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Elkarrizketa
Mikel Serrano
Director de arte

«Ver mi trabajo en la pantalla grande me sigue poniendo los pelos de punta»

Le costó creerse que había ganado su primer Goya gracias a Handia» y acaba de recibir el segundo por ‘Akelarre’. El cine no entraba en sus planes pero lo atrapó desde el principio. Ha desarrollado toda su carrera en Euskal Herria, y es uno de los artífices del resurgir del cine vasco.

Mikel Serrano. (David Herranz)

Mikel Serrano (Iruñea, 1975) vivió la noche de los premios Goya con ilusión y sorpresa al mismo tiempo. Todavía le cuesta creerlo. «No me acabo de creer lo que está pasando estos últimos años. La primera nominación fue un susto muy grato con todo lo que pasó con ‘Handia’, y pensábamos que era algo que íbamos a vivirlo solo una vez en la vida. En los últimos cuatro años hemos tenido tres nominaciones y me parece... demasiado», señala.

Afirma que «no es ese el objetivo real, sino hacer lo mejor posible el trabajo. Y los premios te llevan a pensar que estamos haciendo bien las cosas. Mis nominaciones han ido acompañadas de las de mis compañeros, y refleja que los proyectos que estamos haciendo aquí están llamando la atención», cuenta.  

Habla en plural y defiende el trabajo en común de los integrantes del equipo de arte (alrededor de una docena de personas) que lidera en cada rodaje. Si la labor del equipo es conjunta, no lo es menos la coordinación con otros departamentos, como son el de vestuario y maquillaje, fotografía.... «Tengo dudas a la hora de atribuirme ciertos méritos. Una película es un proyecto muy coral», reconoce.

Se muestra orgulloso de los logros de los proyectos en los que ha participado. «Gracias a la conexión que ha existido entre todos los departamentos, independientemente de que lleguen o no al público, considero que las películas están bien resueltas cinematográficamente».

Está viviendo un momento dulce. «Estoy trabajando en cosas interesantes, cada vez me siento más cómodo, con la sensación de que la parte que me corresponde aportar es importante y está a la altura de la exigencia de los proyectos».

Prácticamente toda su carrera la ha desarrollado en el cine. Lo tiene atrapado. «Conserva la magia. Ver mi trabajo en la pantalla grande me sigue poniendo los pelos de punta. Es muy potente. Es la misma sensación que sientes al ver físicamente lo que tú has dibujado sobre el papel. Y sobre todo si sientes que has acertado o se acerca a lo que tenías en tu cabeza. Es un proceso muy bonito. Si a eso se añade que estrenas en Donostia en una sala repleta, el público reacciona y ves que lo que has hecho llega a la gente... es muy chulo», confiesa, emocionado.

La trayectoria exitosa de Serrano está cimentada en su capacidad de trabajo. «Hay mucho trabajo detrás de cada proyecto. Tengo que seguir aprendiendo y así lo quiero hacer, trabajando mucho», remarca.

También en sus ganas de aprender. «Todos los días voy a casa habiendo aprendido algo y estoy muy contento. Trabajando en equipo aprendes de la creatividad de otras personas y enriquece mucho. Es importante dejarte asesorar y escuchar a la gente, tener el mínimo ego a nivel profesional».

El hecho de ser una pieza más en el engranaje no frustra su creatividad. «Me siento muy pleno a nivel creativo. Tengo mi responsabilidad en la parte de la creación y no me siento sometido o frustrado porque sea otro quien tome la decisión final. Si se da la circunstancia de que el director no está de acuerdo con tu propuesta, es el momento de retirarte y asumir su decisión como máximo responsable. Sobre todo, porque es él quien tiene toda la película en toda su dimensión en la cabeza», señala.

Tiene los pies en la tierra. «También me acuerdo de los momentos en los que no ha sido así, que también los ha habido. El trabajo no era tan abundante, ni el sueldo tan bueno, pero seguí apostando, teniendo ilusión y dándolo todo cada vez que tenía una oportunidad. Ahora estoy en un momento muy bueno, pero soy consciente de que de la misma forma que vino se puede ir».

Formado en Bellas Artes  y cinéfilo, no entraba en sus planes dedicarse a ello. Y quizás por ello, se muestra feliz. «Hasta que no surgió la oportunidad por casualidad no me planteé que fuese algo que estuviese en mi mano. Participé en un cortometraje, conocí el set de rodaje, tuve oportunidad de ser ayudante de un decorador... he ido aprendiendo el oficio de forma más técnica que teórica».

