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El cisma entre militares y civiles pone en riesgo la transición en Sudán

La coalición entre el Ejército y el Frente para el Cambio (FLC) que propició la caída del autócrata Al-Bashir está en crisis tras el intento de golpe de Estado de setiembre y la escisión interna de la coalición civil. Todas las partes han llamado a la calma.

Marcha en defensa de la transición y de un poder totalmente civil en Jartum. (ASHRAF SHAZLY/AFP)

El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Sudán, general Abdelfatah al Burhan, ha tenido que reiterar el compromiso del Ejército para compartir el gobierno con el poder civil entre rumores de un golpe de mano aprovechando las disensiones en el seno de los partidos que en 2019 echaron del poder al autócrata Omar al Bashir tras 30 años en el poder.

Al Burhan ha hecho estas declaraciones durante la visita a Sudán de Vicky Ford, secretaria de Estado de Asuntos Africanos de Gran Bretaña, antigua potencia colonial aún muy influyente en el país africano.

Sudán está inmerso en un proceso de transición desde la caída del régimen de Al-Bashir, en abril de hace dos años, cuando se estableció un Gobierno transitorio en un pacto entre la coalición opositora Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FLC), que agrupó a partidos, sindicatos y grupos rebeldes; y el Ejército, que dejó caer a quien había sido su valedor desde el poder. El objetivo del pacto era convocar unas elecciones democráticas.

Esta es la primera vez que el líder castrense hace unas declaraciones de este tipo desde que el pasado 21 de setiembre las autoridades sudanesas frustraron un golpe de Estado y acusaran a los «remanentes» del viejo régimen de organizar la asonada desde «dentro y fuera de las Fuerzas Armadas».

Sin embargo, el primer ministro sudanés, el tecnócrata Abdallah Hamdok, destacó la necesidad de «reformar los órganos militares y de seguridad», lo que provocó el malestar del Ejército.

Marchas y contra-marchas

«Casualmente», una escisión del FLC movilizó el pasado sábado a miles de sus seguidores, que desde entonces protagonizan una sentada frente al palacio presidencial de la capital, Jartum, para exigir la disolución del Gobierno y la entrega de todo el poder a los militares.

Por contra, el canal histórico del FLC sigue exigiendo el traspaso progresivo del poder a los civiles con el horizonte de las elecciones de finales de 2023 y sacó ayer a la calle a cientos de miles de personas en Jartum y otras ciudades sudanesas.  

Estas demostraciones de fuerza rivales avivan la tensión en un país asolado en un marasmo político y económico y desestabilizado por el intento de asonada hace un mes.

Los portavoces de la escisión del FLC, el líder del Movimiento de Liberación de Sudán (MLS), Minni Minawi –hoy gobernador de Darfur–, y el ministro de Finanzas, Jibril Ibrahim, hicieron un llamamiento a evitar los enfrentamientos.

Al mismo tiempo, Ali Ammar, portavoz de los Comités de Resistencia de las barriadas, organización que tuvo un papel clave en la «revolución» de 2019, anunció un desvío del itinerario de la marcha para evitar choques.

Desde hace días, Jartum es escenario de todo un ballet diplomático. El miércoles llegó el diplomático estadounidense  Payton Knopf. Mañana lo hará el emisario de EEUU para el Cuerno de África, Jeffrey Feltman.