La investidura más ajustada de la historia, frente a la «coalición del apocalipsis»
El PSOE y las fuerzas de Unidas Podemos buscan exhibir unidad frente a la estrategia alarmista de PP, Vox y Ciudadanos, cuya desesperación desata un vodevil en las Cortes. El independentismo, más fundamental que nunca por lo exiguo de la mayoría.
El destino quiso que el pleno de investidura de este martes sea no apto para cardíacos: en la sesión que definirá un nuevo gobierno para el Estado por mayoría simple, el bloque que dará su confianza a Pedro Sánchez tiene 167 diputados, mientras que sus oponentes 165. Las abstenciones (ERC y EH Bildu) suman 18. Un problema de salud o de logística inesperado puede llevar lo improbable a posible y cambiar por completo el escenario.
Uno de los síes, la diputada Aina Vidal (En Comú Podem) se ausentó en el pleno del domingo (por ello la suma dio 166). Ha explicado que padece un cáncer «raro, agresivo y extendido» que le provoca fuertes dolores pero asegura que «por nada del mundo» se perderá la votación del martes. Su voto es clave.
También lo sabe Iñigo Errejón (Más País), quien sufre una fuerte gripe y se ausentó en el debate del sábado, aunque el domingo al mediodía se acercó al Congreso a votar. Se espera que sin problemas hoy esté. Sabe que no puede fallar.
El nerviosismo entre los socialistas se hizo notar cuando se filtró el contenido del chat interno de su grupo parlamentario, en el que se pidió a todos los diputados que pasen la noche en la capital del Estado para evitar la mañana del martes «dificultades del tráfico madrileño». El fantasma de un «tamayazo» logístico circula por los pasillos de Ferraz.
Una investidura sin precedentes
La votación no solo será histórica por darle paso al primer gobierno de coalición desde la Segunda República, o porque contará con el aval explícito o táctico de partidos independentistas. También lo será porque se trata de la investidura más ajustada de la historia.
Hasta ahora, el presidente de gobierno investido por la mayoría más exigua era Rodríguez Zapatero en 2008, con tan solo once votos de diferencia en segunda votación. Muy lejos quedan las investiduras más holgadas: la de Felipe González en 1982 (con una diferencia de 92 entre Síes y Noes) y la de Aznar en 2000 (con 54).
Sánchez ganará –si todo sale como previsto– por tan solo dos escaños, una diferencia incluso menor que la que obtuvo en la moción de censura (once). En el PSOE confiaban en una votación 168 contra 163 con 19 abstenciones, pero el fin de semana le trajo dos malas noticias: el abrupto cambio de posición de Ana Oramas (Coalición Canaria), quien pasó de la neutralidad al No, y el de José María Mazón (regionalista cántabro), que fue del afirmativo al negativo, escudándose en el desacuerdo de su partido con el pacto con ERC.
Lo de Oramas merece un párrafo aparte: su partido anunció que podría abrirle medidas disciplinarias, ya que su Ejecutiva había decidido la abstención. El propio secretario de Organización del PSOE, José Luis Abalos, llamó el sábado a sus interlocutores canarios pidiendo explicaciones. Respondieron no entender qué pasó por la cabeza de la diputada y el ministro socialista dejó trascender que no iba a desesperarse por el cambio de posición.
Aunque quienes conocen el funcionamiento interno de la coalición nacionalista creen que el no de Oramas (diputada por Tenerife) tiene que ver con buscar contentar al ala de derecha radical de su partido, que proviene del ATI (Agrupación Tinerfeña de Independientes), espantados con ver a Podemos en el Consejo de Ministros.
Así las cosas, la XIV Legislatura de las Cortes Generales estará marcada, como se ve, por la precariedad de la mayoría parlamentaria que tendrá Moncloa y la constante negociación. Un alto cargo del PSOE lo dijo en los pasillos del Congreso: «Aquí va a haber ‘ronditas’ todos los días». Se abre un ciclo de negociación constante y de círculos concéntricos: Ferraz primero deberá convencer a sus socios de coalición morados y, en segunda instancia, al PNV. Luego seducir a los progresistas de Compromís, Más País y BNG y por último, sino convencer, evitar el veto en los hechos que podrán ejercer (por simple aritmética parlamentaria) los independentistas.
De hecho, la próxima gran batalla tras la probable investidura será la de los Presupuestos Generales. Tanto Moncloa como Esquerra dijeron que no están pactados y que el acuerdo alcanzado sólo contempla la abstención del martes.
Un anecdotario de crispación
La sesión de investidura por mayoría absoluta (dividida en sábado y domingo) sirvió como inauguración de la nueva etapa de las derechas. El tono conciliador de la campaña que tuvo el líder del PP, Pablo Casado, llegó a su fin. La «coalición del apocalipsis», como la denominó sarcásticamente Sánchez, se mostró en todo su esplendor, compitiendo en radicalidad, burlas e insultos. La nueva jefa de facto de Ciudadanos, Inés Arrimadas, se montó al mismo caballo y su bancada, como la ‘popular’, fueron las más crispadas. Paradójicamente, tanto en sus discursos como en sus reacciones, los de Vox no parecían los ultras frente a sus ambiciosos rivales.
«Lo que hace Casado es para evitar que crezca Vox y porque su moderación es mentira. Él es aznarista», comentó a NAIZ el líder de una de las confluencias que integran Unidas Podemos. También explicó que el abrazo que se dieron Sánchez a Iglesias es parte de un «abstracto», para escenificar la unión del bloque. «Ante los ataques de un bloque, mostrar que de este lado hay unión», reseña. En ese sentido se entiende también que por primera vez los diputados morados aplaudieron de pie muchas veces tanto a Sánchez como a la portavoz Adriana Lastra.
La radicalidad de las derechas, cuyas intervenciones a veces parecían un viaje al túnel del tiempo, tuvieron momentos tragicómicos como el del final del discurso de Isidro Martínez (Foro Asturias), que gritó «Viva España, Viva el Rey». Los rostros de estupefacción de muchos de los periodistas y asesores de diputados en los pasillos que rodean el hemiciclo fueron elocuentes.
La agresividad de Casado despertó la ironía entre quienes lo ven como una señal de debilidad. «En el líder del PP no triunfa la inteligencia, lo supera su temor a Vox», comentó uno de los diputados socialistas más encumbrados. Desde la cúpula del partido de extrema derecha veían la deriva de Casado sin sorprenderse pero ironizando sobre cómo se sienten «monitoreados». «Hay frases que usó que nos las ha quitado, los discursos son demasiado similares», ironizaron.
Las derechas pudieron instalar su crispación demasiado fácil, a ojos de Ferraz. Hubo un ministro en los pasillos del Congreso que levantó las cejas y no ocultó su molestia ante la consulta por la actitud indulgente de la presidenta Meritxell Batet. Es que la socialista catalana permitió las interrupciones de Casado y Edmundo Bal (Cs) –quejándose de las palabras de Aizpurua sobre el rey– sin estar obligada por el reglamento, que solo lo permite cuando es por alusiones personales. Incluso durante la transmisión, la cámara enfocó más de una vez los rostros de Sánchez y Carmen Calvo reclamando a Batet por el exceso de tiempo concedido a Arrimadas.
Una muestra tan solo de lo que sucederá en una legislatura que las derechas buscarán teñir del color de la exasperación. El choque de bloques será la regla y sobrevivirá el que mejor lo aguante.