones), y son por tanto fuerzas de primer orden, competidores directos de los cuatro grandes partidos españoles. Pero ellos no van a contar con ese último empujón televisivo.
Los jeltzales tienen menos motivo para la queja, pues ya han sido invitados a sendos debates en TVE y en una cadena privada, aunque lo único reseñable de la intervención de Aitor Esteban –ya han empezado a llamarle Aitor el txirrindulari–, ha sido reprochar a Toni Cantó que se parezca a Bildu. Bueno cada uno aprovecha el tiempo como puede.
Pero EH Bildu ni está ni se le espera en esos debates, aunque no paren de hablar de ella, y cuando tiene tres posibles escaños danzando en torno a un puñado de votos (Araba, Nafarroa y un segundo en Gipuzkoa), le perjudica que sus rivales directos disfruten de ese brillante escaparate. Por ejemplo, no son pocos los que estarán dudando entre la papeleta soberanista y la de Podemos, y una doble sesión de Pablo Iglesias en prime time qué duda cabe de que ayuda a los morados. Igual que activará a indecisos de derecha en Araba y Nafarroa. Pocos o muchos, pero quizá suficientes para embolsarse el escaño.
Las elecciones estatales no son una plaza fácil para los partidos vascos, que compiten con agenda extraña y en campo ajeno. Pero además estos debates dopan a sus contrincantes justo cuando toca enfilar la línea de meta. No es justo, pero es lo que hay. Y frente a ello, no queda más que la artesanía del cartel y la pancarta y la imaginación de las redes sociales (tampoco estaría mal actualizar la web de EH Bildu, por cierto).
De momento, yo empezaría empapelando Gasteiz con el número 622, que es el número de votos que separan a Javier Maroto de Iñaki Ruiz de Pinedo. Si la pantalla pone sordina, que al menos hablen las paredes.