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Europa vive una desescalada en orden disperso y a distintos ritmos


Así como no hubo una coordinación seria para hacer los preparativos antes de la llegada del nuevo coronavirus ni un plan común para intentar frenar la epidemia, era previsible que la Unión Europea (UE) asista ahora a una desescalada sin orden ni concierto. Solo si todas las autoridades políticas siguiesen al pie de la letra las directrices marcadas por los correspondientes consejos científicos se podría llegar a un escenario común, aunque cada Estado –o territorio, allí donde funcione la descentralización– lo alcanzase en una fecha distinta.

Porque es evidente que los expertos en epidemiología han llegado a un amplio consenso a la hora de analizar la evolución general de la pandemia y también al advertir sobre los riesgos sanitarios de una desescalada demasiado acelerada.

Por ejemplo, los gobiernos francés y español, que tienen previsto presentar hoy sus planes de desconfinamiento progresivo, tienen sobre la mesa sendos informes de sus consejos técnico-científicos estatales que reclaman que, por delante de todo, se garantice la capacidad de aumentar el número de unidades de cuidados intensivos (UCI) en el caso de que se produzca un rebrote de la epidemia.

En el Estado francés, que contaba con 5.000 camas de UCI antes de esta crisis sanitaria, el Consejo Científico del Covid-19 entregó el sábado a Emmanuel Macron un informe que recoge «las condiciones mínimas necesarias para preparar de forma coherente un levantamiento progresivo y controlado del confinamiento».

Reclama que antes del 11 de mayo –fecha marcada por el presidente para iniciar la desescalada– se constate que las UCI y otros servicios hospitalarios estén aliviados de carga de trabajo, que todo el personal médico haya podido descansar antes de volver a la actividad habitual y que haya suficente stock de material de protección.

También antepone la necesidad de contar con una alta capacidad diagnóstica de nuevos casos basada en test RT-PCR fiables y accesibles en el conjunto del Estado, así como instalaciones para alojar a personas con síntomas leves de la enfermedad.

Y no ha tenido reparos en contradecir algunas de las previsiones ya anunciadas por el Ejecutivo o por el propio Macron. Así, preconiza que las guarderías y escuelas sigan cerradas hasta setiembre, aunque dice tomar «acta de la decisión política» de reabrirlas progresivamente en mayo «tomando en cuenta los desafíos sanitarios pero también sociales y económicos».

En todo caso, el órgano consultivo aconseja el uso obligatorio de mascarillas en los centros de Primaria y Secundaria.

Además, aboga por autorizar los desplazamientos entre regiones en transporte público si se respetan las medidas de precaución, al tiempo que desaconseja «rotundamente» los desplazamientos «internacionales» al menos varios meses más.

En términos parecidos se ha pronunciado el Comité de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (Ccaes) del Estado español, cuya propuesta para que las comunidades autónomas estén preparadas para aumentar las camas de UCI al iniciar la desescalada ha sido refrendada por la asociación de médicos intensivistas.

«Todo depende del rebrote: si es de una magnitud controlada será suficiente con doblar las camas, pero si vuelve a haber una circulación importante del virus necesitaremos triplicarlas», advirtió ayer el doctor Ricard Ferrer, presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva.

El modelo nórdico

Claro reflejo de que todo va a otro ritmo según movemos el foco informativo por la geografía europea es que, mientras el domingo en Hego Euskal Herria la gran noticia era la ansiada salida de los más pequeños para pasear por calles y parques tras seis semanas de confinamiento, en Noruega ayer las niñas y niños de 6 a 10 años regresaban a sus aulas, después de que guarderías y maternales abrieran la semana anterior.

El modelo nórdico se ha basado en ir implementando restricciones de movilidad y distanciamiento físico sin decretar el confinamiento total de la población. Y ello ha dado muy buenos resultados al analizar comparativamente el número de casos y las hospitalizaciones en Noruega, Islandia, Finlandia, Dinamarca y Suecia.

Por ejemplo, Dinamarca fue uno de los primeros estados de la UE en cerrar instituciones públicas y fronteras y en limitar las concentraciones de personas, y el Gobierno de la socialdemócrata Mette Frederiksen ha sido el primero en reabrir guarderías y escuelas.

