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El coronavirus destapa en Madrid la peor faceta de 25 años de gobiernos del PP

La epidemia exhibe con crudeza en Madrid los resultados de un cuarto de siglo de salud pública en manos de gobiernos de la derecha: privatización, recortes y menos médicos y camas. Había más trabajadores en 2010, cuando la población de la capital española era medio millón menos.

La presidenta madrileña, Díaz Ayuso, con responsables de hospitales este jueves. (Comunidad de Madrid)

Sorpresa y alarma es lo que se respira en Madrid, epicentro de la epidemia del coronavirus en el Estado, concentrando más de la mitad de los casos. La ciudad se prepara para un posible confinamiento por cielo y tierra y están todas sus actividades públicas clausuradas. No habrá tapas ni tinto de verano en las calles hasta no se sabe cuándo.

Pero el lado más difícil es el de los enfermos infectados con el Covid-19 y los trabajadores sanitarios en los hospitales de la Comunidad de Madrid. En esa trinchera se mezclan los problemas de salud derivados de la pandemia con las restricciones estructurales que ha dejado la política del PP, cuyas reformas desde 1995 en los gobiernos de los cuatro presidentes autonómicos provocaron precariedad, escasez y una sanidad pública dañada.

El coronavirus comienza a exponer el resultado no sólo de los recortes presupuestarios sino también la privatización del sistema a través de conciertos y concesiones, y hace más vulnerables a los habitantes de la comunidad autónoma con el mayor PIB per cápita del Estado.   

Una sanidad desmantelada
Cuando NAIZ le pregunta a Carmen San José, médica especialista en Medicina Comunitaria y exdiputada Podemos en la Asamblea de Madrid, si la política sanitaria del PP hace más difícil el combate a la epidemia, no sólo no duda sino que enfatiza con «un rotundo sí».

«En Madrid hubo un empeño de hacer de la sanidad pública un modelo mixto desde hace casi dos décadas. Hay que ver que no se les ocurrió privatizar servicios de ambulancias o limpieza, por ejemplo, sino que tuvieron una agenda de principios neoliberales muy acusados y lo que hicieron no se hace en un día, fue una planificación», señala. Y cita como ejemplo la construcción durante los años de Esperanza Aguirre de siete hospitales con modelo de concesión y cuatro directamente privados.

Según San José, esa política «ha minado la estructura pública provocando una descapitalización muy importante, y lo dicen los informes de la propia Cámara de Cuentas de Madrid. Llegada esta crisis, se nota mucho, es como quitarle la careta a ese desmantelamiento y ahora ver su debilidad».

Las escenas dramáticas que se empiezan a vivir en las guardias y en las UCI por la falta de médicos y enfermeros y el déficit de camas por la explosión del coronavirus están hoy al alcance de todos gracias a la viralización de audios de Whatsapp, pero los números que las reflejan existen desde hace tiempo: «Desde 2008, aunque se notó más en Madrid desde 2012, se redujeron más de 6.000 personas en plantilla en sanidad. A día de hoy, con las cifras de 2019, eso no se recuperó, porque tenemos 74.000 profesionales cuando teníamos 76.000. Ahora, por la epidemia, partimos de falta de personal y haría falta entre un 10 y un 20 por ciento más».

El médico de familia y experto en Salud Pública Javier Padilla –y que forma parte del partido Más País- también destaca en entrevista con NAIZ el problema de los recursos humanos. «Hay varios cuellos de botella en su gestión. Hay menos plazas MIR y escasez de puestos de médicos, mientras se está batiendo el récord de profesionales que piden en el Colegio de Medicina los certificados para irse a trabajar el extranjero buscando mejores condiciones».

Padilla afirma que el saldo de trabajadores sanitarios entre 2010 y 2019 da negativo, con 1.300 menos en la actualidad, pese a un aumento de la población madrileña en 500.000 personas. «Tendríamos que intentar volver al número de profesionales por habitante que teníamos antes de la crisis», sugiere.

Además, el médico recuerda que «a nivel general del Estado español hubo un 20 por ciento de recortes en gasto sanitario» desde la crisis, y si bien matiza que en Madrid fueron menores que en otras comunidades autónomas, «lo más relevante está en la pérdida de capacidad de control, porque lo que se acaba privatizando es la capacidad de controlar los servicios».

El descontrol se ve en muchos casos, hasta en ejemplos burdos: en las concesiones de gestión de hospitales a empresas privadas se permite que puedan tener hasta tres días de desabastecimiento en papel higiénico y material de limpieza.  

