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Manual para entender el conflicto actual en el Sahara

Si bien Polisario y Marruecos han registrado pocos cambios internos en su organización, mensaje y reivindicación, la geopolítica y la estrategia de terceros países ha hecho que la situación que parecía enquistada del todo haya tomado rumbos que hace un mes eran impensables.

Andoni Lubaki

Un refrán saharaui afirma que «para el extranjero el desierto siempre parece el mismo. Nada cambia para los ojos del ajeno. Pero para el nacido o criado en las arenas es como un libro abierto». El conflicto saharaui puede entenderse gracias a este dicho.

Resulta desmoralizador tener que explicar un conflicto desde su comienzo en el que el Estado español tanto tiene que ver. El silencio del Gobierno español ha ayudado mucho a esto. Pero trataré de resumirlo en un párrafo.

España fue potencia colonizadora hasta 1975, cuando tras los acuerdos tripartitos y la Marcha Verde organizada por Hassan II Madrid decide repartir su otrora provincia con Marruecos y Mauritania. El Ejercito saharaui, llamado Polisario, se enfrenta con ayuda de Argelia, y con su gente a salvo en los campamentos de refugiados de Tinduf, a las dos nuevas potencias, derrotando a Mauritania en el 79. Desde 1991, Polisario y Marruecos firman un alto el fuego con la promesa de la ONU de resolver el problema de la última colonia africana. Tras 29 años esperando el ansiado referéndum, este no llega. El ejército Polisario, por presiones de su propia gente para la vuelta a la lucha armada, sabiendo que las promesas de la ONU no sirven y viendo cómo Marruecos viola sistemáticamente cualquier pacto alcanzado años atrás, ha decidido volver a coger el fusil.

Pero sería descabellado pensar que una contienda se limita solo al campo de batalla. Actores con intereses diversos actúan directa o indirectamente. Léase Francia, España y Argelia; pero, sobre todo en los últimos meses, también EEUU y Rusia compiten por un pedazo del pastel. La competencia por la hegemonía de un país rico en recursos naturales y su mayúscula importancia geoestratégica han hecho que los dos gigantes hayan decidido tomar cartas en el asunto.

Marruecos y el Polisario

El Polisario reclamó la descolonización a España allá por 1970. Las protestas tuvieron su apogeo precisamente aquel año en el Zemla: una suerte de acampada reivindicativa con tres muertos y decenas de desaparecidos, entre ellos el ideólogo y estratega del movimiento, Bachiri Lebsir.

El General Pérez de Lema mandó dispersar y coordinar el desalojo al capitán de la Legión Díaz Arcocha (jefe de la Ertzaintza desde 1981 hasta su muerte en un atentado reivindicado por ETA) quien se puso al mando de los batallones que abrieron fuego. Sus nombres todavía hacen temblar a más de un anciano saharaui en los campamentos.

Desde 1973 el Polisario toma la vía de la lucha armada. Primero contra España y después contra Marruecos y Mauritania al invadir estos países el territorio con ayuda española. La ONU obligó a España a ir a tribunales para esclarecer quién tendría derecho a votar en un referéndum. La sentencia dejó claro que solo los saharauis podrían votar al no existir ninguna servidumbre histórica de Marruecos sobre las tribus del sur.

Derrotada militarmente Mauritania, los únicos agentes en el campo de batalla eran Marruecos y el Frente Polisario. Rabat recibía ayuda militar Francia (aviones caza y bombarderos) e Israel le animó a construir un muro en el desierto para ir aislando a los saharauis. Este muro es el que actualmente atacan las unidades del Polisario y está considerado uno de los más grandes y costosos del mundo. En 1991 se declaró un alto el fuego auspiciado por la ONU para la celebración del referéndum. Desde entonces Marruecos trata de mantener un statu quo para poder vaciar de recursos naturales (fosfato y pesca) el territorio. El leitmotiv del reino de los alauitas pasa por mantener las «provincias del sur». Rabat utiliza el conflicto saharaui para aplacar y deslegitimar cualquier atisbo de protesta contra la casa real o por los derechos sociales, al estilo «todo es ETA» de la época de Aznar.

Argelia

Uno de los grandes y más importantes actores. El mayor país africano, el segundo en cuanto a capacidad militar y el primero del Magreb en recursos naturales (por encima incluso de Libia). Gas, petróleo, hierro y ahora zinc y litio. Este último mineral ha aparecido en los últimos años en las cercanías de Gare Deblet (a escasos kilómetros de la capital administrativa Rabouni). La cuenca minera de hierro (entre los campamentos refugiados de Smara y Dakhla) está considerada una de las más grandes del mundo pero su situación en la mitad del desierto hace difícil el transporte.

