Perdurar bajo la alargada sombra del señor X
«Durar mucho, subsistir, mantenerse en un mismo estado». Esa es la definición de la Real Academia Española de la lengua del verbo perdurar, una definición que invita a la ambivalencia. Porque durar mucho puede ser deseable y edificante, meritorio hasta la epopeya incluso, pero sin embargo la imagen de mantenerse en un mismo estado por siempre jamás destila anquilosamiento mohoso. No nos engañemos, nada puede perpetuarse exactamente en el mismo estado sin deterioro alguno.
Perdurar ha sido uno de los conceptos centrales de lo que conocemos como Régimen del 78, al igual que le sucede a todo sistema político poco dúctil a los impulsos democratizadores. No en vano nació de la idea nuclear de hacer durar aspectos esenciales del régimen anterior. Así traspasó en su lecho de muerte el legado el dictador al hoy monarca emérito Juan Carlos I: «Franco me cogió la mano y me pidió que preservara la unidad de España». Preservar, otro verbo que puede decir cosas bien distintas según la frase en la que se incruste.
A defender el designio se apuntaron otros, como el ahora reaparecido señor X, que llegó primero como usufructuario del cortijo en ese proceso llamado «la transición» y que con el tiempo se ha convertido en uno de sus mayores guardianes, siempre presto a evitar cambios sustanciales que pudieran producirse gracias a alianzas progresistas, opuesto sistemáticamente a soluciones justas en el caso vasco o catalán.
Esos son los límites del PSOE, que ha protagonizado esta semana su enésima marcha atrás en el compromiso adoptado para la derogación de la Reforma Labora en el Congreso español, y por ende también los del PSE. Algunas valientes voces saltaron después de que se conociera que, nada más comenzar las actividades de los GAL, la CIA había señalado ya a González, negro sobre blanco en un informe, como responsable de su creación. Reclamaron decir basta ya, pero el perfil que ha adoptado la candidatura de Idoia Mendia pretende poner sordina a prácticamente todo; a este tema tan incómodo sobre las responsabilidades adquiridas en la vertiente violenta del conflicto, y también a debates de futuro abiertos con toda crudeza por la catástrofe de Zaldibar o la pandemia. Incluso las entrevistas que conceda estos días se regirán seguramente por ese principio rector: evitar aquellas donde puedan aparecer preguntas en exceso incómodas. Perdurar. Que pasen las elecciones, y reeditar gobierno.
Perdurar, con todo, es una hermosa palabra; más aún, constituye un bonito deseo. Un objetivo inmejorable para los pueblos si lo que de verdad se pretende es evolucionar y mejorar. Perdurar pudiera ser, en realidad, el antónimo más preciso de perpetuarse.