Toque de queda, el mecanismo elegido por Macron para «apagar el fuego» de la pandemia
«Couvre-feu» o toque de queda. Ese es el mecanismo rescatado por Emmanuel Macron para hacer frente a la segunda oleada de la covid-19 que avanza imparable en el Estado francés. Pese a sus reminiscencias bélicas, de la II Guerra Mundial a la batalla colonial, el concepto remite, en origen, a un uso instaurado en el siglo XIII, cuando a toque de corneta o campana se conminaba a la población a cubrir el fuego de la chimenea antes de acostarse.
El presidente francés, Emmanuel Macron, desempolvó ayer un mecanismo que para las generaciones más veteranas remite a los conflictos bélicos, de la II Guerra Mundial a las batallas coloniales.
De hecho el Estado francés vivió bajo el toque de queda entre 1958 y 1961, cuando trasladó a la metrópoli uno de los «mecanismos» –otro fue la tortura– con los que su Ejército combatió al Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino.
En lo que afecta al «toque de queda sanitario» la experiencia la aporta otra colonia, Guyana, que vive una perenne crisis social, y en la que el Estado ha ensayado durante largos meses esa medida, según afirma, con buenos resultados.
En ese «exitoso balance» se olvida a menudo señalar que el toque de queda en la colonia americana se combinó, de entrada, con un cierre de fronteras con Brasil y Surinam, que algo habría tenido que ver en la contención de los contagios.
Mirando definitivamente más atrás, el toque de queda, o «couvre-feu» en francés tiene un origen, según los historiadores, en la primera mitad de siglo XIII.
En concreto remite a la Edad Media cuando una campana –o un toque de clarín o corneta– alertaba de que era la hora de recogerse en el hogar, pero que antes de ir a descansar era preceptivo tapar con una placa o directamente extinguir el fuego de la chimenea para evitar incendios.
Agotamiento de ideas
De ahí que se hablara de «hacer sonar» el toque de queda, una frase que, ya en sentido figurado, tiene una acepción en francés que seguramente disgustará al proponente, en este caso el jefe del Elíseo, ya que expresa una falta de inteligencia o un agotamiento de las ideas o planes.
De los principales editorialistas a la oposición política, la decisión del Gobierno de dar un paso al frente contra la pandemia se acepta hoy en el Estado francés casi con resignación pero sin excluir las críticas por la falta de previsión o las fallas de gestión que han llevado a la actual situación.
Unas denuncias que insisten en la tardanza en aplicar protocolos, proveer de máscaras y realizar test que ya se recogen, de hecho, en el informe preliminar presentado por el consejo de expertos que encabeza el infectólogo suizo Didier Pittet, que entregará su informe definitivo antes de fin de año.
Macron ha impuesto el toque de queda a cerca de 20 millones de ciudadanos. La medida marcará la vida cotidiana en París, la región que circunda la capital gala –Ile de France– y otras ocho grandes metrópolis –Lille, Lyon, Grenoble, Montpellier, Aix-Marseille, Rouen, Saint-Etienne y Toulouse– en las que a las 21.00 cerrarán todos los establecimientos, de los restaurantes a los teatros, y no se podrá salir del domicilio hasta las 06.00 del día siguiente, salvo por motivos de salud o trabajo.
Macron evocó anoche que esa medida se prolongaría por cuatro semanas, aunque no descartó que se pudiera extender dos más, es decir hasta el 1 de diciembre.
¿Por qué cuatro semanas? Porque es el plazo al que puede comprometerse el Gobierno, que aprobó horas antes de la intervención televisada de Macron la restitución del estado de urgencia sanitaria.
Ese instrumento decayó el 10 de julio pero el Gobierno francés ha decidido recurrir de nuevo al mismo en razón de la fulgurante expansión del virus «en todo el territorio».
Se trata de un mecanismo excepcional, que, sin ir más lejos, permite a los prefectos adoptar restricciones que en los casos más graves pueden llegar hasta el confinamiento de la población.
El Gobierno puede aplicarlo, motu propio, durante un mes, y a partir de ahí la extensión de la medida requeriría la autorización del legislativo.
De ahí que el Consejo de Ministros decidiera dar cobertura a la medida de toque de queda parcial con esa promulgación por un mes de la urgencia sanitaria, que regirá en todo el territorio, por lo que afectará también a Ipar Euskal Herria.
Zuberoa, Nafarroa Beherea y Lapurdi aparecen en el mapa sanitario como «zona de alerta», lo que hasta la fecha se ha traducido en restricciones livianas, como la adoptada por Prefectura de limitar el aforo en lugares públicos a 30 personas, que regirá, de momento, hasta el 26 de octubre.
Regla de seis
No mantener encuentros con más de seis personas. La medida que regía ya a la hora de reservar la mesa de un restaurante en las «zonas de máxima alerta» se amplía «al interior de los hogares».
Sin embargo, no hay marco legal para vigilar su cumplimiento. De ahí que, por elevación, se recurra al toque de queda con el objetivo de «atajar las celebraciones», a las que se achaca en gran medida el aumento de los contagios, a ritmo de 20.000 diarios y las hospitalizaciones –200 por día– que «amenazan de asfixia al sistema sanitario» en palabras del presidente francés.
Con 22 personas ingresadas, cuatro de ellas en reanimación, la situación de Hospital de Baiona sin ser crítica, preocupa a su director, Michel Glanes, máxime cuando, de una forma u otra, en torno al 10% de la plantilla se ha visto afectada por la crisis sanitaria.
El sindicato CGT llama, de hecho, esta tarde a una concentración ante la Subprefectura para denunciar la falta de personal y medios que vive el sector sanitario.
Dos personas han fallecido en el Hospital de Baiona desde el mes de julio, lo que eleva a 15 el total de fallecimientos en ese centro sanitario de la capital labortana desde el inicio de la pandemia.
Contagios en empresas, hospitales y centros educativos
Por lo demás, y pese a las alusiones a prudencia y al respeto de las limitaciones encuentros privados que marcaron la intervención del presidente Macron, las estadísticas de France Santé Publique indican que es, por ese orden, en centros de trabajo, hospitales y centros educativos donde se producen más contagios. Los eventos privados son la cuarta fuente en lo que a origen de los cluster o brotes de covid-19 se refiere.
Obvia decir que la «regla de seis» que evocó Macron no regirá para escuelas o transporte colectivo, donde hay mayor concentración de personas, ni para las empresas, aunque el presidente animó a que se vuelva a recurrir al teletrabajo «dos o tres días a la semana, y siempre que sea posible».
Nuevamente, informes como el encargado por la publicación económica ‘Les Echo’ señalan que desde el fin del confinamiento el retorno a la actividad presencial ha sido generalizado –del 27% de trabajadores que seguían esa fórmula laboral se ha pasado a un 14%– lo que obliga ahora a dar marcha atrás.
Por lo demás, Macron volvió a dar una de cal y otra de arena, al «autorizar los desplazamientos» de cara a las vacaciones escolares de Todos los Santos, que arrancan este viernes, 16 de ocubre.
Pese a «la gravedad de la situación sanitaria», se podrá viajar libremente, también desde las ciudades en que entrará en vigor el toque de queda, a buen seguro en busca de destinos en los que las reglas sanitarias no sean tan estrictas.
Un guiño al sector hostelero, al que el Elíseo promete profundizar en las compensaciones, con la extensión del sistema de paro parcial o ERTE. Finalmente, para los hogares con rentas más bajas –a los que más golpea también la actual crisis, a la vista de los informes de pobreza– con perceptores de ayudas a la integración –RSA– se anuncia un ingreso suplementario mensual de 150 euros.