El país considerado «hermano» (sic) por el Polisario siempre ha soñado con una salida hacia el Atlántico. Algunos expertos dicen que Argelia posibilitó la ayuda a los saharauis por rencor. Haberse quedado fuera de los acuerdos tripartitos por los que se dividió el Sahara dolió al entonces presidente Boumediene. Una salida a las aguas del océano haría que sus productos llegaran a más mercados, aparte de aislar geográficamente a Marruecos, su principal competidor en el mercado del Magreb. Los dos países vecinos llevan con las fronteras cerradas más de cuatro décadas.

En el último año el país ha sufrido cambios políticos, si bien tampoco tan grandes como se esperaba. El todopoderoso binomio Bouteflika/Saleh (entiéndase como binomio de poder político/militar) se rompió al ser destituido el primero por la cúpula militar gobernada por el segundo. Varias semanas de protestas y el prestigio que sigue teniendo el Ejército (garante de la nación y de los principios del país) llevaron a que los militares hicieran una limpia en la clase política, bajo acusaciones de corrupción y alta traición, que alcanzó al hermano del propio Bouteflika.

El único país del Magreb que no tuvo protestas en las llamadas «primaveras árabes» amagó por un momento por las presiones sociales con abrir las fronteras con Marruecos, lo que hubiera sido el fin del conflicto saharaui. Sin embargo, tras el lavado de cara del sistema argelino y pese a la súbita muerte del general Saleh, no solo decidieron seguir con las fronteras cerradas sino que el país ha votado un cambio de Constitución, en el contexto de la crisis libia, que beneficia a los saharauis.

Esta modificación otorga plenos derechos a los militares para actuar sobre otros territorios por mar, tierra y aire. El gran miedo y azote de los saharauis, la aviación marroquí (de aviones de combate y pilotos muchas veces franceses) ya no será tan temido. De hecho, todavía hoy no ha habido ningún ataque aéreo a posiciones del Polisario. También la compra de material bélico a Rusia (principal aliado militar de Argelia en los últimos años) ha hecho que Marruecos no pueda airear su superioridad militar en la contienda y según varios expertos sea más comedido a la hora de ejercer las acciones armadas.

Francia y España

Son los grandes aliados de Marruecos en Europa. El país galo es miembro con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y siempre ha velado por sus intereses en el Magreb. Con Marruecos como firme gendarme en la zona, cualquier paso en los últimos años en materia de derechos humanos o resolución del conflicto se ha topado con el muro de la diplomacia gala. Sus políticos han querido desde 1989, con el expresidente Chirac a la cabeza, borrar de cualquier tratado de la ONU la palabra «referéndum» y han aplicado todo su peso diplomático para hacer brillar el concepto de «autonomía».

En el último informe presentado por la Minurso (Misión de Paz dde las Naciones Unidas) desaparecía la palabra referéndum. Ello motivo las protestas del gabinete del Polisario en Rabouni y a la sazón el comienzo de las protestas en el paso ilegal de Guerguerat.

España es potencia colonizadora de iure del Sahara Occidental. Las Leyes internacionales exigen al Estado español celebrar el referéndum, pero se sabe que Madrid no es muy dado a preguntar a la ciudadanía su opinión fuera de las elecciones. Siempre presionada políticamente entre sus vecinos del sur y norte (Marruecos y Francia), ha contemporizado y su dejación le ha convertido en uno de los culpables de la actual situación. Marruecos sabe cómo atacar a Madrid y cada vez que puede hacer una declaración o tomar una decisión que afecte a su soberanía dictatorial sobre terreno saharaui, manda oleadas de pateras hacia las costas españolas. Lo estamos viendo ahora mismo en Canarias con la llegada masiva de inmigrantes. El embajador saharaui en Madrid declaró la semana pasada que «a España solo le pedimos que no haga más daño del que ya ha hecho a la población saharaui».

Rusia y Estados Unidos

El Magreb se ha convertido en un tablero que empieza a recordar a la Guerra Fría. Una zona tan importante estratégicamente como el Sahara Occidental no puede quedar fuera de los juegos de poder de las dos potencias. Esta aún por ver cómo actúa la futura Administración de Joe Biden, pero la de Donald Trump, con Bolton a la cabeza, trató de poner fin al conflicto apoyando la creación de un mercado común para esa zona que solucionaría muchos problemas actuales. Marruecos tembló y el Polisario se frotó las manos, hasta que Trump destituyó a Bolton y el problema se volvió a enquistar.

El ministro de exteriores ruso. Sergei Lavrov, se ha posicionado por una resolución del conflicto favorable a los saharauis. En las últimas declaraciones afirmó querer lograr una solución bajo los auspicios de la ONU y su Consejo de Seguridad.