Esta política conlleva otra paradoja tragicómica por parte del partido político que hace gala de defensa del Estado español y emplea retórica centralista. Como recalca Padilla, «a la hora de privatizar algunos hacen énfasis en los costes y calidad, pero en los hechos es una pérdida de soberanía de lo público a lo privado, una pérdida de capacidad de decisiones, y esto se convierte en un problema. Madrid es la comunidad que más dinero trasladó de lo público a lo privado, con una caída dramática además del gasto de capital en infraestructura y aparatos tecnológicos».

Además, añade que los contratos con las concesionarias «son una de las partes más blindadas del sistema, porque los contratos son muy difíciles de romper hasta que no terminan. Los que está acabando la Generalitat Valenciana, por ejemplo, son porque se agotó su tiempo, no porque haya podido romperlos». En Madrid las concesiones suelen hacerse por 20 años y tienen una cláusula en la que el dinero por habitante a los empresarios de los hospitales privatizados aumentará anualmente «por el índice del IPC más dos puntos, por lo que tienen blindado el presupuesto, a diferencia de los hospitales públicos».

La «parasitación» público-privada
Padilla considera que «está bastante claro que el sistema sanitario de Madrid no tiene la capacidad en 2020 que podría haber tenido si la última década no hubiera sido perdida y se hubieran en cambio fortalecido los recursos». Aunque cree que es «ventajista» opinar que los madrileños estarían «totalmente preparados para el coronavirus» si el PP hubiera sido distinto, subraya que «hoy sería distinta la situación si se hubieran dedicado a fortalecer en vez de recortar».

Para el modelo de Madrid, Padilla utiliza el concepto de «parasitación público-privada», haciendo un juego de palabras irónico con la frase común de «colaboración público-privada»: «Suelen hablar de colaboración y aquí fue parasitación. Lo público, que es el huésped, recibe al parásito, que sería el privado. El parásito obtiene su alimento, que es la financiación, y estabiliza su negocio a largo plazo, porque sabe que lo público siempre va a estar».

La otra forma común de privatización indirecta que aplicó el PP en los últimos años es la de los conciertos: la Consejería de Sanidad compra a los privados los servicios, como puede ser el caso de la limpieza u otros de mayor complejidad. El de la limpieza es un caso emblemático, como señala Carmen San José, ya que en estos días hay protestas de trabajadores de este ámbito que se niegan a ejercer sin mascarillas ni desinfectantes y poniendo en peligro su salud. «Ahora el Gobierno autonómico se desentiende de eso porque dice que es responsabilidad de las concesionarias», lamenta.

La exdiputada expone cifras alarmantes, más aún para enfrentar la peor epidemia en lo que va del siglo: «Los cinco mayores hospitales públicos madrileños (La Paz, el Clínico, Gregorio Marañón, 12 de Octubre y Ramón y Cajal) han perdido 1.172 camas entre 2008 y 2018, mientras pagamos cientos de millones a los hospitales de gestión mixta, en los que se pagan sobrecostes de entre seis y ocho veces más. Eso ya está estudiado y comprobado».

San José califica de «vergüenza» que siendo Madrid la comunidad con mayor PIB per cápita del Estado esté «a la cola del gasto por habitante en sanidad». Un gasto que está en manos privadas: el 45% del presupuesto madrileño, que son casi 9.000 millones de euros, es destinado para la sanidad privatizada y el gasto farmacéutico (21%).

Para empeorar las cosas, la presidenta Isabel Díaz Ayuso ha contratado como asesor para la crisis del coronavirus a Antonio Burgueño, considerado el arquitecto de la privatización de la sanidad en tiempos de Aguirre. Padilla recuerda que Burgueño llegó a Madrid tras «diseñar la privatización» en la Comunidad Valenciana y que «siempre ha sido una persona muy cercana a las élites del PP», por lo que cree que su incorporación puede ser un guiño a las concesionarias privadas. «Un lobby desde dentro», describe.

La presidenta madrileña insistió durante la campaña autonómica –y aún lo ratifica– en que la sanidad local «es una de las mejores del mundo». Tal vez la crisis derivada del coronavirus sirva a sus votantes como una luz roja cuando vuelvan a oir esa frase, muy común entre la élite política de Madrid. Carmen San José, conmocionada por lo que está ocurriendo en los hospitales locales, se pregunta: «Con qué cara decía eso... Con solo ver los datos, es un insulto a la inteligencia».