Joe Biden, el gafe convertido en credencial
Biden se ha propuesto la misión de recuperar el legado de Obama, ponerlo en valor y construir a partir de esas bases para poder unir al país en tiempos tan desafiantes.
Nacido en Scraton (Pensilvania) en 1942, su familia se trasladó a Wilmington (Delaware). Ha sido seis veces senador por ese estado y fue el vicepresidente número 47 de EEUU. De ser elegido, sería el presidente más viejo de la historia de EEUU (también lo fue Trump en 2016). Con Biden se cumple el dicho, a la tercera ha sido la vencida; antes había concurrido a las primarias demócratas en los años 1988 y 2008. Es un político vocacional y profesional, que ha ocupado cargo público durante más de 50 años. A los 29 años fue el senador más joven de la historia de su país, y hace de toda esa trayectoria su sello y proclama: una mano firme y con experiencia para tiempos peligrosos.
Fue exvicepresidente con un Obama que, por guardar las formas, no lo apoyó hasta que terminaron las primarias demócratas, pero que desde la sombra ha sido su gran valedor. Biden se ha propuesto la misión de recuperar el legado de Obama, ponerlo en valor y construir a partir de esas bases para poder unir al país en tiempos tan desafiantes. Proteger sobre todo la salud, proteger como sea el Obamacare, pero sin comprometerse con la sanidad universal, con el «Medicare for all» de Bernie Sanders.
La tragedia ha perseguido a la familia de Biden. Su primera mujer y su hija pequeña de un año murieron en un accidente de coche que dejó gravemente heridos a sus dos hijos. Años después, el mayor moría con un agresivo cáncer cerebral. De hecho, juró su primer cargo como senador en la cama del hospital mientras atendía a sus hijos. Según la narrativa de su vida, eso le hizo entender mejor el dolor ajeno, y refuerza su imagen pública de empatía y compasión.
Aunque Biden haya madurado en décadas de servicio público, es conocida su propensión a cometer errores verbales. Por momentos, da la impresión de estar gafado. Su vejez se considera una debilidad y Trump ha intentado golpear ese clavo intentando crear un imaginario sobre su rival como de «viejo chocho» un poco trastornado que va a entregar el país a la “izquierda internacional”.
Biden es un ferviente creyente de las virtudes del bipartidismo, la mayor parte de su vida ha sido insider del sistema de partidos. Para disgusto de Trump, tras 50 años de carrera muchos le ven como una persona decente y con sentido común, creen que exhibe credenciales en forma de un programa sensato y de la promesa de dejar atrás esa especie de Edad Media que identifica con la presidencia de Trump. Promete devolver la luz tras «una época de oscuridad», hacer que prevalezcan la esperanza sobre el miedo, los hechos sobre la ficción y la justicia sobre el privilegio. Sabe que esos son sus puntos fuertes para venderse como opción ante Trump. Biden se siente más cómodo en ese estilo, con un perfil más bajo, en radical contraste con la agotadora teatralidad y la política de tierra quemada del presidente.
Pero aún hay sectores en la izquierda de EEUU que piensan que tener que elegir entre Trump y Biden es, como dice el proverbio persa, saltar con esperanza de una columna que se desmorona a otra que se tambalea. Esos sectores ven a Joe Biden como un liberal corporativista, no olvidan que fue partidario de la guerra de Irak, que está vinculado a Wall Street y al militarismo, que se pudo elegir dos veces una opción mejor: Bernie Sanders, y en las dos el Partido Demócrata hizo de todo para acabar con sus posibilidades. Hay quienes piensan que es la repetición de un mismo combate: Trump contra Hillary Clinton de 2016, Trump contra el aún peor Biden en 2020. Como elegir entre una Coca-Cola y una Pepsi sin opciones a una bebida más saludable. En definitiva, que son dos calamidades made in USA.
Sin embargo, su primera gran decisión ha sido acertada: elegir como vicepresidenta a Kamala Harris, hija de inmigrantes –padre jamaicano y madre tamil– que llegó a ser fiscal y senadora por California, y que sería la primera afroamericana en llegar a la vicepresidencia. ¿Y qué dicen “los nuestros”? Cornel West, Noam Chomsky y Angela Davis piden un voto antifascista contra Trump, y apoyan a Biden. Que EEUU puede hacerlo mejor que con Trump y que debe hacerlo. Votar aunque solo sea para quitar al “malvado Trump” y poner un presidente al que se puede presionar más y mejor y que al menos no insulta ni menosprecia.