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Los Balcanes afrontan la crisis de la COVID-19 sin doctores

La migración de los profesionales sanitarios hacia Europa occidental desde la desintegración de Yugoslavia, además de la falta de equipamiento en los hospitales, muestran las carencias derivadas de la falta de oportunidades y la corrupción rampante en los países balcánicos.

Dos macedonios, sentados en un banco del barrio de Debar Maalo, a finales de marzo. (M.F.I.)

Imagine un país en el cual uno de cada dos doctores recién licenciados piensa en emigrar. Imagine que, por la extendida corrupción, apenas se ha invertido en la renovación del material o las instalaciones sanitarias. Imagine, además, que los mejores expertos en cirugía cardiovascular trabajan principalmente en hospitales privados. Pues bien, vaya a los Balcanes y entenderá la preocupación que genera la crisis de la COVID-19.

«Nuestros doctores tienen una media de edad de más de 50 años y estamos perdiendo el 50% de los nuevos graduados. Alemania es la tierra prometida, pero también hay muchos doctores en Croacia, Eslovenia y Gran Bretaña», lamenta Bozidar Kochoski, hematólogo de 35 años y miembro de la Asociación de Jóvenes Doctores de Macedonia del Norte.

Según datos de la Cámara Médica, el principal cuerpo representativo de este colectivo, en el último lustro 794 de los 1.820 nuevos doctores han obtenido el permiso para trabajar fuera del país.

Mark Berger, responsable de comunicación de la Asociación Médica Alemana (AMA), que representa a medio millón de doctores, arroja unos datos que, aun siendo acumulativos, preocupan: en los tres últimos años, 1.268 doctores macedonios se han registrado como profesionales en Alemania. La cifra, solo en tierras teutonas, sugiere que los doctores que querían quedarse, con el paso de los años, cambian de opinión.

El resultado: el número de doctores por habitante es de los más bajos de Europa, al contrario de lo que sucede en Alemania. «Hay 6.500 doctores en Macedonia. Creo que son suficientes, pero el problema, de nuevo, es la edad», insiste Kochoski.

Los bajos salarios y la falta de motivación para ejercer en un sistema en el que no prima el mérito, sino tener un conocido en una posición de poder, son las principales razones que fuerzan al personal sanitario a emigrar.

Por desgracia ocurre en todos los sectores: el Knomad, ligado al Banco Mundial, estima que el 30% de los 2 millones de macedonios censados ha emigrado de forma temporal o permanente. «Nuestros estudios recientes, especialmente los que corresponden a los jóvenes, hechos en 2013 y 2018-19, lo confirman. El principal factor para encontrar trabajo es tener contactos: amigos, familiares, gente cercana a la clase política. La experiencia y/o cualidades están en una posición inferior como factor», explica Marija Topuzovska, experta del Instituto de Investigación Sociológica, Política y Jurídica de la Universidad Cirilo y Metodio.

A diferencia de los trabajadores sin cualificación, los países occidentales se rifan a los sanitarios de los Balcanes y emiten visados laborales sin inconveniente alguno. Según los datos de la AMA, excluyendo Croacia y Eslovenia, 1.959 doctores llegaron en 2016 a Alemania procedentes de los países de la antigua Yugoslavia.

En 2017 fueron 2.684. En 2018, 2.962. De ellos, 3.033 proceden de Serbia, el principal emisor, y 1.268 de Macedonia. Además, ante la demanda creciente de la envejecida población de Occidente y la corrupción endémica en los Balcanes, la dinámica no parece que se vaya a revertir.

Emergencia actual

Cuando se habla de los estados de los Balcanes siempre hay matices, pero la imagen general apenas difiere. En la antigua Yugoslavia, el sistema de salud era gratuito. Nadie osaba cuestionar uno de los logros del socialismo.

En la década de los 80, época de recortes por las condiciones de los préstamos del FMI, comenzó a desmantelarse el sistema. Luego, además de las guerras, llegaron líderes corruptos que promovieron centros privados o adjudicaron jugosas subcontratas a empresarios afines. «La transición, que aún está en marcha, es una mezcla entre el sistema anterior y el nuevo orden político y capitalista. Todavía tiene cierta dimensión social como colchón contra la interferencia política, pero es injusto en su distribución geográfica», apunta Kochoski.

Macedonia actuó contra la COVID-19 a mediados de marzo, cuando apenas había casos confirmados. Se cerraron los bares y se prohibieron los eventos multitudinarios. Además, el toque de queda se ha ampliado paulatinamente: desde el 8 de abril, entre semana comienza a las 4 de la tarde y el fin de semana es de 24 horas.

El Gobierno, pese a no detener la actividad empresarial, tomó medidas de prevención que ahora podrían ayudar a sortear la crisis sin un resultado tan dramático en la que puede ser la capital con el aire más contaminado de Europa. Y las enfermedades derivadas de esta polución, al igual que la COVID-19, afectan al aparato respiratorio.

A día de ayer, 14 de abril, con 9.262 test realizados, Macedonia sumaba 908 infectados y 44 fallecidos. Ante el avance implacable de la COVID-19, y teniendo en cuenta la falta de respiradores y material de protección para los sanitarios, el Gobierno está desplegando todos sus recursos: en el hospital Nena Tereza de Skopje los militares han montado un hospital móvil para afrontar el momento en el que la curva de contagios se vuelva agresiva y la sociedad comience a hablar del tan temido como deseado pico.