Zabalza, el caso que hizo «blanca» la tortura: solo dos condenas por casos posteriores
El audio de Gómez Nieto y Perote muestra la preocupación de Intxaurrondo por los «fallos» en la práctica de la tortura. Efectivamente, el caso de Mikel Zabalza concluido en muerte marcó un antes y un después. A partir de entonces la tortura fue más sibilina y solo deja dos condenas, en 1986 y 1992.
El próximo año se cumplirán tres décadas desde el último caso de tortura que ha llegado a ser condenado por el Estado español. Fueron los tormentos a Kepa Urra, ocurridos en 1992. ¿Acaso acabó entonces esta lacra? Evidentemente no. El informe del Instituto Vasco de Criminología liderado por Paco Etxeberria y avalado por el Gobierno de Lakua refiere a partir de ese año nada menos que 1.424 casos más, es decir, un tercio del total censado desde 1960. Lo que ocurrió es que se impuso la llamada «tortura blanca», destinada a evitar a toda costa señales y basada en métodos sicológicos aunque sin excluir los tormentos físicos. Por resumirlo gráfica y dramáticamente, se pasó de la bañera a la bolsa, como muestra el cuadro adjunto.
Sobre este giro arroja luz ahora la conversación difundida entre el agente de Intxaurrondo Pedro Gómez Nieto y el entonces jefe operativo del Cesid, Juan Alberto Perote, probablemente en 1986, dado que se refieren en pasado cercano a la muerte de Mikel Zabala, producida en noviembre de 1985. En ella Gómez Nieto expone su preocupación por las pruebas dejadas por el caso: «Mi impresión es que en el interrogatorio, posiblemente fuera una parada cardiaca como consecuencia de la bolsa de plástico en la cabeza, esa es mi impresión. Cometieron muchísimos fallos, es decir, estar interrogándole habiendo en la habitación de al lado familiares… »
Efectivamente, allegados detenidos junto a Zabalza escucharon sus gritos e incluso su novia, Idoia Aierbe, pudo verle brevemente desde el pasillo, como relata en una de las secuencias de la época recogidas en la película ‘Non dago Mikel?’. Todo ello puso en un brete a la Guardia Civil y el Gobierno de Felipe González, que respondieron con la increíble versión de que el joven orbaiztarra se había fugado tirándose al agua, pese a no saber nadar y estar esposado. El círculo se intentó cerrar con la aparición del cadáver en las aguas del Bidasoa: una de las grandes incógnitas del caso hoy día es dónde tuvieron el cuerpo esos 20 días, dado que todo apunta a que Zabalza falleció en las primeras horas de detención.
El recorrido posterior de la tortura en el Estado español viene a confirmar que aquel hecho marcó un antes y un después en su práctica. Y es que desde entonces hasta la fecha, y ya son más de 35 años, solo dos casos han llegado a ser condenados por «errores» como los que apuntaba Gómez Nieto: el de Bixente Malaxetxeberria, torturado por la Policía española en 1986 (solo un año después), y el de Kepa Urra, víctima de la Guardia Civil en 1992, en la fase final del Ejecutivo de Felipe González. Dicho de otro modo, ni los gobiernos de Aznar ni los de Rodríguez Zapatero ni los de Rajoy han tenido una sola condena por esta lacra en sus tribunales. Otra cosa es que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos les haya castigado reiteradamente por no investigar.
Este blindaje contrasta con dieciocho condenas anteriores, todas entre 1979 y 1984. Son muy pocas también en relación al total de casos (ni un 0,5% en relación a los datos globales del estudio de Lakua), pero reflejan que hasta Mikel Zabalza la tortura tenía un modo de ejecución algo más permeable a las investigaciones judiciales en las escasas ocasiones en que se producían.
Así, dos policías españoles habían sido castigados por torturar en 1979 a Xabier Onaindia. Del año 1980 hay tres condenas, todas a la Guardia Civil, con nueve víctimas. Otra de 1981 (aunque irrisoria) atañe a la muerte de Joxe Arregi; de ello, es el único caso mortal que conllevó algún tipo de condena. Hay dos sentencias más por tormentos ese año, cuatro de 1982, otros cuatro de 1983 y tres de 1984. Después, ya solo Malaxetxeberria y Urra.
El volumen total, hay que insistir en ello, resulta ridículo: 20 condenas totales para 5.657 casos según el recuento al que ha llegado ya la Fundación Euskal Memoria, y apenas 31 víctimas aceptadas judicialmente sobre cerca de 5.000 identificadas. Sin olvidar que muchos de estos condenados han sido indultados e incluso ascendidos y condecorados posteriormente.
