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Isabel Díaz Ayuso, la heredera de Aguirre que se subió al trumpismo

Su estilo recuerda al exmandatario estadounidense: dice lo incorrecto, apela a la crispación y es desacomplejada hasta el abismo. Su estrategia de defender la «libertad» frente a las restricciones por la pandemia la catapulta en las encuestas. El peligro que yace si gana: el ascenso de Vox.

La presidenta de Madrid y aspirante a la reelección. (M. FERNÁNDEZ-POOL-Europa Press)

Había una mesa en la que charlaban de forma amena y respetuosa el cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero; la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el presidente de Vox, Santiago Abascal y dos periodistas. ¿Producto del delirio? No, era Madrid, enero del 2015. Otros tiempos, muy diferentes.

En esa mesa de la tertulia de ‘La Tuerka’ (programa que hizo famoso a Pablo Iglesias), Ayuso defendía sin estridencias la gestión del PP y se mostraba, dicho con todo respeto, mucho más inteligente y astuta que lo que hoy exhibe de sí misma.

Este cambio no es casual. Los políticos con cargos del máximo nivel muchas veces suelen montarse personajes que en cierta forma los protegen y son pensados por los especialistas de comunicación de sus partidos. En este caso, hace rato que Génova decidió que sus arietes tuvieran declaraciones de alto impacto y provocadoras. A Ayuso hay que sumarle lo que era Cayetana Alvarez de Toledo.

Pero la diputada hispanoargentina pecó de independencia, mientras que la presidenta madrileña se mantuvo fiel a Casado y sí tuvo réditos en jugar a ser la Juana de Arco de la derecha castellana. Al tono que puso en la campaña de las autonómicas en 2019, el año pasado le sumó un enfrentamiento contundente con Moncloa en contra de las restricciones y a favor del «modelo Madrid» de contención de la pandemia contemplando las necesidades de los empresarios hosteleros.

Guste o no, la estrategia rindió y los sondeos la muestran casi doblando la cantidad de escaños y alcanzando la mayoría absoluta sumando con la ultraderecha, con quien ya dijo que no tiene problemas de gobernar. Y que lo que más le da miedo «no es Vox sino el socialismo, el adoctrinamiento en las escuelas y la falta de libertad que propone la izquierda».

De Instagramer aznarista a emblema del PP
Ayuso se encamina a su segunda campaña para presidir Madrid con un currículum no muy extenso pero sí intenso. De 42 años, madrileña y graduada de la Complutense, era hace sólo seis años la gestora de la cuenta de “Pecas Aguirre”, el perro de Esperanza Aguirre, expresidenta de la CAM y abanderada del neoliberalismo dentro del PP.

Por aquel entonces, Isabel Díaz Ayuso venía de militar en Nuevas Generaciones, en donde conoció a Casado y entablaron una amistad personal (Casado conocería a su otra apuesta personal femenina, Alvarez de Toledo, en la FAES, en la misma época). La actual presidenta ha dicho públicamente que se considera una heredera de Aguirre –la supera en desenfado, lo que ya es mucho} y eso se ha notado en sus nombramientos.

Sus dos personas de más confianza y estrategas políticos propios son Miguel Ángel Rodríguez y José Luis Carreras. El primero es el actual director de gabinete en Puerta del Sol, fue portavoz de Moncloa durante el primer gobierno de José María Aznar y ha vuelto al ruedo con Ayuso tras un tiempo de bajo perfil, en el que fue detenido conduciendo en estado de ebriedad. Rodríguez es considerado «el cerebro detrás de Ayuso y a quien se le puede atribuir el 80% de todo lo que ha logrado ella», comenta una fuente del PP a GARA.

«Teodoro no lo eligió, lo eligió ella», explican. Es que la influencia del número 2 del PP es mucha también en Madrid: él es el enlace entre Casado y Ayuso. Pero ella fue la que eligió al referente aznarista, responsable del tono de crispación y el giro a la derecha que la ha convertido en emblema de su partido. Su primer director de gabinete fue Carreras, «más moderado y centrado, y conocido por ser buena persona dentro del PP», explican.

Divorciada, Ayuso volvió a apostar a la pareja con Jairo Alonso, de quien se separó en noviembre pasado. Cuatro meses después se separó también de su socio político, Ignacio Aguado (Cs), de quien desconfiaba cada vez más y lo dejaba saber a su entorno. «No se hablan y sólo si están obligados se dirigen la palabra», comentaron a GARA hace unas semanas fuentes de la Asamblea.

La presidenta vio venir la traición y lo de Murcia precipitó los tiempos. Un triunfo colosal como el que se prevé y un gobierno en solitario con el peligroso apoyo de Vox son lo que le resta para consagrarla como la nueva gran dama de la derecha española.