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Angela Merkel, la «inoxidable» canciller, se dispone a abandonar el poder

Tras las elecciones al Bundestag del próximo 26 de setiembre y las consiguientes negociaciones para formar gobierno, que se anuncian complejas, Angela Merkel se retirará de la escena política alemana tras igualar el récord de años de su mentor, Helmut Kohl.


Con una popularidad ‘inoxidable’ pese a su desigual legado, Angela Merkel se dispone a pasar la última página de sus 16 años en lo más alto del poder, dejando a priori un gran vacío en Alemania y en el escenario internacional.

Pero mientras llega la cita electoral del 26 de setiembre, a sus 67 años sigue activa en todos los frentes, desde las inundaciones de julio a la crisis afgana, pasando por sus recientes visitas a Rusia y Ucrania, y apoyando al candidato de su formación para relevarla en la Cancillería, Armin Laschet.

El pasado 20 de mayo confesó que se retiraba con una sola ambición: que no se diga de ella que ha sido «perezosa».

Parece haber dejado ya muy atrás el año 2019, cuando, al frente de una Gran Coalición (entre conservadores y socialdemócratas) que daba muestras de agotamiento, se la veía sobrepasada por la movilización de la juventud en torno al cambio climático.

Como símbolo del crepúsculo de su reinado, sufrió unos incontrolables temblores en varias ceremonias oficiales que generaron dudas sobre la capacidad de esta ‘infatigable’ canciller para concluir su cuarto y último mandato.

Pero la pandemia del coronavirus dio un vuelco al tablero y, para envidia del resto de dirigentes europeos, su popularidad está en su apogeo. Tres cuartas partes de las ciudadanas y ciudadanos alemanes se muestran satisfechos de su acción al frente del país, según un sondeo de Infratest Dimap publicado en este mes de agosto.

«El mayor desafío»

Incluso se han escuchado voces durante la pandemia que reclamaban un quinto mandato, pero la primera mujer en dirigir Alemania lo descartó de plano.

Esta científica de formación ha realizado una gestión casi sin fallos del covid-19 ante el que considera el «mayor desafío» que ha afrontado Alemania desde la Segunda Guerra Mundial. Y lo ha hecho privilegiando la pedagogía y las demostraciones racionales frente a los posicionamientos exaltados.

El confinamiento, que le recordó su vida en la ex-RDA, supuso, como ha confesado, «una de [sus] decisiones más difíciles», aunque Alemania registró una situación menos dramática que gran parte de sus vecinos europeos.

La pandemia y sus consecuencias económicas y sociales también han permitido a ‘Mutti Merkel’ (Mami Merkel), como la llaman cariñosamente muchos alemanes, hacer una nueva demostración de pragmatismo, rompiendo muchos de sus tabúes personales.

Campeona de la austeridad europea tras la crisis financiera de 2008, aún a riesgo de asfixiar a Grecia, desde hace año y medio se ha convertido en impulsora del estímulo fiscal y la mutualización de las deudas, los únicos factores capaces, según ella, de salvar el proyecto europeo.

En 2011, fue la catástrofe de Fukushima, en Japón, la que le convenció rápidamente para iniciar el abandono progresivo de la energía nuclear en Alemania.

Decisiones de riesgo

Pero, quizá, su apuesta política más osada la realizó en el otoño de 2015, cuando decidió abrir las puertas a centenares de miles de solicitantes de asilo procedentes de Siria e Irak.

Pese a los temores de la opinión pública, prometió integrarlos y protegerlos. «¡Lo lograremos!», espetó. Se trata, quizá de la declaración más sorprendente pronunciada por Merkel, bastante reacia a los discursos apasionados.

Hasta entonces, esta doctora en Química que sigue llevando el apellido de su primer marido y no tiene hijos, había cultivado una imagen de mujer prudente e incluso fría, sin aristas, que adora las patatas, la ópera y el senderismo.

Para explicar su histórica decisión sobre los migrantes, adoptada sin consultar realmente a sus socios europeos, invocó sus «valores cristianos» y una cierta obligación de ejemplaridad de un país que carga con el estigma del Holocausto.

Esta forma de entender la caridad cristiana de Angela Kasner, su apellido de soltera, le viene de su padre, un pastor protestante que se fue voluntariamente a vivir con toda su familia a la Alemania del Este comunista y atea para predicar.

«Mi herencia me ha marcado, especialmente el deseo de libertad durante mi vida en la RDA», comentó en el 30º aniversario de la Reunificación, en 2020.

Pero la preocupación por la crisis migratoria, el miedo al islam y a los atentados fueron asentándose, llevando a una parte del electorado conservador a refugiarse en Alternativa para Alemania (AfD), la formación de extrema derecha que, en setiembre de 2017, logró entrar en el Parlamento federal, cayendo así un tabú de la posguerra.

La «canciller teflón»

No obstante, tras el terremoto provocado por la elección de Donald Trump en EEUU y el Brexit, Merkel, que siempre ha asumido su decisión sobre los refugiados, ha sido entronizada por la prensa y por muchos políticos como la «líder del mundo libre» frente el ascenso de los populismos.

Barack Obama, uno de los cuatro presidentes estadounidenses que Merkel ha conocido desde 2005, la describe en sus memorias como una dirigente «fiable, honesta, intelectualmente precisa» y como una «bella persona».

La ‘canciller teflón’, que parece inmune a los problemas como ese material ultrarresistente, es un animal político tan particular como temible, y muchos de sus adversarios la subestimaron.

En el año 2000, se benefició de un escándalo financiero en su partido para hacerse con las riendas de la CDU, adelantando a toda la jerarquía masculina.

El 18 de setiembre de 2005, se impuso en las elecciones al canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, ante la incredulidad de su adversario.

Más de 16 años después sigue al frente sin haber preparado realmente su sucesión, hasta el punto que el partido cristiano demócrata no tiene asegurada la victoria en las urnas que se abrirán dentro de un mes.

Posible récord de voto anticipado

Las apuestas sobre qué formación cantará victoria el 26 de setiembre están más abiertas que nunca.

La entente conservadora CDU-CSU no se resigna a que su candidato, Armin Laschet, no lleve la etiqueta de favorito, la cual se colocó hace un par de meses la cabeza de lista de los Verdes, Annalena Baerbock, cuyo respaldo en los sondeos se ha ido desinflando en favor del cartel electoral del SPD, Olaf Scholz, que se ha colocado primero en intención de voto en una encuesta publicada esta semana.

Sea cual sea el resultado, lo que parece claro es que se producirá una participación por anticipado récord, según los datos difundidos por Deutsche Post. Uno de los responsables de la compañía postal, Tobias Meyer, ha señalado que la tendencia es claramente al alza en comparación con anteriores comicios. «Veremos si se sitúa en el rango del 40% o incluso en un 50%» más que en otras citas, ha resaltado.

La pandemia de covid-19 ha derivado en incrementos generalizados en los distintos procesos electorales en Europa, en gran medida por las restricciones sanitarias impuestas en los centros físicos de votación para evitar contagios.