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Jose Luis Elkoro, histórico militante de la izquierda abertzale y amigo de Monzón. (Andoni CANELLADA/FOKU)

Telesforo Monzón, abertzale de palabra y acción


Telesforo Monzón fue un hombre coherente, alguien que demostraba con hechos lo que pensaba y que nunca cejó en su empeño de construir entre todos y todas las abertzales un país euskaldun y libre. A 40 años de su muerte, otro bergarés, Jose Luis Elkoro, perfila la figura de este histórico político.

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«¿Cómo conocí a Telesforo? ¿Qué imagen tenía de él? Yo veía que Telesforo era euskaldun, él tenía un concepto claro de que somos un pueblo y que teníamos nuestra cultura, idiosincrasia y costumbres. Creía que no éramos ni mejores ni peores que otros, pero sí un pueblo con una identidad propia. Pero teníamos un gran defecto. No éramos capaces de emplear nuestra identidad, porque estábamos dominados por España y Francia y eran ellos los que mandaban. Telesforo estaba muy preocupado con eso». Jose Luis Elkoro abre las puertas de su casa a NAIZ para hablar con calma y detalle sobre el histórico Telesforo Monzón a 40 años de su muerte.

Elkoro compartió con él el intento de conseguir la unión de todos los abertzales en Txiberta, la frustración de aquel fracaso y la esperanza en la creación de Herri Batasuna. Preguntado por cómo se sentiría Monzón si viera que hoy, cuarenta años después de su muerte, el país se encuentra en algunos aspectos tal y como lo dejó –sin independencia, sin unión abertzale y con presos políticos encarcelados–, Elkoro dice que, pese a todos esos aspectos negativos, sería optimista: «Porque después de 40 años, con todos los problemas que ha tenido, la izquierda abertzale ha conseguido salir adelante. Porque Telesforo salió de Txiberta con un desengaño total. No consiguió cumplir su mayor sueño. Pero sacó fuerzas para seguir. Ahora, los que quedamos, tenemos la oportunidad de ver qué buen resultado ha dado esta política. Un proyecto político unido al pueblo y que el pueblo cree en él. Eso le pasaba también a Telesforo. El pueblo creyó en él».

Monzón nació en una de las familias más pudientes y en uno de los edificios más lucientes de Bergara, la Torre Olaso. Él mismo decía que era «de origen españolista», hasta que un día de junio la estampa de una joven pastora, que cantaba en Gatzaga mientras manejaba a su rebaño, lo convenció. «No sé qué me pasó en aquel momento. ‘Soy abertzale’, me di cuenta»

Monzón murió el 9 de marzo de 1981 en Baiona. El cuerpo llegó a su casa, a la Torre Olaso de Bergara, tres días más tarde, en una ambulancia flanqueada por dos tanquetas enemigas y después de que las fuerzas policiales secuestraran su cuerpo. Un final de trayecto tan sinuoso como toda su vida.

Un abertzale con vocación jelkide

«Soy portador de una gran noticia. Al conocerla me estremecí. Los vascos tenemos patria. No la extraña sino la nuestra. No la que nos enseñaron, sino la que por reflexión e impulso ha brotado después de transcurrir muchos años, en nuestra inteligencia y en nuestro corazón». Estas palabras, dirigidas a la juventud de Zarautz que en 1931 acudió «de rebosante optimismo llena» a la Eusko Etxea del municipio para escuchar al joven Telesforo Monzón, bien podrían considerarse el motor, motivo y razón de vida del bergarés. Porque Monzón aleteó en varias direcciones durante su vida política, pero planeando siempre sobre las siete provincias vascas, Nafarroa en el epicentro. Ni paloma blanca ni buitre de las autonomías. Telesforo Monzón creía en el Arrano Beltza y siempre soñó con la independencia de Euskal Herria.

O casi siempre. Porque Monzón nació en una de las familias más pudientes y en uno de los edificios más lucientes de Bergara, la Torre Olaso. Él mismo decía que era «de origen españolista», hasta que un día de junio la estampa de una joven pastora, que cantaba en Gatzaga mientras manejaba a su rebaño, lo convenció. «No sé qué me pasó en aquel momento. ‘Soy abertzale’, me di cuenta».

Se afilió al PNV en 1930 y conservó hasta su muerte el sentimiento jelkide, a pesar de los desacuerdos con el partido. Esta elección política lo llevó al frente del Gipuzkoa Buru Batzar, a las Cortes españolas –un lugar que repudiaba– y al Gobierno Vasco de su amigo de juventud y cómplice político, José Antonio Agirre.

