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La mayoría del movimiento QAnon tiene problemas mentales diagnosticados

El movimiento de extrema derecha de tipo conspiracionista QAnon, columna vertebral de la toma del Capitolio, se distingue de otros ultras no solo por sostenerse sobre «fake news» inverosímiles. Nuevos datos apuntan que la mayoría de ellos tienen problemas mentales o sufrieron abusos en la infancia. 

Jake Angeli, uno de los participantes en el asalto al Capitolio y predicador de la teoría de extrema derecha QAnon. (HBO)

Hizo bien Donald Trump al ubicar en las noticias falsas la fuente de un poder de transformación cada vez mayor. El movimiento QAnon no cuadra bien en los patrones normales con los que se encajona a las ideologías políticas. Los seguidores creen que el Gobierno de EEUU ha caído sojuzgada por una suerte de cábala satánica, caníbal y pederasta. Han creado y alimentado teorías conspirativas que evolucionan y se enriquecen autónomamente, como el «Pizzagate», gracias a internet, las redes sociales y a que contrastar la veracidad de algo es cada vez más complicado. Ninguna verdad científica es capaz de ponerles freno. Tragan con todo, hasta con que la Tierra es plana. 

Todo sería ciertamente risible si el poder político de QAnon no fuera real. No se trata de que fuera capaz de asaltar el Capitolio capitaneado por un tipo vestido con un gorro de búfalo, sino que contar con su apoyo puede ser esencial para que el Partido Republicano (una de las organizaciones políticas con más poder de todo el mundo) recupere la Casa Blanca.

Sophia Moskalenko, una estudiosa del «terrorismo» de la Universidad de Georgia ha conseguido indagar un poco más en la psique de este mounstruo. Moskalenko sostiene que los miembros de este grupo son más propensos a padecer enfermedades mentales que otros colectivos que ella estudia. 

«Descubrí que muchos seguidores de QAnon revelaron –en sus propias palabras en las redes sociales o en entrevistas– una amplia gama de diagnósticos de salud mental, incluyendo trastorno bipolar, depresión, ansiedad y adicción», sostiene la investigadora en un artículo en ‘The Conversation’.

Las detenciones posteriores al asalto al capitolio confirmaron la teoría de Moskalenko, dado que el 68% de los arrestados «informó de que habían recibido diagnósticos de salud mental. Las afecciones que revelaron incluían el trastorno de estrés postraumático, el trastorno bipolar, la esquizofrenia paranoide y el síndrome de Munchausen por poderes, un trastorno psicológico que hace que uno invente o inflija problemas de salud a un ser querido, normalmente un niño, para ganar atención para sí mismo».

Las cifras de trastorno síquico dentro de EEUU están en el 19%, por lo que la tasa de esta problemática dentro del QAnon es más de tres veces más frecuente. 

De los insurrectos de QAnon con antecedentes penales, «el 44% experimentó un trauma psicológico grave que precedió a su radicalización, como el abuso físico o sexual de ellos o de sus hijos».

Según el artículo de Moskalenko,  «la investigación ha revelado desde hace tiempo las conexiones entre los problemas psicológicos y las creencias en las teorías de la conspiración. Por ejemplo, la ansiedad aumenta el pensamiento conspirativo, al igual que el aislamiento social y la soledad».

La hipótesis de la estudiosa, que ha publicado el libro ‘Pastels and pedophiles: Inside the mind of QAnon’, es que la toma del Capitolio o el auge del movimiento tiene relación con la situación de confinamiento, en tanto esta ha agudizado y desatado enfermedades mentales. «El aislamiento de los cierres, agravado por la ansiedad relacionada con el covid y la incertidumbre económica, empeoró una mala situación. La ansiedad y la depresión autodeclaradas se cuadruplicaron durante la cuarentena y ahora afectan hasta al 40% de la población estadounidense».

De otra parte, la investigadora señala que el aumento de las enfermedades mentales ya era constante antes de la aparición del covid, por lo que la población susceptible de creer en estas teorías aumenta año tras año. De ahí que la solución al problema quizá no esté únicamente en el control de las redes sociales y de las «fake news», sino en atender a la situación de la salud mental de EEUU.

«Es posible que las personas que abrazan las ideas de QAnon estén expresando inadvertida o indirectamente problemas psicológicos más profundos. Esto podría ser similar a cuando las personas exhiben un comportamiento autodestructivo o quejas psicosomáticas que en realidad son señales de problemas psicológicos graves», defiende Moskalenko.