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«Y ahora, ¿qué?»

El progresivo despliegue de Damasco en Rojava tras el inicio de la ofensiva turca siembra de interrogantes el futuro más inmediato de los kurdos de Siria.


«¡El régimen se ha desplegado a lo largo de la frontera!»; «¡Tienen soldados en Tel Tamer y puestos de control en la carretera Internacional!»; «¡Acaban de atravesar Qamishlo!».

La cascada de rumores sobre la creciente presencia de Damasco en el noreste sirio riega desde sosegadas tertulias en cafés a encuentros casuales en mitad de la calle.

El pasado 22 de octubre fue el pacto ruso-turco para mantener patrullas conjuntas a lo largo de la frontera el que abrió también la garita al Ejército Árabe Sirio: desde que los kurdos declararon «liberado su territorio» en julio de 2012, la presencia de Damasco en el noreste sirio se había limitado al centro de las dos principales ciudades, Hassaka y Qamishlo, y al aeropuerto de esta última.

Durante las dos últimas semanas, efectivos de Damasco se han ido desplegando en puestos fronterizos como Kobane o Derbesiye y han tomado el control de localidades ya emblemáticas como Manbij, un estratégico enclave de mayoría árabe al noreste de Alepo.

Otras veces llegan, ponen la bandera oficial, se hacen selfies y material para SANA (el canal público de noticias sirio) y se repliegan a pocos kilómetros donde levantan un checkpoint en mitad del desierto. «Dios, Siria, Bashar y nada más», entonaban en mitad de la noche, la semana pasada, soldados sirios en Tel Tamer (la localidad desde la que se gestiona el frente de Serekaniye) entre disparos en ráfaga. La euforia duró unos diez minutos antes de que el contingente desandara el camino hasta su puesto, a tres kilómetros del centro de la localidad.

Bravatas a un lado, lo cierto es que la cercanía de los hombres de Assad ha provocado una estampida entre miembros de ONG y periodistas internacionales que habían accedido al territorio desde Kurdistán Sur, y sin un visado oficial sirio en su pasaporte. Y el temor no es exclusivo a los occidentales: «Mi mujer es Siria pero yo soy kurdo de Irak, no tengo ni un pasaporte ni ningún otro documento sirio. Nos casamos hace cuatro años y vivimos desde entonces con un pie entre Erbil y Qamishlo. Tenemos una tienda de ropa aquí», decía Karwan, uno entre miles –probablemente decenas de miles– de kurdos del sur que ha abierto un nuevo capítulo de su vida en los ocho años en los que el noreste ha funcionado al margen de Damasco.

La incertidumbre también es máxima entre locales como Raby. Tras años de agotadoras jornadas en Alemania, este kurdo de Derik invirtió todos sus ahorros en un pequeño y confortable hotel que abrió sus puertas el pasado mes de abril:

«No hay registro alguno de esto en Damasco. El régimen puede llegar y requisarlo todo aduciendo que se trata de un negocio ilegal», dice este empresario que no descarta volver a Alemania «si las cosas se tuercen».

Acuerdos

Son hoteles como el de Raby, pero también barberías, casas de té o de cambio; puestos de ropa o de carcasas para móviles en el bazar; furgonetas-taxi o servicios de transporte de ganado…

Eso por no hablar de las escuelas donde se enseña el kurdo por primera vez en la historia de Siria, de los colegios en los que se imparte el nuevo currículo, o incluso de su universidad (Filología Kurda, Bellas Artes e Ingeniería Agrónoma en el campus de Qamishlo). Y seguimos sin mencionar a todos los funcionarios de la administración de facto: desde comunas y ayuntamientos hasta las cámaras cantonales en Kobane y la región de Yazira. Por supuesto, no nos olvidamos de las decenas de miles de miembros de las fuerzas de seguridad locales: desde la Policía al Ejército.

«Y ahora, ¿qué?», es la pregunta más recurrente en el tormentoso noreste sirio.

Mientras se espera respuesta, se siguen buscando pistas en entrevistas como la que Bashar al Assad concedió esta semana a la televisión pública siria.

«Hay grupos armados de los que no podemos esperar que entreguen las armas a corto plazo, pero el objetivo final es la vuelta a la situación previa al inicio de la guerra», resumía el mandatario sirio.

Eso sí, fue una comparecencia en la que llegó a pronunciar la palabra «kurdos» en más de veinte ocasiones. Por su parte, Mazloum Kobani, general del combinado kurdo-árabe, ha reiterado en varias ocasiones su confianza en un futuro acuerdo con Damasco «que garantice los derechos de los kurdos en Siria».

