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Luxemburgo da luz verde a la marihuana y la legalizará

La «revolución verde» ha llegado al corazón de la Unión Europea. Luxemburgo, uno de los países fundadores, acaba de anunciar que inicia el proceso legislativo para legalizar la marihuana. Una decisión en la buena dirección que tiene un gran potencial de réplica.


Con sus 2.586 kilómetros cuadrados y poco más de 600.000 habitantes, Luxemburgo es, tras Malta el segundo país más pequeño de la UE, de la que es uno de sus fundadores. Con niveles de vida muy altos, conocido por ser el primer país con transporte público gratuito de la UE, acaba de anunciar sus ambiciones para legalizar el uso médico y recreativo de la marihuana y convencer a otros países europeos para que sigan el mismo camino.

Al compartir frontera con Bélgica, Alemania y Francia, el anuncio del pequeño país centroeuropeo, como el olor que desprende la marihuana, ha llegado hasta sus vecinos, que se muestran expectantes sobre las derivadas que podría tener esa decisión y la eventualidad de que desencadene un efecto dominó. Cierto es que en cualquier coffee shop de Amsterdam puede comprarse marihuana de muy buena calidad, que en países como Bélgica no vas a tener problemas con la Policía por llevar unos gramos de «maría», que en Catalunya, de hecho, los clubs y asociaciones del cannabis están decriminalizados, pero Luxemburgo quiere ir más lejos, hasta convertirse en el primer país de la Unión Europea en hacer completamente legal la marihuana.

Enfoque abierto

El ministerio de Sanidad luxemburgués acaba de dar luz verde al inicio del proceso legislativo para que en un plazo de dos años ese objetivo se convierta en realidad. Así, de materializarse, el país seguiría la estela de Uruguay y Canadá, además de once estados de EEUU, y revertiría unas políticas que durante décadas prohibieron la sustancia y encarcelaron a las personas que violaron las normas. Una política que, definitivamente, no ha funcionado.

La ilegalización no ha paralizado las actividades del mercado negro, ni ha protegido la salud pública, ni ha alejado a la gente joven de traficantes que proveen marihuana de dudosa calidad, ni ha cerrado el acceso a drogas potencialmente más peligrosas. Quizá porque prohibir las cosas las hace más interesantes, quizá por que ha imperado una mentalidad excesivamente cargada de prejuicios, pero lo cierto es que no ha sido una estrategia exitosa.

Ante ese fracaso, Luxemburgo ha decidido cambiar de enfoque y apostar por legalizar todo el mercado del cannabis, desde la concesión de licencias para producirlo hasta la legalización de su consumo, todo bajo una estructura altamente regulada. Previsiblemente, prohibirá el cultivo en domicilios particulares, impondrá una restricción de edad de 18 años para poder comprarla y estará prohibido la compra para los no residentes, a fin de evitar el turismo de drogas.

Y es que legalizar la marihuana requiere muchas más cosas que una simple declaración de que la substancia es legal. Se necesita, entre otras cuestiones, un mercado regulado, establecer impuestos y controles de calidad. Además, en un país tan pequeño del que 200.000 personas salen a diario para trabajar, se necesita atender las preocupaciones de los países vecinos, que ya han mostrado su inquietud en torno a cómo se mantendrá el equilibrio entre el mantenimiento de unas fronteras abiertas y la regulación de este nuevo mercado.

Preocupación e interés

Europa, con diferentes culturas y personalidades que determinan las actitudes hacia la marihuana, se muestra dividida sobre el tema. A diferencia de la gente, los países son más reacios, e incluso algunos completamente paranoicos. Mientras crece el consenso favorable a su uso medicinal, a que esté disponible para los pacientes –Francia, Irlanda y, tras una decisión del Tribunal Supremo, Alemania han dado luz verde–, sigue siendo mayoritaria la posición de que ello no debería abrir el camino para legalizar su consumo recreativo. Son mayoritarios los enfoques conservadores; los legisladores tienen miedo de ir más allá y ser responsabilizados de los problemas que puedan surgir.

Por ahora, el apoyo al proyecto de legalizar la marihuana en Luxemburgo se mantiene firme. Los tres partidos que gobiernan en coalición el pequeño país, fundamentalmente por el apoyo de sus juventudes, llevan en sus programas la legalización. No plantean que el cannabis sea inocuo para la salud, que no haga daño, pero plantean a sus votantes que lo miren con el mismo punto de vista con el que ven el alcohol, una substancia fácilmente accesible, socialmente aceptada y más maligna que la marihuana. Y subrayan la hipocresía que implica esa diferencia entre las dos substancias.