Y Suecia ni siquiera ha tenido que cerrar escuelas, guarderías, bares o restaurantes, aunque estableció limitaciones para regular sus actividades.

Descentralización alemana

Alemania, donde la epidemia sí ha alcanzado una cifra muy elevada de contagios (más de 158.000), pero relativamente baja de muertes (cerca de 6.000), ha comenzado la desescalada manteniendo la norma del distanciamiento y con el uso obligatorio de las mascarillas en el transporte público, medida que ayer se extendió a todo el territorio estatal.

El confinamiento en Alemania tampoco ha sido tan estricto como el impuesto por Madrid, ya que allí se ha permitido en todo momento pasear en grupos reducidos a las personas que conviven en un domicilio o hacer deporte al aire libre.

La desescalada se está haciendo de forma coordinada entre todos los länder pero sin que el Ejecutivo federal haya invadido sus competencias. Así se acordó la reapertura gradual de los colegios y del pequeño comercio desde la semana pasada. Bares y restaurantes se mantienen cerrados al público aunque muchos ofrecen servicios «para llevar».

De la reunión que la canciller, Angela Merkel, mantendrá este jueves con los ministros presidentes de los länder se espera que salgan criterios comunes sobre los oficios religiosos y sobre algunos campeonatos deportivos.

Italia, por su parte, iniciará la «fase 2» el 4 de mayo. Hasta ahora solo estaba permitido salir de casa para ir a trabajar, hacer las compras o acudir a los centros sanitarios. A partir del lunes se podrá visitar a familiares que vivan en la misma región, pero sin que ello se aproveche para hacer «fiestas privadas» o reencuentros masivos.

Además, se amplía a quince el número de personas que podrán asistir a un funeral.

Lo que no ha autorizado por ahora el Gobierno de Giuseppe Conte son los oficios religiosos, lo que ha conllevado que la Conferencia Episcopal italiana haya emitido un comunicado protestando por «ver comprometido el ejercicio de la libertad de culto».

Conte advirtió de que el comité científico que le asesora vigilará cómo se desarrolla esta tímida desescalada en cada territorio, en lo que los medios locales han entendido como una clara referencia a Lombardía, la región más golpeada por la epidemia en todo Europa y cuyo presidente regional, Attilo Fontana, de la ultraderechista Lega, busca constantemente el enfrentamiento político con el Ejecutivo de Roma.

 

En Alemania, mascarillas para el personal más expuesto

Desde un principio, Alemania ha dado muestras de que tiene un sistema sanitario mucho más eficiente que muchos de sus vecinos europeos, –con más camas hospitalarias y de UCI que la mayoría de ellos– y de que había hecho previsiones más acertadas. Resultado de ello es que estaba mejor aprovisionado para hacer los test que le han permitido controlar precozmente la epidemia cerrando las zonas más afectadas y detectando a las personas contagiadas por el virus SARS-CoV-2.

Y ahora también está demostrando cómo su potencia económica le permite abastecerse del material más eficiente mientras muchos países europeos recurren, por necesidad, a la fabricación artesanal.

La imagen que llegó ayer desde el aeropuerto de Leipzig no podía ser más expresiva: la ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, rodeada de reporteros al pie de un Antonov 225, el avión de carga más grande del mundo. AKK –como abrevian su nombre los medios germanos– comprobó en persona el cargamento especial procedente de China: 10,3 millones de mascarillas del tipo FFP2. Es parte de un pedido de 25 millones, ya que otro avión aterrizó en el mismo aeropuerto el domingo con 8,3 millones y para mañana se espera un tercero con 6,6 millones.

Las FFP2 son las mascarillas médicas que la OMS recomienda para las labores de prevención y control de infecciones en la atención sanitaria.

En este contexto, AKK comentó que las decisiones que se tomen respecto a una relajación de las medidas restrictivas dependen tanto de poder hacer un rastreo de las cadenas de contagio como de garantizar una protección adecuada a la población en general y, en particular, al personal más expuesto.T.F.