2021 en el Estado: alto voltaje político y un soberanismo clave en las Cortes
El año que se imaginaba de pospandemia no fue tal pero no escatimó en revuelo político, con renuncia de Iglesias, elecciones en Madrid y ascenso de Ayuso, y renovación del Consejo de Ministros. Los partidos nacionalistas han sido piedra angular de la fecunda agenda legislativa. ¿Y en 2022?
Doce meses intensos, con el fantasma de la pandemia siempre al acecho y algunos momentos de un frenesí no acto para cardíacos, como el marzo de las mociones de censura contra el PP y la disolución del Gobierno madrileño, con la consecuente salida del entonces vicepresidente Pablo Iglesias, primero de Moncloa y luego de la política. Y un anhelo de todos que no se pudo concretar: la vuelta a la normalidad y que la palabra covid desaparezca de las portadas.
La persistencia de la pandemia es el prisma a través del cual debe observarse todo. Es el factor que codetermina la realidad en todas sus dimensiones: permite la expansión del gasto con el visto bueno de Bruselas, la relajación del déficit y los miles de millones frescos que llegan del fondo de recuperación. Y dentro del Estado, es el motor del hartazgo ciudadano, de las restricciones a veces poco entendibles y con las que algunos gobiernos se jactan de cautos y otros de liberticidas, y también la luz que ilumina la necesidad de cuidar la sanidad pública y el Estado de Bienestar.
Un marzo inolvidable
En este contexto, 2021 comenzó con una durísima tercera ola de coronavirus y muchas restricciones a la libertad de movimiento y la hostelería, mientras en todas las regiones empezaba el engranaje de las vacunaciones. Días antes de empezar la primavera, una arriesgada jugada de Ciudadanos aliándose con el PSOE provoca una sacudida política de pura adrenalina con dos mociones de censura contra el Gobierno del PP de la Comunidad de Murcia y del ayuntamiento de su capital. Rápida de reflejos, Díaz Ayuso disuelve ese mismo día la Asamblea de Madrid y convoca a elecciones anticipadas para el primer domingo de mayo para evitar así una perestroika naranja que haga perder a los conservadores su gran bastión.
El cisma se queda sólo en lo mediático porque el presidente murciano pacta con un grupo disidente de Cs, aunque con todo esto se quiebra la confianza entre las dos fuerzas aliadas. De hecho, el tiempo ha demostrado que la jugada de Inés Arrimadas sólo ayudó a liquidar a su partido y casi borrarlo del mapa. Sus votantes, según las encuestas, han ido a parar a los brazos del PP y de Vox y si hubiera elecciones hoy podría no obtener ningún escaño.
Pero hubo alguien que sí se benefició claramente y fue Ayuso. Más que duplicó sus escaños, borró a Cs de la Asamblea y fue reelegida casi sin negociar nada con Vox, que le dio los pocos escaños que precisaba. Con el proceso electoral se terminó de plasmar el fenómeno político y cultural que representa el ayusismo en Madrid, más transversal y diverso que la derecha típica, un trumpismo discursivo con agenda económica thatcherista que es aupado por los grandes medios conservadores de la capital, sumando votos de centro y de clases populares. Tanto oleaje trajo la preocupación del capitán de Génova y meses después empezaría una guerra palaciega que ha llegado a límites inentendibles para los barones y su propio electorado.
(Casado y Ayuso, manteniendo distancias en la promoción de un libro de Rajoy. Foto: Isabel Infantes | Europa Press)
Las autonómicas anticipadas demostraron los límites de la izquierda estatal en un momento de hastío social, y con la coalición progresista en Moncloa. Iglesias decidió salvar a Podemos en Madrid dejando su vicepresidencia a Yolanda Díaz y el mal resultado electoral lo hizo renunciar a todos los cargos y dejar la política para pasar a una etapa meramente mediática. Su salida volvió a cambiar el tablero político al encumbrar a la exsindicalista gallega, que lidera mes tras mes la valoración positiva de los políticos y promete mejorar la performance de la formación morada, cuya nueva cúpula es toda femenina.
Tras meses de filtraciones que anticipaban un posible cambio de gobierno y luego del crispadísimo debate por los indultos a los presos soberanistas catalanes, Sánchez reaccionó a los nuevos tiempos (seguramente también al encumbramiento de Díaz) y en julio echó a la vicepresidenta Carmen Calvo, a su influyente jefe de gabinete Iván Redondo y a la líder del grupo parlamentario Adriana Lastra, además de ungir a Nadia Calviño como vicepresidenta primera, entre otros varios cambios. Hubo un giro municipalista y al aparato que se consagró con el Congreso Federal del PSOE en Valencia y la foto intergeneracional con Felipe González y Zapatero. Sin estar tan claro el rumbo, el líder socialista parece dispuesto a ganar el centro político que la radicalización de Casado dejó huérfano.