Pronto llegó el alzamiento de Franco y Monzón fue nombrado por el lehendakari Agirre consejero de Gobernación y se encargó de armar al Euzko Gudarostea. Tras la caída de Hego Euskal Herria a manos de las tropas franquistas comenzó un largo exilio. Pasó por Bruselas, Catalunya y Occitania, ayudando a los exiliados de la guerra, y vivió cinco años (1941-1946) en México, donde fue representante del Gobierno Vasco.

Finalmente volvió a Donibane Lohizune, donde vivió casi treinta años en la casa Mende Berri junto con su mujer, María Josefa Ganuza.

El germen de una ilusión

Cuando José Luis Elkoro fue elegido alcalde de Bergara en 1976, cruzó su camino con Monzón para convertirse en íntimos amigos, aunque el aristócrata mahonero no pudo volver a su pueblo hasta un año después, con la Marcha de la Libertad.

Una de las grandes preocupaciones del alcalde en su primer año al frente del Consistorio era la Torre Olaso. Entraba agua por el tejado y existía el peligro de que las paredes de la emblemática torre empezaran a resquebrajarse. El Consistorio se ofreció a arreglar el edificio y Elkoro, con sus compañeros del Ayuntamiento, fue a Mende Berri a dar cuenta de la propuesta a Monzón y a su hermano Isidro. Fue el primer contacto de muchos entre Elkoro y Monzón.

El edil de Bergara fue uno de los fundadores del Movimiento de Alcaldes, que impulsó las luchas por la legalización de la ikurriña o la amnistía entre otras iniciativas de mejoras sociales, y este movimiento municipalista celebró un multitudinario acto en el centenario de la abolición foral el 21 de julio del 76, cuando, en la posguerra, «no se celebraba ningún acto», recalca Elkoro. «Mucha gente vino porque tenían muchas ganas de hacer algo público después de tanto tiempo en silencio, en la clandestinidad», añade. «En ese acto, Monzón tuvo una gran responsabilidad –cuenta–. Para él fue algo nuevo, ilusionante. Él no pudo venir, pero su mujer María Josefa sí, también la mujer de Jose Antonio Agirre. Vino gente muy importante, todos expectantes y esperanzados, porque la situación que vivíamos entonces en Euskal Herria era ilusionante. Franco se iba, y después de Franco, ¿qué? Había mucha preocupación con qué hacer después de Franco. Y, por otro lado, el pueblo estaba en pie, eran tiempos del Proceso de Burgos, Txiki y Otaegi, las centrales nucleares, ETA, el Movimiento de Alcaldes… El pueblo estaba en pie, vivo, fuerte. Telesforo participó en el acto, aunque no pudo estar ahí, y estrechamos nuestras relaciones con él».

Esta demostración de unión y sed de libertad sería el acicate para las conversaciones de Txiberta.

Más lejos del PNV, más cerca de los refugiados

Para entonces, Monzón llevaba años acumulando decepciones y discrepancias con el PNV, que le hicieron distanciarse del partido, aunque jamás dejó de ser jelkide. En una carta recogida en el libro ‘Telesforo Monzon. Aristokrata abertzalea’, de Pako Sudupe, pocos años antes de presentar su dimisión en 1953, Monzón criticaba así la deriva de su partido: «El PNV lleva camino de convertirse en un Partido Republicano Regionalista Español. Nuestra política exageradamente intervencionista en los asuntos españoles está ya creando y, sobre todo, puede llegar a crear en nuestras propias filas un confusionismo que acabe por apagar o deformar la conciencia nacional de nuestro pueblo».

«Él veía que con el PNV sus aspiraciones no se cumplirían. Ya había sido diputado en Madrid y allí vio claramente que no había nada que hacer con Madrid. Tampoco con el PNV. Él era jelkide de sentimiento, pero no estaba de acuerdo con la política del partido y decidió tomar otro camino», relata José Luis Elkoro.

Telesforo Monzón se fue alejando del PNV para ayudar a la que él consideraba la nueva generación de gudaris, los exiliados de ETA, mediante la asociación Anai Artea. Y valiéndose de sus contactos con unos y otros empezó a pensar en cómo reunir a todos los actores abertzales de la política vasca. Hasta que José Luis Elkoro tocó su puerta.

Él veía que con el PNV sus aspiraciones no se cumplirían. Ya había sido diputado en Madrid y allí vio claramente que no había nada que hacer con Madrid. Tampoco con el PNV. Él era jelkide de sentimiento, pero no estaba de acuerdo con la política del partido y decidió tomar otro camino

Una comisión del Movimiento de Alcaldes, entre los que estaba Elkoro, fue a Donibane Lohizune para hablar con el inquilino de Mende Berri sobre reunir a todas las fuerzas políticas abertzales. «Su sueño era que todos los abertzales de Euskal Herria construyeran una fuerza conjunta, fueran de izquierdas, de derechas, de centro o sindicalistas. Pero hacer un bloque todos juntos. Porque veía que separados no éramos capaces de nada», explica Elkoro.

