A la espera del pico de decesos, aflora la prisa por volver a «la vida normal»
Montero fijó el regreso a la normalidad en torno al 26 de abril, pero el ministro de Sanidad la contradijo de inmediato. La evolución es buena, pero falta trabajo por hacer, mientras sigue la incógnita sobre la desescalada. En la CAV, los criterios de prevención aplicados por la dirección de Osakidetza a los propios médicos siguen generando dudas.
No hay un solo pico. Son picos, en plural. Cuando esto pase y veamos el gráfico completo de la epidemia de coronavirus con los principales indicadores, lo que veremos no será una curva para arriba y otra para abajo, sino un diente de sierra con diferentes puntos álgidos. Para los que profesen la fe ciclista: una buena etapa de montaña.
La metáfora puede ayudar a situarnos. El primer pico siempre es el de los contagios. Se supone que ya lo hemos tenido que pasar, pero es imposible saber cuándo ocurrió. Un pico fantasma. El segundo puerto es el de los casos diagnosticados, sobre el que ya hay datos. No están todos los que son, pero son todos los que están. Es decir, la limitada cantidad de test realizados hace que la cifra de casos confirmados no refleje el dato real de personas afectadas, pero su evolución sí que nos da pistas sobre el estado de la epidemia. Si agrupamos los datos cada tres días –para tener una imagen que salve los vaivenes diarios–, observamos que el pico se registró en Hego Euskal Herria entre el 27 y el 29 de marzo, con 2.501 casos confirmados. A partir de ahí, llevamos nueve días de descenso.
El siguiente puerto, dicen los que saben de esto, siempre es el de las hospitalizaciones. Aquí el pico vino unos días más tarde, pero las cifras de la última semana sugieren que ya está superado. Entre el 30 de marzo y el 1 de abril, la media de hospitalizados por coronavirus en Nafarroa y la CAV fue de 2.640 pacientes. La media no ha hecho más que bajar desde entonces, y en los últimos tres días, se ha situado en 2.225. De hecho, ayer eran 2.070 personas.
Siguiendo el curso más o menos natural de la enfermedad, en aquellos casos en los que se agrava, el siguiente pico a alcanzar es el de ingresados en las UCI. Este es un indicador crucial, pues marca el riesgo de colapso sanitario. Es pronto para asegurarlo de forma tajante, pero quizá el pico estuviese en las 322 camas de cuidados intensivos ocupadas de media entre el 2 y el 4 de abril. En los siguientes tres días, esa media se ha situado en 305. Ayer eran 299.
Habrá que confirmar en los próximos días que ese puerto está superado, lo que pondría como objetivo final el último pico: el de los fallecidos. Tras un ligero descenso, el acumulado de los últimos días ha vuelto a repuntar. De hecho, ayer la CAV registró la cifra de fallecidos más alta vista hasta ahora, con 52 decesos. Una cifra solo compensada por las 4 muertes reportadas en Nafarroa.
Desconocemos, por lo tanto, si estamos ya en el pico de fallecidos o no. Conviene tenerlo en cuenta para atemperar algunos discursos excesivamente optimistas. Tampoco está de más recordar la precariedad de los datos con los que se trabaja, pues incluso los de los fallecidos no resultan del todo completos. Ayer la Comunidad de Madrid reconoció la friolera de 4.260 personas fallecidas con Covid-19 en residencias, de las que solo tenía contabilizadas 781.
En cualquier caso, tampoco conviene pasarse de pesimistas: la evolución general es positiva y no hay previsión que no diga que la crisis seguirá remitiendo en los próximos días.
Versiones de ida y vuelta
Es en buena parte normal, por lo tanto, que el foco se sitúe ya en la salida del confinamiento y la recuperación paulatina de aquello que llamábamos vida normal. Y humanamente es muy comprensible que a las autoridades les queme en las manos el anuncio de que ya está, ya pasó. Pero lo cierto es que el hecho de que la ola actual de coronavirus remita no quiere decir que detrás no pueda venir otra. Que no lo haga de forma inmediata depende en gran medida del ritmo y los medios con que se produzca esta desescalada.
Ayer el Gobierno español fue víctima de estas tensiones. Por la mañana, la ministra de Hacienda y portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, aseguró que los ciudadanos podrán recuperar «su vida normal» poco a poco a partir del 26 de abril. Poco después, en el Congreso de los Diputados, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, sacó el jarro de agua fría y lo volcó sobre Montero, negando que sea el momento de hablar de «desescalada» y subrayando que «estamos en la fase dura».
De hecho, hay motivos suficientes para pensar que el confinamiento no caerá hasta mediados de mayo, aunque puedan suavizarse aspectos como el salir a pasear o correr de forma individual o dar un respiro a los menores. La razón para ello es que hasta entonces no se conocerán los resultados del estudio que preparan el Instituto de Salud Carlos III y el Instituto Nacional de Estadística, que consistirá en hacer 62.400 test para tratar de conocer el grado de inmunidad colectiva. A partir de los resultados de dicho estudio se imprimirá una velocidad u otra a la desescalada.
En la misma dirección, ayer Mercedes-Benz, reacia a parar la actividad en un primer momento, descartó reabrir la planta de Gasteiz el 14 de abril.
¿Con qué requisitos?
En el ritmo y la intensidad del regreso a la normalidad jugarán también un papel importante elementos como la capacidad de hacer test de forma masiva –el Gobierno de Nafarroa empezó ayer a hacer test rápidos en Urgencias– y el acceso o no al uso generalizado de mascarillas, que se va imponiendo como elemento clave pese a que la OMS se resista a recomendar su uso por parte de toda la población. Ayer fue el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades el que cambió su criterio y pasó a considerar que las mascarillas «deben ser contempladas como una medida complementaria».
En la CAV, el lehendakari Urkullu insistió en seguir los criterios de la OMS y pidió de nuevo a Moncloa que aclare cuál es su hoja de ruta para la desescalada, si bien no concretó propuesta propia ninguna, limitándose a señalar que «debe ser un plan compartido».
Mientras, según avanzó ayer NAIZ, en Osakidetza las cosas siguen la senda denunciada por médicos la víspera. Si el martes señalaron que se les está obligando a reincorporarse sin que un test confirme su negativo en Covid-19, ayer se supo que un facultativo con síntomas respiratorios leves debe seguir atendiendo pacientes, a no ser que presente fiebre. «Si presenta síntomas como tos, se colocará una mascarilla para la atención a pacientes», añade la orden.