«El XIX es un siglo negro para las mujeres en Euskal Herria»
Ana y Rosa Iziz Elarre son las autoras del tercer tomo de la ‘Historia de las mujeres en Euskal Herria’ editado por Txalaparta, referido al siglo XIX. Destacan que se trata de un siglo horrendo para las mujeres, obligadas a realizar trabajos pesados en condiciones de miseria.
–Tercer libro de la trilogía sobre la historia de las mujeres de Euskal Herria. En este caso hablan, refiriéndose al siglo XIX, de ‘a las puertas de la emancipación’, algo que no todavía no se ha conseguido. También escribieron el primer tomo, sobre la Prehistoria, la Romanización y el Reino de Nafarroa.
-Efectivamente, decimos que estamos a las puertas. Porque hasta los años 70 del siglo XX no empezamos. La verdad es que el siglo XIX es uno de los peores para las mujeres. Fue el siglo en el que a la mujer se le metió en casa. Fue un siglo en el que hubo infinidad de guerras (la francesada, la primera y segunda guerra carlista, la guerra de Cuba, ...) y dedicaron a las mujeres prácticamente a la reproducción. No tenían legalmente ningún derecho –a diferencia de los siglos XVI, XVII y XVIII, en los que había leyes que favorecían a las mujeres– tras la uniformidad estatal, al margen de los derechos forales sucesorios. Le hemos prestado un interés especial porque pensamos que el siglo XIX no ha sido muy estudiado desde el punto de vista de las mujeres.
Hemos intentado encontrar mujeres con nombres y apellidos que han estado participando en todas las áreas (trabajo, política, sociedad, pensamiento, ...). Nuestra labor ha sido sacarlas a la luz. Llevamos con este trabajo desde el años 2016 sin parar. Ha sido un trabajo muy difícil porque los archivos están expurgados tras las guerras. Queríamos ver si había habido participación bélica femenina en un siglo con tantas guerras y alguna cosilla hemos encontrado, aunque realmente siguen a sus maridos, padres e hijos.
Es también el siglo en el que se produce el tránsito de los pueblos a las ciudades y la industrialización. Y se produce también una feminización en el mundo industrial, con las cigarreras, por ejemplo. Hay montones de trabajos que desempeñan las mujeres porque los hombres se han ido a la guerra.
Además, en este siglo XIX –a diferencia de los anteriores en los que una mujer podía tener un trabajo y enriquecerse–, el trabajo de las mujeres era subsidiario porque no podía entenderse que ganara más que un hombre. De hecho, eran represaliadas y ninguneadas por los hombres cuando llegaban a las fábricas. No querían de ninguna manera que accedieran a un trabajo igualitario con el mismo salario. Incluso los primeros movimientos socialistas las siguen ninguneando, no las quieren en las fábricas.
Hay muchísimas mujeres que se han quedado solas, su sueldo no es el complemento del del marido. O se han quedado viudas, o son madres solteras, ... En el siglo XIX había un 20% de población ilegítima en Euskal Herria. Es una cifra altísima, especialmente en Bizkaia. En zonas de pesca, en Mutriku o en Bermeo, casi toda la actividad diaria la realizaban las mujeres porque los hombres estaban en la mar. O en la guerra. En Bizkaia es mayor el acceso de la mujer al trabajo. En Navarra, por ejemplo, es una sociedad más agrícola. De hecho, en Navarra y en Álava, las mujeres son mucho más conservadoras que en Bizkaia, donde son mucho más rompedoras y participativas, tomando parte incluso en las guerras. Aunque paradójicamente, el índice de alfabetización de mujeres más alto lo tenía Álava.
-Siempre que se habla de la historia se hace desde la perspectiva de los hombres y de la clase dominante. Ustedes han querido cambiar este punto de vista, centrándose en el papel de la mujer trabajadora.
-Es algo necesario y novedoso. Mucha gente nos ha dado la enhorabuena por esta iniciativa. Los archiveros nos han ayudado mucho. Aunque ha sido una tarea difícil. Al no tener acceso a los empleos públicos, por ejemplo, es complicado encontrar temas de mujeres con nombre y apellidos. En la última parte del siglo, han sido muy útiles los periódicos, donde hemos encontrado cosas interesantísimas.
-Me imagino que la prensa de la época tendría un enfoque atroz de la mujer.
-Así es. Machista, decimonónico, sarcástico, muy cínico. Denigrando completamente a la mujer. Llevaban todo a lo física y trataban a nuestras antepasadas como si fueran niños de doce años. Había viñetas hilarantes, chistecillos... Todos los periódicos de Bilbao, Donostia o Pamplona eran terribles.
«Las mujeres sufren las guerras y en el siglo XIX somos el botín de los hombres»
-Subrayan que es un siglo marcado por las guerras, guerras de los hombres que afectan a las mujeres.
-Las mujeres sufren las guerras, y en el siglo XIX somos el botín de los hombres. En todos los sentidos. Aludimos a ciertos episodios, como el del 31 de agosto de 1813 en Donostia. Siempre se ha hablado del saqueo y del incendio de la ciudad. Nosotras hablamos exclusivamente de lo que ocurrió con las mujeres, se registraron unas violaciones terribles. Hasta que no empezamos a estudiar el tema, no tenía ni idea. Hay casos con los que te quedas helada. Y eso que eran aliados, ingleses y portugueses. También está el episodio de la batalla de Vitoria, en el que durante la huida de los franceses y el rey José, todo el convoy iba tirando todos sus utensilios, que eran costotísimos, sobre todo de plata. Se hicieron grandes fortunas y muchas mujeres se pegaban por recogerlos.
