Los retos pendientes de una educación sexual más allá de «lo que hacen los genitales»
El IV Congreso de Feminismo, Violencias machistas e Intervención social celebrado este viernes en Bilbo ha descubierto las carencias que tiene el sistema de intervención social respecto a la educación sexual y ha abordado los retos pendientes.
La sexualidad, que atraviesa transversalmente a todo sujeto sexuado, ocupa una agenda «mínima» en la intervención social y, por lo tanto, quedan varios retos pendientes en esta materia.
Es lo que ha tratado de descifrar el IV Congreso de Feminismo, Violencias machistas e Intervención social, bajo el subtítulo “La educación sexual integral: prevención e intervención en violencias machistas” organizada por Eraikiz Kolektiboa con el apoyo de la facultad de educación de la UPV-EHU y del Colegio de Educadoras y Educadores Sociales del País Vasco, ha tenido lugar este viernes en Bilbo.
La sexóloga de Mahibar & Co Maite Higuero Barandalla ha sido la encargada de inaugurar la conferencia que recogerá diversas conferencias 18.00 de la tarde. Antes de comenzar, Higuero ha ordenado al público «desatornillarse los genitales» y guardarlos debajo de sus sillas, «de lo contrario no me vais a entender».
Era una advertencia, porque por muy vetusta que parezca, la sexualidad se trata aún desde la única perspectiva genital y hay que seguir repitiéndolo: «La sexualidad es mucho más amplia».
Es más, Higuero defiende que «es una dimensión que nos atraviesa transversalmente» y por ello, si se habla sobre la intervención social, es necesario implementar una mirada sexológica «para poder garantizar una educación social consciente».
Porque, lo primero, todas las personas son sujetos sexuados, según ha sentenciado la sexóloga. Y, lo segundo, «hacemos educación sexual inconscientemente todo el rato».
«Como sujetos sexuales, a todos nos motiva en nuestras acciones vitales estar en interacciones sinérgicas y cooperativas en la que nos sintamos sexuadas y significadas. Debería estar en nuestras agendas de intervención como elemento prioritario, independientemente de cuándo o cómo follan los sujetos que atendemos; comprendamos su dimensión sexual», ha reivindicado.
Ha criticado que en muchas ocasiones los operadores y operadoras sociales no abordan la sexualidad con las personas en estado de vulnerabilidad a las que atienden porque la sitúan en el marco de lo «íntimo y porque tampoco se aborda esta cuestión en los manuales para trabajadoras o educadoras sociales. «Pero cuando aparece lo inadecuado, o lo que se supone inadecuado, que tiene que ver con lo sexual, por ejemplo, las violencias sexuales, entonces entramos como un elefante en una cacharrería. Ahí no nos importa si tiene que ver con su intimidad», ha manifestado.
En ese sentido, cree necesario repensar el concepto de las violencias machistas porque, a su juicio, se ha ampliado tanto este marco que, si no se ajusta la conceptualización de estas violencias, «perderemos el consenso social de lo que es el machismo» y «la particularidad» que requiere cada caso de violencia para actuar contra ella. «No todas las expresiones indeseables masculinas constituyen machismo», ha agregado.
Otro de los retos –«políticos», ha apostillado– que identifica la sexóloga de Mahibar & Co en materia de intervenciones sociales es «revisar las herramientas de valoración diagnóstica para subsanar su androcentrismo».
Semen, pansexualidad, Mia Khalifa
La educadora y sexóloga del centro Emaize, Ane Ortiz, recientemente entrevistada en NAIZ, ha coincidido con Higuero al decir que es «imposible» no hacer educación sexual: «Lo que nos tenemos que plantear es si la educación sexual que estamos haciendo es la adecuada o no».
Ortiz ha mostrado en pantalla un ejercicio que realizó con alumnos y alumnas de un colegio, una lluvia de ideas reflejada en una pizarra en la que tenían que plasmar las palabras que asociaban a la sexualidad. Compresas, putas, chicas, chicos, semen, homosexualidad, bisexualidad, pansexualidad, Mia Khalifa (actriz porno) fueron algunos de los conceptos expuestos.
