Salarios y beneficios, frente a frente ante el aumento del precio de la electricidad
El toma y daca a cuenta del precio de la electricidad en el Estado está subiendo en intensidad. Las medidas del Gobierno español para limitar los beneficios de las eléctricas no sentaron muy bien a unas empresas acostumbradas a hacer y deshacer a su antojo. Iberdrola ha asumido el liderazgo de la respuesta y no se ha cortado: amenazó con congelar las inversiones en renovables; el fin de semana pasado no puso en marcha sus plantas de energía eólica y solar porque –dice– con la nueva regulación hubiera tenido pérdidas; fichó a un destacado militante del PSOE, Antonio Miguel Carmona, como vicepresidente con el indisimulado propósito de desgastar al Ejecutivo; y un día más tarde, en Bilbo, arropado por altos cargos del PNV, acusó al gobierno de «intervencionismo terrorífico». Y por si no queda claro quién manda, el precio de la luz sigue marcando máximos en la península.
Sin embargo, ha sido Luis de Guindos primero, y el BCE después, los que han centrado el debate. Siempre atentos a la inflación, no les preocupa especialmente la subida del precio del gas y de la electricidad ya que, según ellos, se debe a «factores técnicos»: cuellos de botella y, al parecer, cierta escasez, de la que, sorprendentemente, no se hace eco el último informe trimestral de la Agencia Internacional de la Energía. Lo que sí les preocupa es que esta subida de precios tenga «efectos de segunda ronda, fundamentalmente ligados al mercado laboral», lo que traducido al lenguaje de andar por casa quiere decir que al BCE le inquieta que los trabajadores empiecen a exigir subidas de sueldo que compensen la carestía de la vida que estamos soportando. Algo absolutamente lógico y legítimo, pero que según ellos resulta letal para la inflación, ya que provocaría una espiral al alza de los precios. Creen que cualquier aumento de los salarios empujaría a las empresas a subir los precios de sus productos que obligaría a los trabajadores a exigir nuevos aumentos, y así sucesivamente. Todo el cuento de que el mercado fija el precio de las cosas se queda en agua de borrajas: ahora resulta que los precios y la inflación es responsabilidad de las empresas.
Sin querer, el BCE ha señalado al culpable de la inflación: las empresas privadas en su constante empeño por aumentar sus ganancias. Los elevados precios de hoy son un intento por recomponer la tasa de beneficio tras un 2020 que fue bastante malo; y como la Unión Europea ha liberalizado todo, las empresas lo tienen muy fácil para manipular los precios.
Tantas veces oculto, vuelve a emerger el viejo conflicto redistributivo del capitalismo entre salarios y beneficios. La Europa liberal quiere que las y los trabajadores nos aguantemos y estemos quietecitos. Pero eso no parece que vaya a pasar. Los firmantes de Llotja de Mar tomaron la iniciativa y ayer hubo un gran apagón; y habrá más movilizaciones.