Pero no solo en Luxemburgo son conscientes de que la legalización es una fuerza que salta de país a país, de que la presión en favor de la legalización ya no es solo una labor de un lobby ideológico, sino que un potente lobby industrial se ha sumado a esa tarea. Ya se huele el enorme mercado que abrirá y las innumerables startups que se van creando ahora esperan ese momento para sacar ventaja y beneficios del aumento de la demanda. Saben que se trata de un sector floreciente donde las normas legales pueden hacer cambiar todo el juego, donde los cambios normativos podrían hacer que el mercado se hunda o desaparezca. Pero hay confianza, e incluso euforia, en el sector. Está muy interiorizada la idea de que la normativa evolucionará y terminará por amoldarse al sentimiento de los consumidores.

Señales positivas

La prohibición que todavía impera en la Unión Europea obliga a mirar a la casi docena de estados de EEUU que han legalizado la marihuana. Y las señales que llegan desde allí indican que los límites en las licencias y en el número de establecimientos que pueden vender marihuana y las cargas impositivas que, al tratarse de una droga, superan el 60%, son obstáculos superables. Jugando con el tiempo a favor y con una política de lobby organizada a escala industrial, los inversores no ven mayor impedimento en ello y están inyectando liquidez a raudales.

Esas grandes inversiones del sector de las finanzas ofrecen a la industria del cannabis una mayor credibilidad. Es decir, indican que han estudiado bien el sector y que si han decidido entrar a saco es porque están convencidas de que se trata de un nicho a explotar a fondo. Colorado deja otro buen ejemplo. Legalizado el uso medicinal y lúdico, solo el año pasado se crearon más de 500 empresas, incluyendo productores, dispensadores, empresas de energías renovables o tecnológicas que ofrecen software empresarial especializado para minoristas de la «maría».

 

MARIHUANA: AUGE INDUSTRIAL DE UN GRAN NEGOCIO EN PLENA EXPANSIÓN

La llamada «Revolución Verde» de la marihuana se ha topado con la lógica de los grandes negocios y del comercio global. Toda una industria, aún en edad infantil, ha transformado un negocio que era casi familiar y clandestino en uno de los nichos de negocio más jugoso para los grandes inversores.

Se dice que todo emprendedor sueña con descubrir mercados no explotados en los que pueda empezar con una baja inversión y construir un gran negocio. Se dice, asimismo, que la marihuana es bastante más que una planta; es cultura, es parte de la vida de muchas personas a las que no les importaría formar parte de la industria del cannabis. Particularmente en EEUU y Canadá, esa industria está creciendo más rápido que la «maría» bajo el sol o los sistemas de iluminación. Y lo que históricamente ha sido una industria artesanal y semiclandestina se va convirtiendo en una red global –aunque todavía no del todo legal– de marcas, productos y accesorios que puede convertirse en un nuevo filón para los grandes inversores.

Y es que si alguien cree que los nuevos empresarios del cannabis son unos hippies con dreadlocks o churros, fans de Bob Marley, del reggae y de su «ganja revolution» se equivoca de plano. Jóvenes emprendedores con camisa blanca y corbata, poderosos y «respetados» inversores como Founders Fund, que entre otros financia Facebook o SpaceX, ejecutivos de grandes corporaciones farmacéuticas o del tabaco son ya parte del paisaje de un sector económico muy prometedor y de enormes expectativas.

Una realidad que genera preguntas aún sin respuestas. ¿Podría la industria del cannabis seguir la estela de las grandes corporaciones del tabaco? ¿Podrían seguir ambas plantas un mismo patrón a la hora de multiplicar los beneficios? Los gigantes del tabaco empiezan por identificar un producto con potencial adictivo, lo promocionan, desarrollan innovaciones técnicas que promueven un mayor consumo y niegan o minimizan los costos potenciales para la salud. ¿Copiará la industria de la marihuana esta fórmula? ¿Modificarán artificialmente el porcentaje de tetrahidrocannabinol (THC), ese componente que induce euforia, para disparar el consumo y aumentar beneficios? ¿Organizará un potente lobby para hacer levantar las restricciones al negocio? Es algo que no puede descartarse de antemano.M.Z.