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Arrasate pasa por su peor momento, pero ha demostrado que se puede confiar en él

Quitando los lógicos dubitativos inicios en el banquillo osasunista, Jagoba Arrasate afronta ahora mismo su peor situación dirigiendo a la escuadra navarra, pero el técnico de Berriatua ha dejado sobradas muestras de que hay que confiar en él para que revierta la situación actual.

Jagoba Arrasate, durante el partido de este pasado domingo frente al Betis. (OSASUNA)

Ya lo advirtió el propio Arrasate cuando el equipo vivía una época de vino y rosas, y su trabajo era ensalzado por todo el mundo. «Hay que valorar a las personas cuando vienen mal dadas», vino a decir en referencia a cuál sería la respuesta del entorno en el caso de que la coyuntura no fuese tan dulce.

Ese momento ha llegado. Osasuna no solo vive una situación clasificatoria delicada –lo de menos si tenemos en cuenta que una victoria te propulsa, habida cuenta de la gran igualdad existente–, sino que está dejando unas sensaciones muy poco acordes al que ha sido su modelo de juego hasta ahora, que eso sí que es preocupante.

¿Es culpable de ello Arrasate? Claramente, no. Lo cierto es que el míster vizcaino ha basado sus éxitos en la conformación de un bloque muy definido, con piezas que han ido creciendo futbolísticamente desde que él llegó a Iruñea y que en estos momentos no se encuentran al mismo nivel que han mostrado en las dos últimas campañas.

La alteración de los modelos de trabajo físico y técnico que ha provocado la pandemia y sus consecuencias en las apreturas del calendario –algo a lo que no están acostumbrados aquellos equipos que no juegan competición europea y no tienen un gran fondo de armario–, han acabado pasando factura en forma de toda una pléyade de lesiones y situaciones de baja forma que han repercutido en el rendimiento del equipo.

Si ha habido un mensaje común en las comparecencias públicas de Arrasate, ese ha sido el de que era muy necesario recuperar de la enfermería a algunos futbolistas para que el cuadro rojillo volviese a ser el de antaño sobre el césped.

Y es que, pese a que en el mercado veraniego se hizo un esfuerzo por incorporar a jugadores que elevasen el nivel técnico del vestuario, la competición ha dejado patente que todavía les queda bastante trecho por recorrer a algunos de ellos para amoldarse a la idea futbolística del preparador de Berriatua.

Colocación y físico

Las once jornadas disputadas hasta el momento también han dejado patente que a este Osasuna le cuesta mucho poner en práctica algunas de las señas de identidad que le han hecho ser un bloque incómodo para sus rivales. Arrasate ha repetido por activa y por pasiva que los suyos están flaqueando a la hora de colocarse y manejarse sobre el campo.

«Si no atacamos bien, no podemos defender bien», se ha hartado de insistir en ello. La firme creencia de sus pupilos en apretar desde arriba y con sentido al adversario parece ahora haberse diluido en una suerte de «quiero y no puedo», llegando tarde a la presión y los balones divididos, lo que permite a los contrincantes adueñarse del cuero y sorprender con rápidas salidas a un desordenado conjunto.

Gran parte de culpa de ello radica en que el cuadro navarro no parece estar a día de hoy en su mejor momento físico, lo que también le impide llevar el dominio –otra de las quejas habituales de Arrasate, en el sentido de que sus jugadores lo deben hacer mejor con balón– y fuerza a abusar del juego directo, que no siempre rinde frutos, tal y como se pudo ver ante el Betis.

Está claro que el diagnóstico hace tiempo que lo ha descubierto el técnico rojillo y ahora le falta encontrar la vacuna con la que recuperar al enfermo, lo que cuesta un tiempo. Ese impasse claramente se lo ha ganado el de Berriatua por su bagaje en el banquillo osasunista, solo hace falta que el entorno le transmita confianza y tranquilidad en su trabajo, que es la única fórmula que podrá revertir la situación.