Pocos cambios, parecida incertidumbre pero algo más de esperanza en el regreso a clase
El nuevo curso empieza casi sin cambios en los protocolos pero con la mochila cargada con la experiencia del pasado ejercicio y el punto de tranquilidad y esperanza que aporta la vacunación. Mascaras, distancias, medidores de CO2 y bastante incertidumbre vuelven de la mano de lápices y borragomas.
Después del inicio del curso lectivo esta semana en Ipar Euskal Herria, las clases volverán a reanudarse durante los próximos días en el resto de los herrialdes. Un regreso que seguirá condicionado por la pandemia y las medidas preventivas adoptadas para hacerle frente, particularmente estrictas en las aulas, aunque también con el plus de tranquilidad que da el hecho de que la gran mayoría de la población, incluidos muchos menores, ya cuentan con la vacuna.
De hecho, el avanzado proceso de vacunación es una de las pocas novedades, pues en los protocolos las cosas siguen más o menos como estaban en junio.
Subgrupos estables en la CAV
En la CAV, por ejemplo, el propio consejero de Educación admitió el 30 de agosto que en las cuestiones más básicas el nuevo curso comenzará tal y como finalizó el anterior. Por lo tanto, durante este curso las distancias de seguridad (1,5 metros), las medidas de higiene, la ventilación continua, la limitación de contactos y las mascarillas seguirán en los centros escolares.
Jokin Bildarratz compareció en rueda de prensa para explicar las principales medidas de un protocolo que fue remitido ese mismo día a los centros, y que se basa en lo que quedó establecido a finales de junio, aunque se ha actualizado en agosto.
Con todo, el documento contiene elementos de interés, como la formación de burbujas o Grupos de Convivencia Estable en Educación Primaria, siempre con el uso de mascarilla, y que, además, dentro de cada aula se podrán formar subgrupos estables de 4-5 alumnos y alumnas. También en 1º y 2º de ESO se podrán establecer dentro del aula subgrupos estables, en este caso entre 3 o 4 alumnos y alumnas.
La distancia entre estos agrupamientos, explicó Bildarratz, deberá ser superior a 1,5 metros, y permanecerán estables como mínimo hasta los períodos vacacionales de más de diez días.
Asimismo, con la revisión del protocolo se ha completado y desarrollado el apartado correspondiente a las actividades extraescolares, una petición que según expuso el consejero hacían los centros escolares y las entidades organizadoras para que estas actividades puedan comenzar a desarrollarse con garantías en el nuevo curso. Bildarratz dijo que estas medidas generales incluidas en el nuevo documento servirán de base para que las entidades organizadoras de extraescolares puedan desarrollar su propio protocolo. También destacó que el deporte escolar se podrá reanudar con cierta «normalidad» desde el mismo inicio del curso.
Estas medidas, según indicó el consejero, responden al objetivo de permitir que la actividad docente se desarrolle de forma presencial, una cuestión que su departamento considera «clave», y que con mayores o menores altibajos –pues hubo bastantes aulas que tuvieron que ser confinadas, aunque estadísticamente no fue una cifra significativa– se logró el curso pasado.
Jornada continua en Nafarroa
También en Nafarroa el curso se estrenará casi tal cual como acabó el anterior, prácticamente con las mismas normas. Si el verano de 2020 se caracterizó por el cruce de planes de contingencia y cambios normativos, este ha pendulado hasta lo contrario. Apenas se celebró una reunión casi de cortesía del consejero Carlos Gimeno con las asociaciones de madres y padres a finales de agosto, en la que se habló principalmente de cuándo se podría eliminar la jornada continua (si es que se puede).
El protocolo de arranque es el que se pensó a finales de mayo, que incluía retoques mínimos de flexibilización. A nivel estatal, se permitió ampliar los ratios a 25, pero Nafarroa no ha incorporado esta posibilidad y sigue tal cual estaba. La ventaja de esto es que las sectorizaciones de los colegios, separando clases, gimnasios, patios, usos de aseos, etcétera, no tienen que ser modificadas de inicio.
Si se lee a fondo, se aprecian variaciones de poco calado en lo epidémico, pero sintomáticas. Por ejemplo, se podrá jugar con pelotas, cosa que en el curso pasado no se pudo por aquello de no compartir y transmitir los virus que se quedan sobre la superficies de las cosas (una vía de contagio que ha demostrado no ser la fundamental). Del mismo modo, podrán tocar instrumentos musicales y pasárselos de unos a otros, salvo que se trate de instrumentos de viento.
Se liberará, además, al alumnado de Infantil de la mascarilla en al patio del centro educativo. Se daba la circunstancia de que los menores de 6 años solo tenían la obligación de usar tapabocas en el recreo, pues de ordinario están exentos y, ya dentro de la clase, son grupo de convivencia para bien y para mal. Si hay un contagio en el aula, se irán todos a la cuarentena.
