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Rescatan el caso de Antonio Goñi y exigen esclarecer los mil episodios de tortura en Nafarroa

La red de personas torturadas en Nafarroa ha celebrado un acto ante el Parlamento en el que ha exigido «dar pasos firmes en el reconocimiento de la tortura» y ha rendido homenaje las personas que sufrieron malos tratos en el herrialde, entre ellas Antonio Goñi, cuyo caso han revelado este viernes.

Los retratos de Goñi y Zabalza han presidido el acto. (Idoia ZABALETA/FOKU)

Antonio Goñi era vecino de Etxarri Aranatz y trabajaba de mecánico de mantenimiento. Fue detenido y torturado tras asistir a una protesta contra el Proceso de Burgos en Donostia. Era el año 70 y el terror de la larga noche franquista se cebaba con cualquier tipo de disidencia política. 

A él y a otros cinco compañeros los paró la Policía en la Parte Vieja y pidieron a Antonio que se identificara. No tenía la documentación encima, olvidada en el bar donde habían estado poco antes. Se lo llevaron detenido, y no se supo nada de él hasta 18 largos días después. Estaba «destrozado». No le quedaban uñas en las manos. Según contaba, le habían hecho de todo. En vísperas de Santo Tomás no apareció a la cita que tenía con su cuadrilla. Se había suicidado.

Antonio Goñi es uno de los más de mil torturados en Nafarroa, cuya historia y final ha sido revelada esta tarde en Iruñea por Gloria Bosque. Ella también fue detenida en la década de los 70 en dos ocasiones y fue asimismo torturada durante días, según ha relatado en el acto organizado por la red de personas torturadas en Nafarroa, en la víspera del Día Internacional de Naciones Unidas en Apoyo de las Víctimas de la Tortura.

La plataforma, que ha escogido para este acto el lema ‘Tortura argitu, la verdad ante el silencio’, ha exigido «dar pasos firmes en el reconocimiento de la tortura» en el herrialde. Considera, además, que la investigación y el reconocimiento sobre lo ocurrido es «necesario y construye amplios consensos». Y así ha sido en el terreno político y sindical, pues la iniciativa ha contado con la representación de Podemos, Geroa Bai, EH Bildu, Izquierda-Ezkerra, así como con la de los sindicatos LAB y ELA.

Antes de revelar el caso de Goñi, el acto ha comenzado con la intervención de Mikel Soto, quien antes de leer el poema ‘Gau eternal bat’, ha explicado que desde la plataforma han querido rendir este pequeño homenaje a todas las personas torturadas en el herrialde. ¿Cuántas son? «Calculamos que son, que somos cerca de 1.000 las personas que hemos sufrido en nuestras carnes la tortura. Mil historias, cada una distinta y todas demasiado parecidas entre sí», ha indicado.

Soto ha abogado por recuperar la memoria. Una memoria que «no niegue el dolor de nadie» y reivindique que «ningún dolor puede ser ignorado ni ocultado en fríos y oscuros sótanos».

Por eso, desde la plataforma ven imprescindible que se realice una investigación «independiente» y «científica» con el fin de esclarecer cuántas personas han sufrido torturas por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Nafarroa. «Eso es lo que reclamamos hoy aquí y eso es lo que vamos a seguir reclamando hasta que todas y todos los torturados recibamos reconocimiento y reparación», ha apostillado.

A su izquierda, el rostro del hasta ahora desconocido Antonio Goñi, acompañado del de Mikel Zabalza, cuya hermana, Idoia Zabalza, ha remarcado que en la llamada Transición la tortura era ya «un instrumento democrático, utilizado sistemáticamente para hacer frente a la disidencia política».

«Mikel era mi hermano. Lo detuvieron y torturaron salvajemente, junto a su novia, su primo y un estudiante. Cuando nuestra ama fue a preguntar por él a Intxaurrondo, le dijeron que buscara en objetos perdidos. La versión oficial era que había intentado escapar. Que saltó al río esposado. Su cuerpo sin vida apareció, 20 días después», ha recordado.

«Nunca había pasado tanto miedo, quería morir»

Además de Bosque y Zabalza, Marilo Gorostiaga, Ainara Gorostiaga y Jon Patxi Arratibel han querido narrar sus episodios frente al Parlamento de Nafarroa y ante cientos de personas que a pleno sol han escuchado en absoluto silencio sus dolorosos testimonios.

«Eran las 2 de la madrugada cuando escuché los golpes en la puerta. Para cuando quise levantarme, ya estaban encima mía. Me pusieron un antifaz. Les dije una y otra vez que yo no había hecho nada. Oía gritos desgarradores en los calabozos de aquel sótano. Me golpeaban y hacían la bolsa una y otra vez. Me desnudaron. Nunca había pasado tanto miedo, quería morir, solo quería que todo terminara. Me hicieron aprender lo que ellos querían de memoria. Mientras le contaba las torturas que había sufrido en comisaría al juez, este sonreía mientras me miraba y jugaba con su boli», ha relatado Marilo Gorostiaga.

Un testimonio que, a su juicio, no importa a quien pertenezca, pues todos dibujan el mismo sufrimiento. Todos recogen un «pedacito» de ese «horror» que es la tortura. «Estas situaciones no son lejanas en el tiempo, no hace falta remontarse al franquismo, ni a los primeros años tras la transición o cuando me detuvieron a mí, allá por 1994, para vivirlas. Son recientes: algunas tienen 10 o 15 años».

Por su parte, Ainara Gorostiaga ha recordado que la tortura ha sido «una constante en nuestra historia reciente, utilizada como arma política contra aquello que se consideraba disidencia política». Una práctica que, a su juicio, «han negado e intentado ocultar durante décadas, consentida y legitimada por instituciones del Estado y en ella han colaborado, de una manera u otra, partidos políticos, jueces, médicos forenses, incluso medios de comunicación».

«Yo afirmé hechos que no había cometido para que todo terminara y me metieron en prisión en 2002, hasta que se demostró, que no tenía nada que ver con aquello que había declarado en comisaría, supuestamente, por propia voluntad», ha revelado.

No obstante, ha explicado que, desde hace unos 10 años, la tortura parece algo del pasado. Una decisión política, seguramente tomada en algún despacho de Madrid, ordenó su cese, «evidenciando aun más la connivencia de los partidos del régimen y los poderes fácticos con los torturadores».

En su turno, Arratibel ha recordado que en 2011 escribió «Aztnugal», ayuda al revés, como firma de su declaración en la comandancia de la Guardia Civil. «Era un grito de socorro. Fuimos torturados con total impunidad. Tres de las seis personas detenidas en mi misma operación recurrimos al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, y este condenó al estado español en las tres ocasiones», ha añadido.

Sin embargo, ha subrayado que, a pesar de «todos los tirones de orejas» y sentencias desde Europa [la última en enero de este mismo año], a pesar de sus testimonios, hay quien a día de hoy «se niega a reconocer lo que en primera persona hemos vivido, mirando para otro lado o incluso acusándonos de mentir». «Pero somos conscientes, de que son los menos, o quienes tienen algo que ocultar», ha añadido.

«Porque si algo hemos conseguido elevando la voz y contando lo que nos ha ocurrido, es que hoy en día, prácticamente nadie, niegue la existencia de la tortura en este pueblo. Estamos reivindicando públicamente no sólo la verdad de lo que han sufrido unos mil navarros y navarras, sino la necesidad de una investigación que esclarezca lo que aquí ha ocurrido. Y por eso hoy volvemos a exigir que se arroje luz sobre la tortura en Nafarroa», ha remarcado.