(Yolanda Díaz, en un acto reciente en Barakaldo dentro de su campaña para ampliar fuerzas. Foto: Marisol Ramírez | Foku)
En el arco de las derechas, el segundo semestre estuvo caracterizado por la pugna hostil de Casado y Ayuso y por el ascenso de Vox. En el primer caso, la justificación es que ella no se quede con la presidencia del partido en Madrid, aunque el motivo real es ponerle un corsé a su crecimiento. Allí hay dos actores que explican el conflicto: el número 2 del PP, Teodoro García Egea, y Miguel Angel Rodríguez, jefe de gabinete de la presidenta madrileña y artífice principal de su construcción política. Ambos representan el choque generacional del partido (la vieja camada aznarista contra el neoaznarismo de los ex Nuevas Generaciones) y la disputa despierta la preocupación de los barones del PP y de muchos de sus diputados.
La casi outsider y ex portavoz Cayetana Alvarez de Toledo, en el raid de presentación de su libro, fue tal vez quien mejor definió con palabras esta pelea. Apuntó que tiene más que ver con el ego e inseguridades personales que con racionalidad política, criticó el liderazgo testosterónico de Génova y pidió coherencia para una batalla cultural a Casado. Nadie sabe cómo acabará esto pero en 2022 el PP madrileño renovará autoridades y allí se verá quién ganó el pulso. Casado anhela un triunfo contundente en Castilla y León y en Andalucía (ambos gobiernos adelantaron sus autonómicas a febrero y junio) para borrar del electorado la asociación de éxito electoral de las derechas a Ayuso.
Según Iván Redondo y los datos de encuestadoras que controla y ha publicado en ‘La Vanguardia’, una candidatura en generales de Ayuso garantizaría Moncloa al PP (en alianza con Vox) y mejoraría la performance del partido alfa de la derecha en todo el Estado. Un sorpasso que difícilmente suceda pero que Génova no puede desconocer. También cabe recordar que varias empresas privadas de demoscopía (como GAD3) aseguran que hoy por hoy si hubiera elecciones PP y Vox estarían arañando la mayoría absoluta. El CIS parece ser el único que no acusa recibo de esto.
La mayoría de investidura, consolidada
Sánchez intentó en 2020 y hasta la primavera actual involucrar a Cs como un posible aliado pivote de las mayorías en las Cortes. Con el denodado esfuerzo de Iglesias para evitarlo, vale recordar, finalmente en 2021 se pudo ver repetidamente consolidada la mayoría de investidura de perfil progresista, es decir, los partidos soberanistas desempatando entre los bloques estatales.
El independentismo ha sido clave no solo para los presupuestos, sino para el escudo social, cambio climático, teletrabajo, Ley Riders, fraude fiscal, IMV...
ERC, PNV, EH Bildu, PdeCAT, Compromís y Nueva Canarias (el BNG ha tenido mayor distancia y de hecho no votó los Presupuestos) han sumado los 30 escaños que han sido clave para el Gobierno de coalición en su agenda legislativa. No sólo en los PGE (que se aprobaron la semana pasada finalmente tras la enmienda sobre las lenguas en el Senado) sino que la alianza táctica con los nacionalismos se pudo ver en la aprobación de la ley que hace permanente el escudo social por la pandemia (a proposición de EH Bildu), la de cambio climático y transición ecológica, la de teletrabajo, la ‘ley Rider’ para los trabajadores de reparto a domicilio, la de fraude fiscal y la legalización del Ingreso Mínimo Vital, entre otras tantas.
Los otros diputados que supusieron un apoyo vital para Moncloa fueron los dos de Más País y el del regionalismo cántabro. Quienes se mantuvieron fuera de este juego de cooperación fueron los cinco de JxCat y los dos de la CUP, la centroderecha y la izquieda asamblearia catalanas, que permanecen aún en la teoría del «no a tot» que parte del electorado independentista desea.
2022 tendrá en las Cortes varios retos. En trámite parlamentario, pendientes de ir a hemiciclo están la Ley Trans (que abrió grietas entre el PSOE y el colectivo LGBTI), la reforma a la ‘Ley Mordaza’, la ley general de comunicación audiovisual y los cambios a la reforma laboral. En todos los casos, algunos de los 30 que desempatan exigirán enmiendas a lo enviado por el Consejo de Ministros por ser vistas como insuficientes o poco ambiciosas, por lo que la aprobación no se presenta simple.
En lo que el soberanismo no cuenta por la exigencia de mayorías de tres quintos es en la renovación de los órganos constitucionales. El PSOE logró acordar con el PP lo relativo al Tribunal Constitucional, el de Cuentas y el Defensor del Pueblo. Según habían asegurado a GARA fuentes de Podemos, el pacto sobre el CGPJ era casi un hecho para antes de fin de año, pero no ha sido así. Se espera que se logre en 2022 aunque el cronograma electoral podría jugar en contra. Casado está en modo campaña y su guerra con Vox para no tener más sangría de votantes lo lleva a la radicalización y a no parecer un esbirro del bipartidismo.
¿Adelantará Sánchez las elecciones? Algunos creen que podría hacer que coincidan con las andaluzas, para aprovechar la movilización. ¿O lo hará con las municipales de mayor 2023? ¿Le teme más al crecimiento de Yolanda Díaz o a que la desaparición de Cs facilite la suma de escaños de las derechas? Aquí aparece un nuevo actor: el partido España Vaciada, que debutará en febrero en las castellanoleonesas. El sistema D’Hont de circunscripciones atomizadas inventado por los constitucionalistas del 78 ya demostró que puede deparar sorpresas y nunca premia a terceras fuerzas. No habrá tiempo para aburrirse el año que viene.