Naomi Kawase, rebobinando el tiempo vivido

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Sus piezas audiovisuales podrán gustar más o menos, pero Naomi Kawase es una cineasta única y excepcional, que es en sí misma un género japonés y universal. Todas las técnicas le valen, la fotografía, el vídeo doméstico, el cine profesional, en la medida en la que le sirven para cumplir con su objetivo existencial de retener el tiempo. Es su gran y mayor obsesión, porque desde niña ha trabajado para encontrar la manera de combatir la fugacidad de nuestras vidas, para poder congelar los momentos destinados a perderse en el recuerdo subjetivo. Una recreación autobiográfica que le ha llevado a buscar en sus orígenes, empezando por grabar a su familia adoptiva, para así rebobinar las experiencias vividas y poder dar con el sentido transcendental de las mismas.
En la concepción de su cine juega un papel clave la identidad cultural, motivo por el que toda su obra está a ligada a su ciudad natal de Nara, antigua sede imperial del sur del país, siendo su capital más antigua. Cuando rueda allí hace que el reparto de la película viva antes en Nara durante un periodo suficiente como para sentirse parte del lugar, a fin de que se integren en ese entorno natural. Aspira a reflejar la comunión existente entre la realidad de las personas y la madre tierra, incluso después de muertas. Le preocupa que esos seres vayan a dejar este mundo sin dejar rastro, de ahí su empeño en retratar a gentes anónimas, que de no ser por el cine no tendrían otra posibilidad de dejar una huella en la memoria colectiva.