Agradecimiento

Se muestra muy agradecido a Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga, directores que no dudaron en depositar su confianza en él como director de arte. Fue con ‘Loreak’. Era su primera vez. «Fue muy bonito, un experimento a la hora de plantear una imagen nueva al tratarse de una historia hecha aquí pero muy universal», dice.

No tiene más que palabras de elogio hacia ellos. «Tienen muchísimo talento, su cine es muy especial, con una sensibilidad brutal. He crecido mucho con y gracias a ellos», afirma­. Cuatro de las películas en los que ha participado –‘80 egunean’, ‘Loreak’, ‘Handia’ y ‘La trinchera infinita’– son obra de la factoría Moriarti, decisiva en su carrera.

Su producción incluye también títulos como ‘Ventajas de viajar en tren’ (Aritz Moreno) y ‘Akelarre’ (David Pérez Sañudo), conformando una lista de obras significativas en el cine realizado en Euskal Herria en esta última década. Pero vive el éxito con humildad. «He estado en el momento adecuado en el lugar adecuado y he podido ser parte de ello», dice.

Tiene pendiente de estreno ‘Ilargi guztiak’ (Igor Legarreta) y actualmente está inmerso en el rodaje de ‘Maixabel’ (Iciar Bollaín).

Recuerda cuando le propusieron trabajar en ‘Handia’. «Pensé, ¡madre mía, esto cómo lo vamos a hacer! Fue complicado».

Al contrario de lo que pueda parecer por ser trabajos de época, ‘Handia’ y ‘Akelarre’ no han sido sus mayores retos en el set de rodaje. Menciona ‘Ventajas de viajar en tren’. «Estoy muy contento del resultado porque estéticamente era muy complejo», subraya.

Sin olvidar ‘La trinchera infinita’. «El espacio era muy estático, todo transcurría en la casa, requería mucho detalle para poder plantear unos saltos en el tiempo tan brutales en el mismo set», comenta.

Las horas que ha pasado desde pequeño viendo filmes de ciencia ficción han dejado su poso. «Te fijas en ciertas estéticas, paletas de colores y formas de resolver situaciones que luego te inspiran en tus proyectos», explica.

En Euskal Herria apenas puede trabajar en producciones de este género, aunque confiesa que ‘Ilargi guztiak’, «con un componente de cine fantástico importante», le permitió «disfrutar muchísimo».

Desconocimiento

Tras años en el cine, su profesión es desconocida para el público. Todavía hoy se ve obligado a explicar en qué consiste su labor, que abarca todo lo que concierne a la estética de un filme. «Pepe Domínguez, con quien trabajé en ‘La trinchera infinita’, lo explica diciendo que es lo que queda si eliminas a los actores de la pantalla; implica la decoración, la ambientación, una parte de la decisión de las localizaciones, también parte del diseño de los personajes...».

Al contrario que muchos profesionales vascos del sector que se trasladan a Madrid a trabajar, Serrano ha desarrollado toda su trayectoria cinematográfica en Euskal Herria. «Al principio de mi carrera sí me pudo apetecer irme a Madrid pero no llegó ningún proyecto. Eso hizo que siguiera trabajando en lo que salía aquí y ha llegado un momento en que los proyectos llevados a cabo en Euskal Herria son interesantes, tienen un nivel importante, no por el tamaño, sino por sus características».

En Euskal Herria los trabajadores del sector del cine se conocen y esto facilita las cosas en los rodajes. Está contento. «Voy enlazando un proyecto con otro a un ritmo que me permite vivir tranquilo. Si el proyecto fuera realmente interesante no tendría inconveniente en irme una temporada fuera, pero me gusta trabajar en casa».  

El presupuesto y el tiempo condicionan la calidad del proyecto. Ve su lado positivo. «Puedes sentirlo en casos puntuales, pero en general, tener que darle una vuelta o dos más a ciertas cosas es estimulante. En esas situaciones, además, no me encuentro solo. Estás desesperado y a alguien del equipo se le ocurre una idea brillante», cuenta.

El hecho de que el resultado de su trabajo se exhiba en la gran pantalla exige «unas aspiraciones estéticas y una factura, unas texturas determinadas. El mimo y cuidado que requiere es el máximo», señala.

A este respecto, constata que el cambio en hábitos de consumo más allá de las salas de cine no ha modificado su oficio. «En casa va perdiendo un poco de magia, en la medida en que el formato va disminuyendo, eso sí. Depende del dispositivo en el que lo veas, pero la calidad sí se pierde en ciertos aspectos, sobre todo a nivel estético», aclara.