«¿Cuántos años creéis que tenían estos alumnos y alumnas? », ha preguntado Ortiz al público. «¡Doce!» «¡dieciséis!», han gritado, sin acierto, algunos. Tenían entre nueve y once años, ha aclarado la sexóloga.
«La mayoría os habéis llevado las manos a la cabeza, pero tenemos que intentar dejar de lado nuestra mirada adulta», ha dicho dirigiéndose a las oyentes. Porque, como los adultos y adultas, el alumnado también piensa en el sexo como en «genitales haciendo cosas», idea que hay que revertir a juicio de Ortiz, pero esa pizarra también plasmaba cosas positivas, como contemplar orientaciones sexuales más allá de la heterosexualidad. «Con nueve años ya hablan de bisexualidad o pansexualidad», ha enfatizado.
Ane Ortiz se ha referido al libro ‘Eres lo que sientes’ de Roberto Aguado para referirse a la diversidad. En ese libro, Aguado concluye a través de la ciencia que realmente «somos lo que sentimos, que los sentimientos van más allá de lo que decimos».
Por ello, Ortiz reivindica que no se trata «solamente de hablar» sobre la diversidad, sino de «sentirla e identificarla como un valor. Y para sentirla hay que conocerla, tener acceso a ella, disponer de la información, conocer realidades diversas. «Si no conocemos eso que es desconocido, se generan miedos y los miedos pueden generar violencia», ha advertido.
Conocerse
La promoción de la educación sexual en la actualidad es «mínima» según Ortiz y depende muchas veces de la voluntad de, por ejemplo, la dirección de un centro escolar.
Además, la sexóloga ha afirmado que en ocasiones acuden a ellas para «apagar fuegos», en situaciones que van desde un embarazo no planificado hasta malos tratos en una relación, «cuando realmente tenemos muchas más cosas que podemos trabajar. Porque es importante identificar lo que no queremos, pero no podemos quedarnos solo con eso».
En su opinión, no se trata suficiente lo que para ella es uno de los objetivos más importantes de la educación sexual: «Conocerse a todos los niveles». Tras esta afirmación, ha lanzado otra pregunta al público: «¿Cuántos agujeros hay en una vulva?» La mayoría no han acertado. «Hay seis orificios», ha dado cuenta Ortiz, y ha añadido que a pesar de que gracias a Helen O’Connell conocemos el clítoris «entero» desde 1998, «hoy sigue siendo un desconocido».
Por ello, considera que hay que atender la fisiología de la vulva y ha aportado otro dato: a partir del primer tercio, las vaginas no tienen prácticamente terminaciones nerviosas. «Esto le da la vuelta a todo el sexo aprendido», ha advertido.
Aceptarse
Al igual que conocerse a una misma y a las demás, Ane Ortiz cree que es fundamental aceptarse. De nuevo, ha interactuado con el público: «Si pudierais modificar una parte de vuestro cuerpo, gratis y sin dolor, ¿cuál sería?» La sexóloga ha trasladado las conclusiones de un estudio que hizo esta misma pregunta a diferentes personas. «La mayoría compartía que las partes de sus cuerpos que querían modificar eran aquellas que en su infancia habían sido burladas, las que se salían de lo hegemónico», ha dicho.
Pero también hubo otro tipo de respuestas. Ortiz ha mostrado un vídeo donde varios niños y niñas contestaban a la misma pregunta. Una cola de sirena, la habilidad para teletranportarse, alas, eran algunas de las peticiones. «En realidad, me gusta mi cuerpo», contestaba una de las niñas.
«¿En qué momento de nuestra vida cambia esto? Dejamos de desear alas para volar y preferimos tener dos centímetros menos en la tripa», ha preguntado la sexóloga de Emaiz. Esto se debe, ha aclarado, a «la dictadura de la belleza que dificulta que nos aceptemos». «Al cuerpo lo miramos desde el paradigma de la belleza. Necesitamos otras perspectivas», ha concluido.