-Utilizan una frase que es impactante, que la situación de miseria era de tal magnitud que cualquier mujer trabajadora podía acabar en la prostitución.
-Era muy fácil. Inmediato. Sobre todo en el caso de criadas y sirvientes. Hemos comentado que el 20% de la población era ilegítimo, pero es que tenían que comer. Quedaban enfermas y no tenían sitio al que acudir, directamente iban a la prostitución. En el caso de las cigarreras, cargueras o sirgueras, muchas de ellas eran también prostitutas. Se pegaban once horas tirando de sirgas. No tenían domicilio. No les daba ni para tener un sitio para dormir ni para comer. Las costureras estaban once o doce horas, con unos sueldos miserables. Muchas caían en el alcoholismo y luego en la prostitución. ¡De verdad que no sabemos lo que vivieron nuestras antepasadas! ¡Era terrible!
-Cuando pensamos en la incorporación de la mujer al mundo del trabajo nos viene a la cabeza que es un avance, pero las condiciones de trabajo eran horrendas.
-Y sin ningún apoyo, ni de sindicatos ni de nadie. Lo mismo pasó en Inglaterra. Murieron millones de personas. Fue durísimo. También en el caso de los niños, que también trabajaban. El tema de la industrialización es un hito, como el tema de la educación. A pesar de todo son momentos de la emancipación, aunque a veces parezca lo contrario. Lo mismo pasa con la prensa, que se empeñaba en tener encerradas a las burguesas. El ideal de mujer de la época era el de la burguesa que no hacía nada y tenía mucho dinero. A su vez, explotaba a otras mujeres, a las criadas y a las niñeras. Eran un arquetipo de ideal femenino, el ángel del hogar. Vestían con corsés, estaban constreñidos en trajes que eran imposibles de soportar. No podían andar. Hasta límites que son insospechados. El corsé destroza la fisonomía, los órganos internos se desplazan. La tuberculosis afectaba a miles de personas. Entre que la gente trabajadora no tenía dinero para ropa y vestía con harapos, y la moda de las burguesas y de la aristocracia era ir siempre con un camisoncillo, la mortandad era impresionante. Sin penicilina y con un régimen alimenticio que eran habas a la mañana, cebollas, pan y queso. Y vino aguado.
-Hacen referencia también a la diferencia de ser pobre en el campo y ser pobre en la ciudad, un fenómeno del siglo XIX.
-Sí. La gente de los pueblos estaba indignada, porque decía que las gentes de las ciudades conseguían hacer dinero y comprarse bonitos trajes. Mientras ellos, trabajando como habían hecho sus abuelos, no les llegaba ni para comer. Y era verdad. A los niños les regalaban una manzana por su cumpleaños. Con suerte. Pero también ocurría que acababan las guerras y había una superpoblación y la gente dejaba el campo y los caseríos para ir a las ciudades. Y empiezan a vivir completamente hacinados. Es un siglo en el hay muchísimas epidemias y los médicos se dan cuenta que es porque hay muchísima suciedad. Comienza el higienismo, que empieza a enseñar principalmente a las mujeres que tienen que tener todo limpio y ordenado. La sencillez y el orden es la riqueza del pobre, les decían. Podían tener pocos muebles en comparación con los burgueses, pero si estaban limpios se les podía considerar dignos. Eso de pobre pero limpio empezó en esa época.
«No es solo que no tenían para comer, es que había una serie de enfermedades terribles, como la viruela, el tifus, el cólera…»
-Hablamos de una sociedad en la que la esperanza de vida era de 28 años.
-Sí, sí. Famiias con diez hijos a los que igual les llegaban dos a los once años. No es solo que no tenían para comer, es que había una serie de enfermedades terribles, como la viruela, el tifus, el cólera... El cólera llegó a acabar con millones de personas en la Península. No había agua, no había desagües. La mortandad era terrible. Empiezan a tirarse las murallas, a abrir las ciudades a los ensanches, construyen avenidas, sumideros...
-Tienen un capítulo dedicado a la violencia contra las mujeres, que lamentablemente es una constante.
-Sí, es igual en el siglo XVI, en el XVIII, en el XIII o en el XIX. O en el XXI. Nos queda mucho por hacer. La violencia en el siglo XIX estaba justificada. Existía el derecho del marido a pegar a la mujer, el derecho de corrección le llamaban. Ha seguido igual hasta los años 70 y 80 del siglo XX. Ahora existe legislación, pero todavía no hay conductas sociales que lo desarrollen. Decimos al final, citando a Almudena Grandes, que las leyes prácticamente están conseguidas, pero no hay manera de que se llegue a donde tenemos que llegar. En el siglo XIX ya había violaciones grupales. Contamos un caso que sucedió en Eibar, otro en Tafalla, ... Iban de camino a la fuente y les violaban. Los hombres salían a violar. Las criadas no tenían la menor protección social. No les iban a acusar y aunque les acusasen tampoco pasaba nada. Lo de las criadas era tremendo: abusaban de ellas, no les daban de comer, ... ¡No van a caer en la prostitución! Es lo único que les quedaban. Eran familias que tenían ocho o diez hijos y mandaban a las hijas a servir a las ciudades para que ganasen dinero y se casasen. Era su dote. Y de paso se las quitaban de encima, una boca menos que alimentar.
El siglo XIX es un siglo negro para las mujeres, pero hubo una minoría a la que sus padres les educaron como a sus hijos. Hubo casos. Pocos. Era una minoría residual. En Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos las mujeres disponían de su dinero, se divorciaban, se volvían a casar. Nada que ver. Aquí estábamos en la Península de la Inquisición. Y lo hemos sido hasta la década de 1970 del siglo XX.