Aillet cifra en 13 los sacerdotes que cometieron agresiones sexuales en la Diócesis de Baiona
Marc Aillet ha reiterado el compromiso de los prelados galos de «hacer de la Iglesia una casa segura» tras darse a conocer el informe sobre abusos en el periodo enre 1950 y 2020. Ha cifrado en 13 los sacerdotes que cometieron agresiones sexuales sobre 25 víctimas conocidas en la diócesis de Baiona.
El obispo de la diócesis de Baiona y Lescar ha comparecido a primera hora de la tarde para hacer una primera lectura sobre la publicación del informe dado a conocer este martes por la comisión independiente que ha investigado las agresiones y abusos de carácter sexual ocurridos en el seno de la Iglesia católica francesa durante el periodo 1950-2020.
Marc Aillet ha aportado dos datos que se refieren a la Diócesis de Baiona: en el periodo que se recoge en el informe, al menos 13 sacerdotes cometieron delitos sexuales. Que se conozca, al menos 25 personas sufrieron abusos por parte de esos religiosos.
La mayor parte de los religiosos han fallecido o están retirados, y el plazo de prescripción dejaría sin efecto previsiblemente cualquier acción judicial a cargo de sus víctimas.
Ello con solo una excepción, la de un cura «que ya ejerce su ministerio», en palabras de Aillet, y que habríaa sido imputado por abusos al mediar la denuncia de una víctima.
Aillet ha asegurado que el informe le provoca «un sentimiento de vergüenza y de horror» aunque al tiempo le reafirma en el compromiso adoptado por los prelados franceses que, en la carta a la feligresía que publicaron el pasado 25 de marzo, se comprometieron a trabajar para «hacer de la Iglesia una casa segura».
Los periodistas presentes en la rueda de prensa han trasladado a Aillet preguntas que están en el aire a la luz de la dimensión del fenómeno de pederastia que se documenta en el informe elaborado por la Comisión Independiente sobre los Abusos Sexuales en la Iglesia (CIASE) que encabezada por Jean-Marc Sauvé.
¿Por qué la Iglesia no hizo nada hasta que las víctimas tuvieron la edad y los recursos suficientes para alzar la voz?. «No lo sé; quizás no tenía conocimiento de esa palabra de las víctimas; (...) yo mismo he necesitado escuchar a las víctimas para tomar conciencia», ha confesado Marc Aillet, informa la periodista de Mediabask Anaiz Aguirre-Olhagaray.
El informe publicado este martes hace hincapié en que la Iglesia católica francesa debía saber de lo ocurrido, que debió actuar y que no lo hizo, y recuerda que la pederastia no es una cuestión del pasado, por lo que estima que la institución religiosa tiene un «largo trabajo por delante» para hacerse merecedora «del perdón de las víctimas», para las que pide justicia, además de para hacer de la institución esa «casa segura» por la que abogan los obispos franceses.
De manera previa a la comparecencia de Aillet, la diócesis de Baiona ha reproducido en un lugar destacado de su página web la carta a la feligresía dirigida por los obispos franceses tras la asamblea plenaria que celebraron en marzo pasado para abordar «la lucha contra la pedofilia».
Ese cónclave sirvió para preparar internamente a la Iglesia gala para el auténtico tsunami que se esperaba que se levantara, como así ha ocurrido, con la presentación del Informe CIASE, que en sus conclusiones cifra en 330.000 las personas que fueron víctimas de abusos sexuales en la Iglesia católica gala desde 1950 y hasta 2020.
«Hechos probados e innegables»
Los obispos franceses destacaron en la carta publicada tras su cónclave que las agresiones sexuales sobre menores cometidas por religiosos «son hechos probados e innegables» y avanzaban que, ya con el informe CIASE en la mano, deberían «evaluar con más exactitud la dimensión de esos hechos y situarlos en la situación global de la violencia sexual sobre menores en nuestro país».
«Las investigaciones están en marcha, y deberán extenderse para comprender cómo han podido ocurrir y no ser revelados esos hechos», añadían los obispos, que abogaban por que «la justicia de nuestro país y también la justicia canónica actúen ante esos hechos graves e inaceptables».
Remarcaban los prelados la labor desarrollada por las asociaciones «para que las víctimas hayan podido revelar su historia» y aseveraban que, con su denuncia, también las víctimas han prestado «un inmenso servicio a la Iglesia, al ayudarte a hacer la luz sobre esas tinieblas que habitan en ella y que portado en su seno sin saber o querer saber y reconocer mirando de frente a lo que ocurría».
Con todo, los obispos volvían a escudarse en ese «carácter global» de una forma de abuso «que ha podido ocurrir en toda la sociedad, incluidas las familias de todas las clases sociales y, en particular, en el ámbito de la educación en el que la relación educativa puede transformarse en una relación de poder y derivar en abusos y relaciones de dominación sexual».
Las medidas del cónclave de obispos
La asamblea plenaria de los obispos avanzó algunas medidas, en algunos casos no exentas de polémica.
Así los prelados galos se comprometieron a «continuar llevando un trabajo regular con las víctimas de abusos»; sensibilizar en «el acompañamiento humano y espiritual» de las personas víctimas de agresiones sexuales en el seno de la Iglesia; mejorar la «formación de los sacerdotes y en particular de los actores pastorales que trabajan junto a los jóvenes»; mejorar el «acompañamiento de sacerdotes culpables de estos episodios en los diferentes momentos de su vida» y crear un lugar que guarde «una memoria viva de los hechos cometidos y de la manera en que las personas agredidas han vivido esa prueba».
A esa lista, bastante genérica, añadían una medida controvertida al proponer «apoyo financiero que una instancia de asistencia independiente se encargará de atribuir en el limite de nuestros medios y según las necesidades expresadas por cada una de estas personas».