Txiberta

Monzón ya estaba en ello. Había hablado con representantes de ETA y del PNV, y el Movimiento de Alcaldes se encargó de convencer a todos los demás.

Y se hizo. PNV, ESB, ANV, Partido Carlista, ESEI, KAS, ETA político-militar y ETA militar y el Movimiento de Alcaldes se reunieron en el hotel Txiberta de Angelu pocos meses antes de las elecciones generales españolas, para decidir si presentarse o no a aquella primera cita, pero «había un obstáculo», dice Elkoro: «La gente de ETA de los tiempos de Franco seguía presa. Y veíamos que no nos podíamos presentar sin resolver esta cuestión. Fue un planteamiento fijo que todos compartíamos menos PNV. Al principio el PNV no dijo ni que sí ni que no, se lo tenía que pensar. Al final no nos arreglamos».

El PNV no admitió la condición de liberar a los presos para presentarse a las elecciones a raíz del Frente Autonómico que había firmado con el PSOE, que prometió, en palabras del exalcalde de Bergara, «reconocer Euskal Herria con Nafarroa, liberar a los presos, legalizar los partidos políticos, políticas con el euskara». El PNV se presentó a las elecciones, pero nada de eso se cumplió.

«Telesforo vio clara la trayectoria del PNV. Y la estrategia del PNV era sacarle competencias a Madrid. [Xabier] Arzalluz y [Manuel] Irujo –jelkides muy cercanos a Monzón entonces– estaban a favor de Txiberta. Arzalluz tenía una gran ilusión. En aquel momento, hicieron declaraciones a la prensa diciendo que era un proyecto muy interesante y que estaban dispuestos a respaldarlo. Pero algunos que tenían más poder en el partido echaron atrás el proyecto. Me acuerdo que, cuando le preguntábamos a Arzalluz por qué sucedió esto, nos dijo: ‘Nosotros nos tenemos que arreglar bien con un partido que tenga fuerza en Madrid, y PSOE es uno de ellos’», explica Elkoro.

La gente de ETA de los tiempos de Franco seguía presa. Y veíamos que no nos podíamos presentar antes de resolver esta cuestión. Fue un planteamiento fijo que todos compartíamos menos PNV. Al principio el PNV no dijo ni que sí ni que no, se lo tenía que pensar. Al final no nos arreglamos

Txiberta fracasó. Pero lejos de caer en la desesperanza, Telesforo Monzón permaneció firme en sus ideas, proclamándolas con sus magistrales discursos, y siguió activo en la política tras su vuelta a Bergara en el 77.

Si lo dice, lo hace

En ese mismo año lo echaron del PNV y al año siguiente dieron muerte a su gran amigo Argala. Pero por encima de las miradas de recelo de los jelkides que le negaban el saludo en su pueblo y de las amenazas que recibía, empeñó todas sus fuerzas e ilusión en la creación y fortalecimiento de Herri Batasuna. Y en esas se mantuvo hasta el día de su muerte.

En aquella época, Monzón y Elkoro, entre otros, visitaron las sedes de las diputaciones en Bilbo, Gasteiz y Donostia, y no precisamente de modo «cortés», según destaca Elkoro, sino para darles cuenta de que «no eran instituciones del pueblo». En Gasteiz tuvieron problemas, se encerraron en protesta por los abusos policiales, y «vinieron los grises». Encarcelaron a Monzón en Langraiz, entonces aún ministro de la Gobernación del Gobierno Vasco y primer candidato al Congreso por Gipuzkoa de Herri Batasuna.

Días más tarde, Elkoro recibió una llamada que le avisó de que Monzón no estaba bien. Marchó con María Josefa Ganuza hacia Langraiz y para cuando llegaron Telesforo ya estaba en el hospital. No les dejaron entrar. En la habitación de Monzón había dos guardias civiles, por lo que el dirigente abertzale emprendió una huelga de hambre para que los guardias salieran de allí, lo que terminaron haciendo. Hablaba en euskara con la enfermera. Cuando le prohibieron hablar en su idioma, se negó a pronunciar palabra. «La dirección se puso nerviosa y lo arreglaron enseguida», dice Elkoro: «Telesforo hacía lo que decía. Era comprometido y coherente».

Un año antes de su muerte, frente al Monasterio de Leire en Nafarroa, prometió que lucharía hasta el final por la unión y libertad de Euskal Herria. Cumplió su promesa, otra, hasta que el 9 de marzo de 1981 murió con ese mismo anhelo en su cabeza y su corazón.