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La crisis política lleva a Israel a las cuartas elecciones en dos años

La crisis política que arrastra Israel desde hace años se extenderá a 2021. El Parlamento quedó disuelto ayer al no lograr el Likud y Azul y Blanco, socios en el Gobierno, un acuerdo para aprobar los presupuestos de 2020, con lo que el país celebrará las cuartas elecciones en dos años.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tras una declaración en el Parlamento. (Yonathan SINDEL/AFP)

El Parlamento israelí se ha disuelto este martes, según ha confirmado su presidente, Yariv Levin, llevando al país a otros comicios, los cuartos en dos años. El plazo para aprobar los presupuestos de 2020 ha finalizado esta medianoche, sin lograrse el plazo el acuerdo, en una crisis irresoluble entre Benjamín Netanyahu y su socio de Gobierno, Beny Gantz.

La falta de acuerdo entre los dos socios derivó en la disolución automática de la Cámara por lo que la legislatura queda agotada e Israel deberá ir a sus cuartas elecciones en solo dos años, que se espera se celebren en marzo.
 
El Ejecutivo de coalición ha durado  apenas siete meses –se formó en mayo– y desde este miércoles pasará a gobernar en funciones.

De estan forma, Netanyahu podrá mantener el cargo de primer ministro en un período de transición que podría durar meses o incluso superar el año, y no traspasará el cargo a Gantz, como estaba estipulado en el acuerdo de coalición.

De hecho, los analistas creen que este ha sido el principal elemento que ha llevado a Netanyahu a no acordar la aprobación presupuestaria con Azul y Blanco.

Este pedía aprobar un presupuesto bianual para 2020 y 2021, como estipula su pacto de coalición, pero Netanyahu se negó y quería aprobar solo uno para 2020.

Detrás de esta intención, los analistas apuntan a un cálculo político del primer ministro: no tener un presupuesto aprobado le permite liquidar el gobierno sin tener que transferir a Gantz su Jefatura en otoño de 2021, como marcaba su pacto de alternancia, y quedarse al frente del Ejecutivo mientras esté en funciones.

Además, el Likud de Netanyahu quiso reducir los poderes del ministro de Justicia, Avi Nissenkorn –miembro de la formación Azul y Blanco de Gantz–, para así ganar influencia a nivel jurídico y en el nombramiento de altos cargos judiciales, un asunto que agravó aún más las fricciones y desconfianzas mutuas.

El último intento para salvar la situación fue la pasada madrugada, cuando se presentó una propuesta de ley al pleno del Parlamento para ampliar el plazo de aprobación de presupuestos y dar a Netanyahu y Gantz unos días más de margen para negociar.

Pero la prórroga se rechazó, e incluso diputados de Likud y Azul y Blanco rompieron filas y se opusieron a ella, un factor clave que ha precipitado el camino de Israel hacia las urnas.

En las últimas horas ambas formaciones no han hecho más que intercambiar reproches y acusarse mutuamente de arrastrar el país a comicios.

Ambos líderes llegan a las elecciones debilitados. La situación más delicada es la de Gantz, cuyo partido ha pasado de ser el más votado hace dos años a los apenas cinco diputados que los sondeos le auguran. Muchos de sus cargos ya abandonaron  el partido en disconformidad con el Gobierno de coalición. La disolución del Parlamento puede ser también la de su Azul y Blanco.

Por su parte, Netanyahu, cuyo juicio por corrupción comenzará próximamente, también ha perdido apoyos y varios exministros han abandonado el Likud para competir en las próximas elecciones y complicarán aún más la formación de un nuevo Ejecutivo.

Aun así, el superviviente de múltiples crisis confía en sus éxitos diplomáticos, con los apoyos de varios países árabes a la ocupación de Palestina, para mantener la popularidad.