La «sensación de muerte» de la «bolsa»
¿Qué pasó tras Zabalza? Volvamos al informe del IVAC, porque lo detallaba hace ya cuatro años: «A medida que avanzan los años o teniendo en cuenta las contingencias de la época, las formas de maltrato o tortura descritas en las denuncias han ido modificándose y, por lo que sugieren los datos, adaptándose a los nuevos contextos. De este modo, mientras las palizas se mantienen a lo largo del tiempo con una frecuencia de uso similar y sin diferencias estadísticamente significativas, los empujones y los tirones de pelo se elevan en el periodo democrático, con picos en su uso tanto en la década de los 80 como en los casos referidos a la última fase posterior al año 2000 (ver tablas y gráficos). Contrastando estos datos con los datos cualitativos, se confirma un cambio cualitativo y una preocupación creciente que emerge en el relato de las denuncias por dejar menos señales físicas como hematomas».
«Igualmente, la denuncia de la obligación a mantener posturas forzadas y extenuantes (conocida como tortura por posición) crece en los casos sucedidos después del año 2000, tanto en los casos de plantón, flexiones, posiciones anómalas o el recurso a extenuaciones físicas –constató el equipo de Etxeberria–. De todas ellas, son las posiciones anómalas forzadas las más generalizadas en esta última etapa, orientadas a producir cansancio y extenuación física en la persona detenida».
«La aplicación de electricidad, si bien fue referida como una técnica más utilizada en las décadas de los 80 y 90, es significativamente menor su uso en la década de los 70 y en los casos de la última etapa», dice sobre una de las prácticas más brutales. Y añade a continuación: «Por su parte, la práctica de maniobras de asfixia mostró diferencias estadísticamente significativas en función de la década y el tipo de método utilizado. De este modo, si la práctica de la tortura conocida como la bañera fue significativamente más utilizada entre los años 60 y 80, la práctica de la bolsa para producir sensación de asfixia emerge con más saliencia en los años 90 y los casos posteriores al año 2000, mostrando un cambio significativo en su uso. En este sentido, se trataría de una forma de tortura que deja pocas marcas, pero genera una gran angustia vital y sensación de muerte». Esto también lo explicó Gómez Nieto a Perote, en su tétrico alegato en favor de las bolsas transparentes.
ROMANO, SORZABAL, SUBIJANA, PORTU... MARKAK EGON DIRENETAN ERE, ZIGORRIK EZ
Azken 35 urteotan «tortura zuria» nagusitu bada ere, atxilotuen gorputzetan tratu txarren seinaleak nabariak izan diren kasuetan ere ez da zigorrik izan. Argazki hauek ikusita gezurra dirudien arren, Unai Romano, Iratxe Sorzabal edota Juan Carlos Subijanaren kasuan ez da kondena epairik eman; bai Igor Porturenean, baina Europako Auzitegiak emana, ez Madrilgo auzitegiek.
Azken honek salbuespena markatzen du orain arte, lehenbizikoz Estrasburgok ez zuelako Espainiako Erregetza tortura ez ikertzeagatik zigortu, tratu txarrak eragiteagatik baizik. 2008. urtean atxilotua izan zenean, Portuk tratu «gizagabea eta umilagarria» jasan zuela ontzat eman zuen 2018ko epaian.
(Igor Portu, Donostiako erietxean 2008an)
Jakina denez, erietxean egon zen Portu oso egoera larrian: birika zulatuta, saihets bat apurtua, begi batean odol isuria eta gorputz osoan ubeldurak zituen. Gipuzkoako Entzutegiak lau guardia zibil zigortu zituen baina gero Auzitegi Gorenak errugabe jo zituen.
Mende honetako kasu adierazgarriena Unai Romanorena izan daiteke, 2001eko atxiloketaren ostean aurpegia guztiz desitxuratua zuela sartu baitzen espetxean (hau da bere lekukotasuna, GARAk jasoa). Bere burua ate baten kontra jo izanari egotzi zion Guardia Zibilak eta ontzat jo zuten auzitegi espainiarrek.
(Unai Romano eta bere irudia espetxera sartzerakoan. Andoni CANELLADA | FOKU)
Sarekada berean Juan Carlos Subijanari buruan zauri larria eragin zion Guardia Zibilak, argazkia ere adierazgarria zela, baina salaketak ez zuen aurrera egin. Bien irudiak Auzitegi Nazionalean erakutsi zituzten orduko atxilotuek, 2009an.
Azkenik, bizi-bizirik dago, baina ez espainiar auzitegietan, Iratxe Sorzabalen kasua. Pasa den abenduan bere kontrako euroaginduari ezetz eman diote frantziar epaileek, Fiskaltzak 2001. urtean torturatua izan zela sinesgarritzat jo ondoren.
Gorputzean zituen markak ageri-agerikoak ziren kasu honetan ere, elektrodoak jarri izanaren ondorio. 2001. urtean gertatu zen, berriro ere Guardia Zibilaren eskuetan; erredurak zituen gerrian eta bizkarrean. Baina honen aurrean ezikusiarena egin zuten espainiar epaileek, beste behin ere.