Todo arranca con cierto aire de provisionalidad y a la sombra de lo que decida la Consejería de Salud. Lo que se ha trasladado a los centros es que las normas van a ser revisadas por el equipo de Santos Indurain, que no quiere pillarse los dedos y prefiere esperar a ver qué efectos tiene el movimiento social que conlleva el fin del verano, con el arranque del curso escolar y el reinicio de otras actividades. Se han trasladado las fechas del 7 y –más probablemente– el 14 de septiembre como los días en que se valorará si con las medidas actuales son suficientes, demasiadas o se quedan cortas.
Buena parte del Protocolo, que se pasó como provisional el 20 de mayo pero que ha acabando derivando en firme, está dedicado a las normas sobre cómo han de ventilarse las aulas. A mediados de marzo, Educación realizó una compra masiva de medidores de CO2 para cada centro, que le permite monitorizar y mejorar este apartado.
En esto Nafarroa se diferencia de la CAV, donde no se procedió a esta compra conjunta, sino que simplemente Lakua recomendó a cada centro proveerse de medidores. La ventaja de la compra conjunta es que al ser aparatos iguales se puede centralizar la información y aprender a través del propio uso. Porque no solo se trata de abrir la ventana para que no se concentren virus en el aire, sino que los medidores que se repartieron a los centros permiten medir la humedad y otros parámetros en aras de garantizar cierta «calidad térmica» en las aulas.
Por otro lado, la gestión en general de las medidas con las que arrancará el curso se ha caracterizado, nuevamente, por el nulo diálogo del consejero con los distintos actores de la comunidad educativa (sindicatos, asociaciones de madres y padres…).
Esta forma de actuar no provocó el curso pasado grandes movilizaciones. Quizá esto se explique porque las medidas, en general, se han asumido como razonables y los centros han visto cómo los brotes internos se controlaron gracias a las burbujas y el resto de medidas de control. No es que no hubiera brotes ni clases aisladas, pues lógicamente las hubo, pero la tasa de contagios en centros educativos fue de las más bajas y ningún colegio o instituto hubo de echar la persiana por completo a causa de la epidemia. Y en el inicio del curso pasado había miedo a que sucediera.
Además, repetir con algo que se sabe que funciona (salvo cuatro pinceladas), es lo que provoca hoy que la discusión sea si en algún momento se volverá a la jornada partida. Ahora bien, que sirvan estas medidas está por ver. El virus es distinto, sabe propagarse mejor, y los centros educativos serán los principales puntos de contacto entre personas no vacunadas.
Tareas pendientes en Ipar Euskal Herria
La apertura de curso en la escuela de primaria Marie Curie de Baiona sirvió, el pasado jueves, para presentar el plan de inversiones por valor de 10,5 millones de euros con los que el Ayuntamiento aspira a mejorar los equipamientos en los 22 centros escolares que componen la red pública local.
La ceremonia transcurrió en parámetros de «vuelta a la normalidad», con más referencias a los retos de la numerización o a la transición biológica en el comedor escolar que al protocolo sanitario remitido por el Ministerio de Educación francés para garantizar la educación presencial.
A 130 kilómetros de ese centro baionarra, los alumnos de la localidad zuberotarra de Larraine acudieron a clase en un ambiente también jubiloso pero con cierto sabor a «clandestinidad». Mientras Educación no acepte la implantación del sistema inmersivo una profesora jubilada se asegurará de que el euskara impregne la vida escolar.
Máscaras, geles, medidores de CO2, burbujas, testado y vacunación en colegios y liceos. La panoplia para plantar cara al correoso virus se renueva, aunque no protege del todo frente al riesgo conocido de cierre de aulas, con el consiguiente revolcón familiar porque se ha finiquitado el teletrabajo, ni de la tensión que generará en los centros la orden de «mandar a casa» a alumnos no vacunados que sean caso contacto, medida prevista en un protocolo decidido, como el veto constitucional a la enseñanza en euskara, en un lejano despacho junto al Sena.
Unilateralidad y falta de medios
Ocurrió el año pasado y también este inicio de curso llega con reproches de agentes de la comunidad educativa, por un lado, por la falta de información directa por parte de las instituciones, y también por la falta de medios.
Respecto al primer punto, Irati Tobar, responsable del área de Educación de LAB, critica en declaraciones a NAIZ que los departamentos de Educación de Lakua e Iruñea hayan aprobado los protocolos sin contar con los representantes de los trabajadores y trabajadoras. Y sobre el contenido en sí de las medidas, demanda que cuando se confine un aula se les haga PCR a todos aquellos que trabajen en ella, en aras a su seguridad.
Asimismo, desde LAB reclaman que se envíen medidores de CO2 a todos los centros; mayor actividad fuera de las aulas; y se piden medios humanos y materiales para que el mismo profesorado no tenga que atender al mismo tiempo a quien está en clase y quien está confinado.
Por otra parte, Tobar destaca que esta pandemia está afectando a la salud emocional y sicológica, tanto del alumnado como de los trabajadores y trabajadoras de los centros, y desde LAB se pide que se atienda ese ámbito tan sensible como es debido. También aboga por establecer descansos, que estén regulados y manteniendo la distancia social, en el uso de las mascarillas, para que ni alumnado ni profesorado tengan que estar ocho horas diarias con ellas puestas.