Facilitadores destacan la innovación desde 2011 y la necesidad de pensar en 2031
Tras el balance «político» hecho el jueves en Aiete, este viernes en el Kursaal se ha repasado esta década desde una perspectiva más «técnica», en la que sobresale el carácter innovador del proceso vasco. Y también la necesidad de mirar a la próxima década y sus retos.
Andy Carl, Véronique Dudouet, Alberto Spektorowski y Paul Ríos pueden encuadrarse en la categoría de facilitadores, una palabra que ya no suena extraña en Euskal Herria. Trabajan en el espacio técnico de la resolución de conflictos, un ámbito nunca desdeñable y menos aquí, donde ha habido que levantar andamiajes nuevos constantemente para lo construido en Aiete, dado que los dos estados no han dejado de socavar sus cimientos. Este viernes en Donostia han dado testimonio de ello, en la primera mesa redonda de esta segunda jornada sobre el décimo aniversario de Aiete, que desde el Kursaal fija la mirada ya en los retos futuros.
El director ejecutivo de Conciliation Resources, Jonathan Cohen, ha abierto el debate a modo de prólogo citando que no basta con quedarse en el balance de estos diez años sino que hay que fijarse en los diez siguientes: «No estaríamos haciendo bien nuestro trabajo si no nos preguntamos cómo avanzar». Horizonte 2031.
Una de las principales referencias de esa organización es Andy Carl, director de CR hasta 2016 por lo que conoce el caso vasco de muy primera mano, aunque ahora trabaje en Somalia y el norte de Irlanda. «Las cosas cuestan tiempo, a veces generaciones. Lo importante es no atascarnos y bloquearnos; a veces igual hay que dar un paso atrás y cambiar la conversación y el tono para seguir avanzando. No existe un contexto imposible, siempre hay modos de seguir adelante».
Quizás quien más haya aportado desde este ámbito a reencauzar el proceso vasco sea Véronique Dudouet, de la fundación Berghof: sin ir más lejos, de su boca salió por primera vez la opción de un desarme civil de ETA, que terminó haciéndose realidad en Baiona. Cree que para continuar avanzando será fundamental «no dejarse a nadie atrás» y ha citado expresamente a las personas presas, que entiende que «merecen un gesto», en forma de solución a su situación, para que «puedan aportar más a este proceso».
«Si seguimos con este diálogo abierto, encontraremos la manera de seguir adelante y quizás llegaremos a un relato común, aunque no soy optimista de momento con esto. Pero sigamos hablando, sanando heridas… Aquí están sentados la izquierda abertzale, el PNV, muchas personas que se esfuerzan por mantener el diálogo abierto», ha opinado Alberto Spektorowski, miembro del Grupo Internacional de Contacto. «No hay que tener miedo a hablar con el enemigo o el adversario, eso es la política», ha concluido.
Y mirando a esta próxima década, la cuestión política (de la que se hablará más esta tarde en una mesa vasco-catalana) está encima de la mesa. ¿Cómo afrontarla? Para Paul Ríos, una de las caras más visibles de Aiete, «ahora tenemos condiciones de abordarlo mejor que hace veinte años y también mejor que hace diez años, con soluciones constructivas e integradoras, pero eso ya es responsabilidad nuestra».
Aprendizaje continuo
Lógicamente, la mesa redonda ha empezado mirando no a 2031 sino a 2011. ¿Cómo llegaron a Aiete?, se les ha planteado. Carl ha admitido que cuando empezaron a trabajar en el tema vasco «no sabíamos muy bien ante qué estábamos». Dudouet y Ríos han fijado el inicio de su trabajo en 2009, analizando procesos similares e impulsando la facilitación internacional respectivamente. Han citado a Currin como figura clave en ese arranque: Spektorowski ha recordado que fue él quien le invitó a entrar en el GIC «aunque yo entonces sabía de teoría política, pero nada de resolución de conflictos».
Tenían, por tanto, mucho que aprender ellos mismos. Y lo han hecho tanto antes como después de Aiete. Carl cree que la conferencia de 2011 fue un hito pero hay que dar gran valor a lo que ocurrió antes «en el ámbito interno, en poner en orden las cosas en casa, en salir de las zonas de confort. Nuestra aportación en realidad fue escasa, aunque sí tuvimos coraje para aceptar riesgos, porque por ejemplo estaba perseguido trabajar con las personas de aquellas ‘listas terroristas’», a las que no ve ningún sentido. Ha citado aquí el caso de Josu Urrutikoetxea y su reciente exculpación en uno de los sumarios por su labor como negociador: «Hay que garantizar protección para quienes están implicados en negociaciones».
Después de Aiete «hemos visto muchos avances, aunque sea casi a cámara lenta: está el desarme, EH Bildu es legal, exiliados han vuelto, se ha traspasado la competencia de prisiones… Hay un consenso que habéis reescrito estos años», ha subrayado. Con todo, ha negado que este sea un proceso unilateral (dilema que está dando mucho que hablar en estas jornadas), porque aprecia «una cooperación en torno a un objetivo común. Esto ha creado un huracán de la paz que me parece imparable».
Dudouet ha reconocido que aquella tarde de Aiete era inimaginable lo que ha ocurrido después. «Aquello no gestó un acercamiento como pensábamos, pero se creó un proceso de paz muy particular con elementos que pueden ofrecer inspiración para situaciones de bloqueo».
«Las dos lecciones clave para mí son la creatividad y la inclusividad –ha resumido la representante de Berghof Foundation–. Sobre la innovación, he aprendido que cuando la sociedad exige la paz, se puede conseguir de forma digna aun sin proceso de negociación con el Estado. Y sobre la inclusividad, destacaría cómo las fuerzas independentistas han llegado a un consenso interno y cómo ha sido posible llegar a la disolución de ETA con consenso y con participación. La inclusividad también se ve en el diálogo nacional que existe sobre este proceso, con los sucesivos foros sociales, con los ‘artesanos de la paz’… eso es algo único. Y existe inclusividad también a nivel internacional porque se ha dejado trabajar a varios actores, ayudando cada uno desde su perspectiva».
Ríos también ha traído como lección destacada esa inclusividad. Ha recordado que en Aiete se logró algo único porque «nunca habíamos compartido» algo tan potente y con tanta pluralidad. Le ha añadido «la importancia de la facilitación internacional, que por una parte alentaba a los partidos a hablar –siempre se retomaba el diálogo después de sus llamamientos– y por otra daba perspectiva multilateral, otros puntos de vista y soluciones imaginativas cuando parecía que nos encontrábamos ante un muro».
El que fuera portavoz de Lokarri ha apuntado que fue un acierto que en la izquierda abertzale creciera una «reflexión estratégica» y no «ética». Ha matizado que obviamente él hubiera preferido la segunda porque «soy pacifista», pero es consciente de que aquello no llevaba a ningún sitio porque «ETA tenía su propia ética, distinta». Todo cuajó «porque el final de la violencia no es que fuera deseable, es que era inevitable. En este sentido, el terreno estaba abonado».
Spektorowski aterrizó en el proceso vasco con algo de experiencia en diálogo entre israelíes y palestinos. Cuando se sentó a hablar con lo que ha denominado «grupo de Rubalcaba» previó que «el Gobierno español me iba a decir que no se creía nada, que es lo que hubieran dicho los israelíes, pero resultó que estaban convencidísimos de que aquello iba en serio». A partir de ahí ha elogiado la paulatina construcción de consensos.