Por el momento, la presencia del régimen en Rojava sigue siendo tímida, aunque ello no ha evitado que, el pasado martes, media docena de soldados cayeran muertos y otros tantos resultaran heridos en enfrentamientos con tropas de Ankara y los yihadistas bajo su paraguas.

Con un Ejército diezmado en una guerra que ya ha cumplido ocho años, resulta difícil contemplar un escenario en el que Damasco se enfrente a las FDS, un contingente entrenado y motivado que, si bien no tiene opciones ante la superioridad aérea turca, ha demostrado solvencia en la batalla contra todo el espectro yihadista.

Además de derechos culturales y una descentralización del Estado sirio, uno de los requerimientos específicos que los kurdos trasladaron a Damasco mucho antes de la ofensiva pasaba por incorporar las FDS en el Ejército sirio, y que los kurdos pudieran realizar el servicio militar en el combinado kurdo-árabe.

A estas alturas se da por hecho que, de llegarse a firmar finalmente un acuerdo entre ambas partes, será de mínimos para la principal minoría del país, pero no resulta descabellado que ambos unieran fuerzas para recuperar esas partes del territorio sirio arrebatadas por Turquía (Idleb, Afrín y Jarabulus). Lo que vendría después estaría por ver, eso dando por resuelto el futuro más inmediato. Y nada más lejos de la realidad.

Desde un taller de coches abierto hace tres años a las afueras de Qamishlo, Bajtiar cuenta que se ha quedado solo en casa tras mandar a su mujer y a sus hijos con los abuelos en Alepo.

«De momento es todo lo que se me ocurre», suelta el mecánico. «¿Tu qué crees que va a pasar?».

 

Turquía y Rusia comienzan las patrullas conjuntas en Siria

Las fuerzas de Rusia y Turquía completaron ayer su primera jornada de patrullas conjunta en el noreste de Siria, en el territorio del que la operación militar de Ankara expulsó a las fuerzas kurdo-sirias que habían establecido en un espacio de autogobierno.

Las patrullas se desarrollaron con efectivos tanto terrestres como aéreos. Un convoy, compuesto de nueve vehículos protegidos por un blindado, partió de la localidad de Al Darbasiyah para recorrer una ruta de 110 kilómetros en unas cuatro horas. «Ha concluido sin problemas, misión cumplida», informó el coronel de la Policía Militar rusa Alexander Bezklubov. «Volveremos a patrullar esa zona dentro de dos semanas», añadió. Este operativo ha obligado a Rusia al despliegue de un contingente adicional de 300 militares con 20 vehículos blindados nuevos en el norte de Siria, según la agencia Sputnik.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ya había adelantado el miércoles el comienzo de las patrulla a pesar de que negaba el repliegue completo de las milicias kurdas que el Gobierno ruso le había confirmado.

Por otra parte, el Ministerio de Defensa turco anunció la llegada a Ankara de una segunda delegación rusa «para debatir aspectos tácticos y técnicos» de la presencia turca en el noreste de Siria. El presidente ruso, Vladimir Putin, y Erdogan llegaron a un memorando de entendimiento en el que se estipula que la policía militar rusa y guardias fronterizos sirios entrarían en la franja fronteriza para facilitar la retirada de las milicias kurdosirias de 32 kilómetros, donde hace unas semanas patrullaban estadounidenses y kurdos. Ahora soldados rusos y turcos han comenzado a vigilar esa franja de 10 kilómetros, mientras rusos y sirios lo hacen en el resto.

Aun así, patrullas de EEUU, que se habían retirado permitiendo la intervención turca, aún colaboran con las fuerzas kurdosirias en zonas fronterizas.

La presencia del Ejército sirio en otros sectores de la frontera impide que Ankara amplíe aún más su zona de control a unos 450 kilómetros como pretendía y donde además quiere llevar a cabo una «limpieza» demográfica que sustituya a la población kurda por refugiados sirios que actualmente residen en Turquía.

Por otro lado, representantes del Gobierno sirio y de la oposición reunidos en Ginebra acordaron que un grupo de 45 personas con presencia de ambas partes y de la sociedad civil redacte una nueva constitución para el país.

Tras tres días de reuniones que comenzaron con duros reproches, el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, anunció que los 45 comenzarán a reunirse este lunes.

Pedersen admitió que sigue habiendo «profundas diferencias y muchas sospechas» tras ocho años y medio de guerra, pero subrayó como un logro que Gobierno y oposición se sentaran por fin «a discutir el futuro de Siria». GARA